Desde que escondí el cargador inalámbrico bajo la mesa, mi escritorio ha cambiado por completo: ya no hay cables, ni bases ocupando sitio, ni el ritual de buscar el cargador cada noche. Solo apoyo el móvil en un punto de la tabla y la batería empieza a subir como por arte de magia.
Aquí no hablamos del típico cargador Qi en forma de “posavasos” que dejas sobre la mesa. Los cargadores under-desk son módulos más potentes pensados para colocarse por debajo de la superficie: la bobina va oculta y la energía atraviesa la tabla para llegar al móvil.
La clave está en que trabajan a mayor distancia de carga, normalmente entre 10 y 30 mm, e incluso hay modelos que llegan a los 50 mm según fabricante. Eso les permite funcionar sin problema bajo tableros de madera, cristal, mármol o similares, siempre que no haya metal de por medio.
La tecnología sigue siendo carga inductiva: una bobina en el cargador genera un campo magnético que se acopla con la bobina del móvil y la convierte en energía. La diferencia es que aquí todo sucede “a través” de la mesa, sin que se vea el dispositivo.
Lo primero que tuve que revisar fue de qué material era la mesa y cuánto medía el grosor justo en la zona donde quería el cargador:
En mi caso, la mesa es de madera laminada de unos 20 mm, así que entraba de sobra en las especificaciones. Solo tuve que comprobar que no hubiera una estructura metálica cruzando justo donde pensaba poner el “punto de carga”.
El montaje fue menos dramático de lo que imaginaba, pero conviene hacerlo con un poco de calma:
Busqué un punto cómodo donde suela dejar el móvil: a un lado del teclado, pero sin estorbar al escribir. Pegué una pequeña pegatina circular en la parte superior para saber dónde apoyar luego el teléfono.
Con el móvil justo encima de la mesa, trasladé la posición a la cara inferior usando un lápiz. Algunos cargadores traen una plantilla o un adhesivo tipo “espiral” que ayuda a alinear la bobina.
Hay dos sistemas habituales:
Yo opté por el adhesivo, suficiente para un uso normal y sin necesidad de agujerear la mesa.
Estos cargadores suelen pedir fuentes de 18–24 W para aprovechar bien la potencia. Conecté el transformador a una regleta bajo la mesa, junto con el resto de cables ocultos en un canal de gestión.
Apoyé el móvil sobre la marca de la mesa y esperé el icono de carga. Si lo deslizaba un poco, se notaba el punto donde la bobina encajaba mejor. Algunos kits incluyen una pegatina definitiva para señalar esa zona en la parte superior.
Desde ese momento, el móvil carga igual que en una base Qi normal, pero sin ver ni un solo cable.
Aunque el sistema es bastante plug & play, hay un par de detalles que he tenido en cuenta:
El resultado final es que ahora tengo un punto de carga invisible integrado en la mesa: llego, dejo el móvil donde siempre, y la batería sube sin que aparezca un solo cable por el escritorio. Y una vez te acostumbras, volver a ver bases y cargadores por todas partes da bastante pereza.
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La noticia
Así he instalado un cargador inalámbrico invisible debajo de mi mesa y ahora me olvido de cables para cargar el móvil
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Xataka Móvil
por
Manuel Naranjo
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