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Tim Cook se las prometía muy felices expandiendo a Apple gracias a China. La realidad es que China ha acabado conquistando a Apple

Tim Cook se las prometía muy felices expandiendo a Apple gracias a China. La realidad es que China ha acabado conquistando a Apple

Hay libros que llegan en el momento justo para hacerte repensar lo que creías saber. 'Apple in China: The Capture of the World's Greatest Company', recién publicado por Patrick McGee, es uno de ellos.

Su tesis central huele a verdad incómoda: Apple no conquistó China. Fue China quien conquistó a Apple.

Durante años hemos visto esta relación desde nuestra perspectiva: no china y tampoco americana, pero sí occidental. Apple llevó innovación, empleos y modernidad a China. El relato clásico del Silicon Valley exportando valores democráticos a través del comercio. Pero McGee da la vuelta a esa narrativa. Y cuando lo hace, todo cobra otro sentido. Más incómodo. Más real.

El 15 de marzo de 2013 marca el momento exacto en que Apple entendió las reglas. Tras una campaña orquestada por la televisión estatal china, Tim Cook se vio obligado a publicar una carta de disculpa en mandarín por las políticas de garantía de iPhone.

Aquello fue una genuflexión simbólica que reveló la verdadera naturaleza del poder en esa relación. El CEO de la que ya era la empresa más valiosa del mundo, pidiendo perdón públicamente a un régimen autoritario.

  • Desde la perspectiva occidental, fue humillante.
  • Desde la china, probablemente fue simplemente lógico: una multinacional adaptándose a las normas locales de servicio al cliente.

La trampa era perfecta porque Apple había caído enamorada de algo que solo China podía ofrecer: capacidad de escalar sin límites. Pasar de cero a 200 millones de iPhone fabricados al año requería una coordinación industrial imposible en cualquier otro lugar.

Apple se entregó por completo: formó a 28 millones de trabajadores chinos, invirtió 7.300 millones de dólares en equipamiento propio dentro de fábricas ajenas, envió a sus mejores ingenieros. McGee hace una comparación demoledora:

Una empresa privada invirtiendo en un país más que el mayor esfuerzo industrial del Estado norteamericano.

Pero Apple construyó esa catedral sin entender en qué terreno la erigía. Sin un solo alto ejecutivo residiendo permanentemente en China. Sin estrategia diplomática. Sin plan de contingencia.

Mientras Apple enseñaba sus secretos industriales, Pekín no hacía ninguna trampa, simplemente aplicaba capitalismo de Estado de forma estratégica. Usaban su ventaja (mercado gigante + capacidad industrial) para conseguir transferencia tecnológica y know-how que luego poder explotar. No es muy distinto de lo que hace Estados Unidos con TikTok o Huawei.

Con los años, el equilibrio se invirtió. En silencio. Ya no era Apple quien imponía condiciones:

Apple se adaptó. Una tras otra. Sin ruido. Sin protestas públicas. ¿Cuál era la alternativa? Perder acceso al 20% de su facturación y desmantelar una cadena de suministro que había tardado décadas en perfeccionar. Ningún CEO saldría vivo de un consejo de administración tras proponer esta idea.

El libro tiene una debilidad importante: es profundamente occidental en sus fuentes:

  1. McGee construye su narrativa principalmente desde documentos internos de Apple y testimonios de ejecutivos americanos.
  2. Apenas hay perspectiva china. No sabemos qué pensaba realmente Pekín, cuál era su estrategia interna, o cómo ven esta relación desde el otro lado.

Es como contar la Guerra Fría solo con archivos del Pentágono. Los trabajadores chinos aparecen más como recurso estadístico que como actores de su propio destino.

Y ahí llega la paradoja. En lugar de transformar China, Apple acabó transformada por ella. Las decisiones más controvertidas de la era Cook —censura, cesión de datos, silencio ante represiones— son el precio calculado de seguir operando en el mayor mercado de consumidores del mundo: 1.400 millones. Es un precio que Apple sigue pagando cada trimestre.

Tim Cook heredó una Apple admirada por su independencia creativa. Y en su legado estará dispararla financieramente, expandirla hacia los servicios y diversificar catálogo en vertical y en horizontal. Pero también dejará una Apple acorralada por sus dependencias logísticas.

Hoy intenta diversificar hacia India y Vietnam, pero el daño estructural ya está hecho. No solo porque la mayor parte de su cadena sigue en China, sino porque Apple aprendió a doblegarse. Y a que en cada mercado, alguien más dicta las condiciones. Sobre todo cuando no tiene alternativas.

"Apple en China" no es realmente un libro sobre Apple. Es un libro sobre el poder en la era global. Sobre cómo la empresa que creyó que la excelencia del producto garantizaba la independencia estratégica descubrió que en geopolítica, los márgenes no votan.

Detrás del iPhone que llevamos en el bolsillo hay algo más que innovación tecnológica. Hay cesiones calculadas, adaptaciones silenciosas, un reequilibrio de poder tan progresivo que apenas se notó hasta que fue irreversible.

Si el mercado chino pudo redefinir las reglas para Apple, ¿qué empresa multinacional controla realmente su destino?

Imagen destacada | Patrick Fore en Unsplash

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La noticia Tim Cook se las prometía muy felices expandiendo a Apple gracias a China. La realidad es que China ha acabado conquistando a Apple fue publicada originalmente en Xataka por Javier Lacort .

Fuente

Xataka.com

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