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Alfredo Silva, el humorista que aprendió a reírse de sí mismo y su papel viral en la serie de Menem: “Saqué carnet de actor”

Alfredo Silva, el humorista que aprendió a reírse de sí mismo y su papel viral en la serie de Menem: “Saqué carnet de actor”

El comediante transformó el bullying que sufrió de chico en risas y encontró su lugar en el espectáculo. En diálogo con Teleshow, habla de su pasado difícil y del desafío de reinventarse a cada paso

Durante años,Alfredo Silvacruzó caminos de esfuerzo, risas y desafíos personales. Nació y creció en una familia donde el humor siempre estuvo presente, aun cuando la vida presentaba desafíos que parecían inamovibles.Alfredo no encajaba en los moldes del típico cómico mediático: su cara, distinta, sus ojos grandes, su hablar pausado y sincero. Quizás ahí reside su fórmula más honesta para atravesar tiempos buenos y difíciles: la autenticidad, la humildad yuna capacidad inusual para mirarse a sí mismo primero,antes de buscar el chiste fácil en el otro. Nunca se apartó de sus raíces ni de la empatía que lo identifica. Recuerda los aplausos de un teatro lleno con la misma gratitud que las tardes de soledad, cuando se preguntaba si el humor le permitiría transformar las miradas ajenas en aceptación y alegría. Así fue como el humor lo sostuvo en los años más crudos y hoy, con su explosión en la escena pública y su reciente debut como actor en la serie deMenem, Alfredo Silva es una referencia obligada para quienes buscan sonreír, para quienes dudan de que la risa sea una estrategia vital.

En una entrevista conTeleshow, el humorista relata su historia, se toma tiempo para responder y contar sus vivencias, sus dolores más profundos, su proceso de resiliencia en medio del bullying y la soledad.

Alfredo Silva debutó como actor en la serie de Menem tras casi tres décadas de carrera como humorista (Instagram)

Su primer contacto en la actuación tiene algo de fortuito y mucho de entusiasmo. Si bien participó alguna vez como extra en una telenovela—La dueña -donde ni siquiera llegó a pronunciar una palabra, reconoce que esta vez la experiencia resultó completamente diferente. “En la serieMenemya tengo carnet de actor”, dice, entre risas y algo de orgullo. Explica que el paso por la televisión le fascinó desde el primer momento: “Esta es la primera vez”, recalca, como si cerrara un ciclo de años de espera y esfuerzo. La bienvenida a otra faceta artística no le borra la huella de humorista, pero ahora suma experiencias nuevas que amplían su horizonte.

Mientras lo reconocen en la calle y el público lo sitúa como “uno de los humoristas más contratados del país”, según sus palabras, Alfredo sostiene que este presente no altera en nada su esencia.“Siempre con los pies sobre la tierra, con mucha humildad. Esto no me cambia, sigo siendo el mismo de siempre”, asegura.

Alfredo Silva interpretó a un capocómico en la serie Menem junto a Virginia Gallardo que personificó a una vedette de los años 90

Esa imagen auténtica lo acompaña: el hombre que disfruta hacer reír y que observa cómo la trama de su vida le trae oportunidades nuevas, como la de este salto a las plataformas con la serie sobre el expresidente Menem, por Prime Video.

—¿En la serie de Menem tu papel estaba inspirado en algún capocómico o humorista conocido de la época?

—Cuando el director me llamó para hacer la serie me dijo que yo tenía que contar chistes, que tenía que abrazar a Leo Sbaraglia (quien interpreta a Menem) y emocionarme. Peroen ningún momento me dijo ‘vos sos Jorge Corona o Tristán’, por ejemplo. Yo soy Alfredo Silva. Lo mismo que a Virginia Gallardo, ella misma me comentó que nadie le dijo que tenía que personificar a Yuyito González. Simplemente fuimos nosotros, en nuestra esencia.

—¿Tenés alguna anécdota de la filmación que recuerdes especialmente?

—Hubo algo muy gracioso: al grabar la escena con Virginia Gallardo hicimos varias tomas, se cortaron varias cosas. El director me pidió que cuando apareciera Sbaraglia yo me emocionara. Pero la verdad es que no me salía. No querían ningún truco de cámara: tenía que llorar de verdad. Probamos muchas veces,hasta que me acordé de cuando Ferro se fue al descenso, yo soy muy fanático. Y ahí sí, se me cayó la lágrima. Al final salió bien y todos, hasta los extras, terminaron riéndose. Son cosas que te quedan por siempre:compartir una escena con actores de esa envergadura es como cumplir un sueño.

Alfredo Silva prepara su propia rutina de chistes para sus espectáculos (Instagram)

—¿Conociste a Carlos Menem en la vida real?

—No, no lo vi nunca en persona. La política no me interesa demasiado, no soy muy ducho en ese ámbito. Quiero que el país esté bien, pero no pertenezco a ningún partido, aunque debo decir que me gustan muchas cosas de este presidente que tenemos (Javier Milei). Por eso no me gusta cuando critican la serie, no veo que se ridiculice a nadie.

—¿Te definís como humorista o como imitador?

—No soy imitador. No sé imitar ni con el aspecto físico ni con la voz. Solo cuento chistes. En la grabación, por ejemplo, el director me pidió que le haga algunas bromas a Virginia Gallardo. Entonces cuando vi sus piernas le pregunté “¿A qué hora abren?”. Conté más chistes que después no salieron, porque la escena dura pocos minutos. Después de eso, el teléfono no para de sonar. Siempre cuento de mi vida lo que soy.

—¿El humor te ayudó a superar situaciones díficiles en la vida?

—Sí, mucho. Tengo una malformación de nacimiento en el cráneo, que obstaculiza parte de los ojos. Se llama síndrome de Crouzon. Mi mamá me contaba que en los años 70, cuando nací,no sabían si iba a vivir mucho tiempo. Además tengo estrabismo en el ojo izquierdo, el campo visual se me achica, y para ver bien tengo que girar la cabeza. Pero puedo conducir, tengo registro, hago mi vida normal. Antes de operarme el ojo estaba más afuera, tengo los ojos grandes. Siempre me gustaron las cargadas hacia mí mismo, eso me alegra. Pero no me gustan las que buscan herir: cuando me decían tuerto, pero con mala intención, acompañado siempre de una mala palabra, de un insulto.

Alfredo Silva aprendió a superar el bullying por su aspecto físico con humor y su fortaleza resiliente

—¿Sufriste bullying por ese tema de salud?

—Sí. Durante la infancia y después en la adolescencia no me dejaban entrar a los boliches, por ejemplo, siempre rebotaba cuando salía con amigos. Lo curioso es que muchos de esos boliches ahora me contratan para estar en el sector VIP o para promocionarlos. Siempre lo recuerdo, no desde el resentimiento, sino para entender las vueltas de la vida. Cuando uno actúa bien, con una vida sana... Soy católico, apostólico, romano. Lloré muchas noches sobre la almohada, rezando siempre. Dios me ayudó mucho. Hoy agradezco el cariño de la gente, y a veces hasta pienso que me hacen una cargada cuando me dicen que soy su ídolo. Hay personas que corren por la calle para sacarse una foto conmigo, parece un sueño. Todavía me asombra el cariño de la gente y los programas, cosas insólitas como las que viví en Colombia cuando fui a participar en Cadena Caracol. Cuando llegué al aeropuerto, me rodearon un montón de policías. Yo pensé que me querían detener, me asusté, pero solo querían que les contara chistes.

—¿Fuiste cambiando con las décadas, sobre todo el humor de los años 90 hasta hoy?

—Sí, cambió todo, también la susceptibilidad. La gente a veces se ofende, los chistes ahora son menos ofensivos y agresivos. En mi caso mi humor siempre es inofensivo porque me río de mí mismo.Nunca cargo a nadie, me cargo con que soy feo, con mi vista, mis costumbres. No generalizo, ni con temas de género. Digo la verdad: la mujer es más inteligente que el hombre, lo noto en reuniones donde solo hay mujeres y ahí cambio la rutina por completo.Mi mayor virtud es adaptarme al público. Si voy a contar chistes en una fiesta o en una reunión empresarial cambio mucho la rutina, porque las costumbres son distintas. Siempre trato de adaptarme.

—¿De dónde sacás los chistes?

—El humorista tiene un solo secreto: renovarse. Porque a diferencia de un cantante, que puede repetir canciones, los chistes necesitan cambio permanente. No tienen derechos de autor, van de boca en boca.Casi nadie inventa chistes propios, los inventa el públicoy uno hace la rutina. Solo algunos los crea uno mismo y después ya se pierden en la memoria colectiva.

—¿Cómo conquistás al público cuando no lo conocés?

-Uno se va acomodando a cada público, trato de romper el hielo para que presten atención y se larguen a reír. Prefiero el chiste inteligente, no la grosería. Tampoco necesito que me adviertan que baje el tono: sé cuándo ajustar el lenguaje. Cada show es un examen, uno nunca puede confiarse ni hacer las cosas “de taquito”.Me pasó de actuar para más de 15 mil personas, pero también viajé 700 kilómetros para hacer reír a solo cuatro en una casa de Bahía Blanca. En cada caso, la consigna es aprender a leer el clima y encontrar la herramienta que haga reír, aunque el humorista casi siempre actúa como relleno entre otras atracciones.

Alfredo Silva debutó como actor en la serie de Menem y continúa con sus shows en el teatro Picadilly y sus participaciones en televisión

—¿Recordás alguna experiencia puntual con el público que te haya marcado?

—Siempre me acuerdo de un evento en Olivera, cerca de Mar del Plata. Era el aniversario de la ciudad, con más de 15 mil personas que esperaban a una banda muy conocida, que no quiero dar el nombre. Empezó a llover y la banda suspendió el show. El locutor anunció “se fue la banda, queda Alfredo Silva”, y el ánimo cambió instantáneamente. Me saqué la remera, la regalé, empecé a contar chistes bajo la lluvia y la gente no paraba de aplaudir. Al principio estaban de mal humor, pero terminó en aplausos. También participé en eventos solidarios durante la pandemia, contando chistes para internados con Covid, cuando no había vacunas, para quienes pasaban de terapia intensiva a intermedia.

—¿Cómo te adaptás a las nuevas plataformas?

—Muy bien. Participo en un programa destreamingdiario junto a Darío Lopilato y Roberto Peña. Sigo presente en la televisión—en Telefe conAriel en su salsa, en El Nueve con Diego Pérez, y estoy preparando un nuevo ciclo con Peña desde el 7 de agosto en Somos Norte, el canal de zona norte.

—¿El cariño del público te reconforta frente a las dificultades?

—Sí. Nunca sentí inseguridad, pero cuando todo el tiempo te dicen que sos feo, que tenés los ojos para afuera, uno llega a pensar que no tiene sentido comprar ropa linda o zapatillas nuevas. Eso te tira abajo cuando sos chico. Me casé, aunque no tengo hijos. A mi esposa la conocí cuando vino a un programa, ella hacestand upcomo hobby. Las vueltas de la vida sorprenden, y hoy la confianza creció pese a todo.

—¿Cómo te llevás con los colegas del medio?

—Tengo muchos amigos humoristas. Nos ayudamos entre todos. A propósito, quiero aclarar algo que se dijo sobre cuando murió Toti Ciliberto. Hubo un malentendido porque se dijo que solo yo lo ayudé, pero no es verdad. Todos los colegas colaboraron, los chicos deVideomatchtambién estuvieron.

—¿Cuáles son tus próximos proyectos?

—Este sábado 19 de julio hago un unipersonal en el Teatro Picadilly, un espectáculo apto para toda la familia. Recuerdo mis comienzos con Anabella Ascar, en la época de Crónica, y, sin agrandarme, soy el único que sigue vigente.Nunca estuve en la mesa de Mirtha Legrand y me encantaría ir.Lo digo humildemente: soy el humorista más contratado del país. Tengo una cara especial, lo reconozco, y a veces eso llama la atención de una forma muy particular. La vida me sigue sorprendiendo.

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    Infobae.com

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