Cada vez que se estrena una película de 'Avatar', no podemos evitar caer en los mismos lugares comunes: "espectáculo grandilocuente", "belleza visual sin parangón", "reto técnico" o "imaginación sin límites" son frases que se van a apelotonar en las opiniones de medio mundo, y no les quiero quitar su validez. Pero, tras ver 'Avatar: Fuego y ceniza', creo que es obligatorio hacernos una pregunta: ¿Hasta cuándo vamos a dejar que una capa de efectos visuales y la aparente espectacularidad del 3D tapen el hecho de que James Cameron nos ha colado la misma historia tres veces ya?
Tengo que reconocerlo: nunca he entrado en esa catarsis colectiva con 'Avatar'. Desde la primera entrega, los diseños me causan una increíble repulsa, el festival de CGI se me atragantan y, más allá de los innegables logros técnicos, veo un increíble y abismal vacío en el lugar donde debería haber corazón. En las dos primeras partes, cualquier defecto podía pasarse por alto gracias a la emoción de la novedad y el descubrimiento de Pandora, pero en 'Avatar: Fuego y ceniza' se hace notorio que, cuando el telón cae, tras su pretendida y autodenominada grandeza solo hay un inmenso vacío.
James Cameron ha perdido la oportunidad de hacer crecer el mundo de Pandora en esta tercera entrega sin perder una pizca de magia. Sin embargo, más allá de la tenue evolución de los personajes, repite temática, enemigos y situaciones sin sonrojarse lo más mínimo, demostrando, al contrario que el resto de su filmografía, una falta de imaginación alarmante que subraya su mera condición de secuela intrascendente. Aunque promete cambiarlo todo de cara al futuro, las piezas del tablero general apenas se mueven, dejando un sabor ciertamente amargo tras las innecesarias tres horas y media de metraje.
Por supuesto, esto es solo la opinión de alguien que nunca se fascinó con Pandora, y no quiero llamar a equívocos. Si eres fan de 'Avatar', Cameron sabe exactamente lo que darte y qué teclas pulsar para que salgas satisfecho de la sala: no escatima en batallas, persecuciones, comentarios medioambientales, novedades tecnológicas y detalles inéditos sobre la vida de los Na'vi. Por más que me haya aburrido y decepcionado, hay que ser consciente de que la amplísima mayoría del público, deseoso de un blockbuster efectivo, saldrá con una sonrisa en la boca. Eso es lo que cuenta, al fin y al cabo.
De manera muy inteligente, y consciente de que no daba mucho más de sí, esta tercera entrega relega a Jake Sully a un papel más secundario y pone en el centro de la trama a Neytiri y Spider, ambos traumatizados a su manera por el final de 'Avatar: el sentido del agua' (si no lo recuerdas no te preocupes, porque te lo explicarán varias veces). El núcleo emocional de la cinta está aquí y es lo que mejor funciona, sin dejar por ello de ser una historia de redención clásica repleta de tópicos y casi telegrafiada desde su inicio. El resto de personajes (con la excepción de Miles, a medio camino de su arco global) parecen meras comparsas de las tres tramas principales, resultando por momentos más un incordio de obligada aparición que un mecanismo narrativo coherente.
Acepto que gran parte de mis problemas con 'Avatar: Fuego y ceniza' son precisamente por los que muchos otros están extasiados. Por ejemplo, el uso del 3D o del HFR en las escenas de acción, que no puedo evitar ver como una televisión mal configurada, con mareos incluidos. Aceptando su condición de montaña rusa o videojuego de acción incontrolable, muchos son los que gozan con esta fluidez a 48 fotogramas por segundo como mecanismo plenamente inmersivo. De hecho, si en la segunda parte el efecto ya era notorio, en esta tercera entrega no levanta el pie del acelerador en ningún momento. Si lo disfrutas vas a gozar, pero si, como yo, no puedes verlo sin sentir cómo te echa de la proyección a patadas, vas a tener un problema.
'Avatar: Fuego y ceniza' es la peor película de la saga: es repetitiva, poco original y, por momentos, tediosa en su obsesión por contarnos hasta el último detalle de Pandora. Tampoco es que Cameron engañe a nadie: es más de lo mismo, porque es lo que el público está pidiendo. Una aventura con alguna novedad, pero cuya estructura básica ya hemos visto anteriormente y cuyas escenas de acción podrían ser intercambiables con 'Avatar: el sentido del agua'. A la saga se le está acabando la magia (que no los millones en taquilla) por no atreverse a evolucionar o a dar pasos seguros hacia el futuro. Tres horas y media supuestamente espectaculares, pero francamente desaprovechadas.
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'Avatar: Fuego y ceniza' es un más de lo mismo que encantará a los fans de la saga. James Cameron sigue siendo infalible, pero la magia de Pandora ha desaparecido
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por
Randy Meeks
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