“¡A jubilarse!”: cuando la edad se usa como arma política
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“¡A jubilarse!”: cuando la edad se usa como arma política


En menos de una semana, dos figuras públicas han recibido la misma descalificación: “es tiempo de jubilarse”. Primero fue Santiago Pavlovic, el veterano periodista de 78 años y rostro insigne del periodismo de investigación en TVN, a quien la integrante del directorio, Nivia Palma, intentó sacar del juego con una alusión a su edad. Este miércoles, fue el turno del diputado Jaime Naranjo, de 74 años, blanco de la senadora socialista Paulina Vodanovic, quien en medio de una disputa política no encontró mejor respuesta que recomendarle el retiro.
Ambas situaciones, más allá de las controversias específicas, ponen sobre la mesa un debate incómodo y necesario: ¿puede alguien ser “expulsado” de la vida pública solo por su edad?
Edadismo con corbata
El “edadismo” —la discriminación por edad— es tan insidioso como el racismo o el sexismo, pero muchas veces se expresa con una naturalidad pasmosa. ¿Por qué creemos que envejecer es sinónimo de inutilidad o que la sabiduría debe cederle el paso al ímpetu juvenil sin más?
En el caso de Pavlovic, no hay dudas de su vigencia profesional. Su trayectoria al mando deInforme Especial, su temple, su preparación y su experiencia son activos que muchos jóvenes periodistas aún aspiran a alcanzar. De hecho, en una entrevista reciente, dijo que volvería a viajar a una tierra en conflicto. En el caso de Naranjo, más allá de las legítimas diferencias políticas, su rol durante la acusación constitucional contra Piñera —cuando leyó por más de 14 horas— demostró que energía y compromiso no se agotan con el calendario.
Decir “ya está viejo, que se jubile” no es solo un acto de soberbia generacional; es, además, una forma de cancelación impropia de una sociedad democrática y plural.
Cuando la experiencia importa
El mundo está lleno de ejemplos que contradicen el culto a la juventud. Gabriel García Márquez escribióEl amor en los tiempos del cóleraa los 58 años y siguió escribiendo hasta pasados los 80. Angela Merkel dejó el poder a los 67, en plena lucidez política. Winston Churchill fue primer ministro del Reino Unido hasta los 81. Mario Vargas Llosa siguió publicando y participando del debate público bordeando los 90. Y el papa Francisco gobernó la Iglesia con 87 años.
El conocimiento no tiene fecha de vencimiento. La memoria histórica, la capacidad de reflexión pausada, la mirada a largo plazo, no son cualidades frecuentes en sociedades aceleradas y digitalizadas. Por eso, marginar a alguien solo por su edad es, también, un acto de ignorancia colectiva.
«Nadie dice que las nuevas generaciones no deban ocupar espacios. Lo que no se puede aceptar es que lo hagan a costa de una lógica excluyente y reduccionista, que asume que los mayores ‘estorban’ o ‘ya cumplieron su ciclo’. En democracia, el derecho a opinar, a informar o a representar a otros no tiene fecha de caducidad», señala un especialista en el tema.
Lo que debe evaluarse no es cuántos años tiene una persona, sino cómo los lleva. Hay políticos jóvenes profundamente agotados, sin ideas frescas, y personas mayores llenas de vitalidad y lucidez.Jubilarse —cuando se puede y se quiere— debe ser una decisión personal, no una condena social.
En un país que envejece rápidamente como Chile, deberíamos preocuparnos más de integrar, aprender y dialogar entre generaciones, y menos de imponer silencios por decreto etario.
Al final, como dijo alguna vez el filósofo griego Sófocles, que escribió hasta los 90:“Nadie ama la vida como aquel que envejece con dignidad”.
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