55 años de relaciones diplomáticas entre Chile y China, una mirada del embajador de Chile en Beijing

El Ciudadano

Este año celebramos el quincuagésimo quinto aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Chile y la República Popular China. Como embajador de Chile en Beijing, esta fecha me invita no solo a conmemorar nuestra historia común, sino también a reflexionar sobre el profundo significado que esta relación ha adquirido para ambos pueblos y sobre el camino que aún tenemos por recorrer.

Cuando Chile estableció las relaciones diplomáticas con la República Popular China en 1970, se adelantó a su tiempo. En un escenario internacional marcado por tensiones ideológicas, nuestro país optó por una política exterior autónoma, pragmática y abierta al mundo. Aquella decisión, que algunos consideraron audaz, sentó las bases de una relación bilateral que ha demostrado ser estable, dinámica y mutuamente beneficiosa a lo largo de más de cinco décadas, lo que se demuestra, entre otras cosas, en que todos los presidentes de Chile desde el retorno a la democracia han realizado visitas de Estado a China.

Hoy, Chile y China son socios estratégicos integrales. Nuestra cooperación se extiende desde el comercio y las inversiones hasta la ciencia, la energía limpia, la cultura y la innovación. China se ha consolidado como nuestro principal socio comercial, y Chile como uno de los actores latinoamericanos más presentes y activos en el mercado chino. Sin embargo, la relación no debe reducirse a cifras o volúmenes de exportación; su valor radica en la confianza y la capacidad que hemos desarrollado para entendernos en un mundo donde la interdependencia es cada vez más determinante.

Durante mi labor en Beijing he podido observar de cerca el interés creciente de China por América Latina y, especialmente, por Chile. Nuestro país es percibido como un socio confiable, con instituciones sólidas, estabilidad regulatoria y un compromiso claro con la apertura comercial. Pero además, Chile aporta algo que en este país se valora profundamente: previsibilidad. En tiempos de incertidumbre global, esa cualidad es una ventaja diplomática significativa.

A su vez, Chile ha sabido ver en China no solo un mercado gigantesco, sino también una fuente de innovación, inversión y aprendizaje. La transformación tecnológica china, visible en la vida cotidiana, desde la digitalización de los servicios hasta la transición hacia energías de bajas emisiones, ofrece valiosas oportunidades para avanzar en nuestros propios desafíos de desarrollo. La cooperación en electromovilidad, en energías renovables, en astronomía y en industrias creativas son ejemplos concretos de áreas donde nuestras miradas convergen y se potencian.

No obstante, la profundidad de una relación bilateral también exige reconocer sus desafíos. La complejidad del escenario geopolítico actual implica que Chile debe cultivar un diálogo franco y constructivo con China, resguardando sus intereses estratégicos y promoviendo sus principios fundamentales: el respeto al derecho internacional, la solución pacífica de controversias, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo inclusivo. No se trata de elegir entre modelos o potencias, sino de mantener una política exterior basada en el multilateralismo, la diversificación de vínculos y la defensa de nuestra autonomía.

En estos 55 años, quizás el cambio más significativo no ha ocurrido a nivel gubernamental, sino entre nuestras personas. Cada vez más estudiantes chilenos vienen a China a aprender el idioma y abrir su horizonte profesional; cada vez más turistas chinos descubren los paisajes del desierto de Atacama, nuestra Patagonia, o los vinos del Valle Central; cada vez más emprendedores, artistas y académicos cruzan el Pacífico para construir puentes. En esas experiencias personales, muchas veces silenciosas y poco visibles, se gesta un entendimiento profundo que ninguna firma de tratado puede reemplazar.

Mirando hacia adelante, creo que la relación entre Chile y China debe orientarse a la creación conjunta de valor. Ya no basta con exportar productos; debemos construir conocimiento, tecnología y cadenas de suministro más sostenibles y sofisticadas. La próxima etapa de nuestros vínculos debe centrarse en la innovación, la ciencia, la educación y la transición verde. Chile tiene recursos naturales estratégicos, como el litio, el cobre y el potencial energético renovable; China tiene capacidad tecnológica, escala industrial y experiencia en manufactura avanzada. Si sabemos combinar esas fortalezas con una visión de largo plazo, podremos desarrollar proyectos que beneficien directamente a nuestras sociedades.

Al celebrar estos 55 años, no solo reconocemos el pasado, sino que reafirmamos un compromiso: seguir construyendo una relación moderna, equilibrada y orientada al bienestar de nuestros pueblos. Una relación que respete nuestras diferencias, valore nuestras complementariedades y contribuya a un mundo más cooperativo.

Desde Beijing, contemplo con optimismo los próximos 55 años. Estoy convencido de que Chile y China seguirán encontrando en el otro un interlocutor confiable, un socio estratégico y un amigo. Juntos, podemos transformar las oportunidades en realidades compartidas. Y esa, en esencia, es la tarea diplomática y la razón por la cual celebramos hoy más que un aniversario: celebramos un futuro común.

Por Pablo Arriarán

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Diciembre 15, 2025 • 3 horas atrás por: ElCiudadano.cl 35 visitas

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