Entre 1948 y 1952, Estados Unidos destinó 13.300 millones de dólares de la época a reconstruir Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial. Esta estrategia se bautizó como ‘Plan Marshall’. China tiene su propio Plan Marshall, uno enfocado a acelerar el desarrollo de tecnologías ‘verdes’ a escala global.
Y está redibujando el mapa energético de países en desarrollo.
El Plan Marshall verde. Se estima que, desde 2011, China ha invertido la friolera de 227.000 millones de dólares en más de 450 proyectos de manufactura de nueva energía. De esa cantidad, alrededor del 88% se concentra desde 2022, lo que muestra una aceleración imponente en su hoja de ruta.
BRI. Una de las piezas centrales de la política exterior del gobierno de Xi Jinping es la Belt and Road Initiative, o “Iniciativa Franja y Ruta”. La idea era crear un nuevo concepto de relaciones internacionales basadas en el libre comercio que tomaba como modelo la antigua Ruta de la Seda (algo que China ha retomado).
Gran parte de esa inversión en energía verde se está destinando a los países que forman parte de la BRI, y sólo en 2024 China invirtió 11.800 millones de dólares en energía verde. En los primeros seis meses de 2025, la inversión fue de 9.700 millones, lo que muestra otro acelerón en la ampliación de su política verde más allá de sus fronteras.
Sobreproducción como palanca de cambio. Y, si la pregunta es “por qué”, la respuesta es “porque pueden”. Aunque China sigue extrayendo carbón y quiere convertirse en una potencia petrolífera, también ha apoyado el sector de las renovables de una forma firme. Tanto que han conseguido una ventaja manufacturera aplastante comparada con Occidente.
Se estima que China produce el 80% de los paneles solares del mundo, el 75% de las baterías de litio y el 70% de las turbinas eólicas. Tienen una competencia interna tan fuerte que sus empresas han tenido que crear una especie de OPEP para no pisarse entre ellas. Y, claro, esa enorme producción ha colapsado el mercado: los paneles solares tienen precios por los suelos, han aplastado a la competencia occidental y esos bajos precios permiten que países en vías de desarrollo o que quieran cambiar su modelo energético puedan hacerlo a un coste menor que hace pocos años.
Nombres propios. En 2024, China exportó tecnologías relacionadas con las renovables (paneles, turbinas, baterías y vehículos eléctricos) por valor de 177.000 millones de dólares, lo que equivale a un 5% de sus exportaciones totales. Siendo la fábrica del mundo, es una barbaridad. Pero de esa cifra, 72.000 millones fueron destinados a países en desarrollo. Y no sólo porque esos países estén comprando a China, sino porque China está invirtiendo, directamente, en ellos.
Un ejemplo es Etiopía. En 2024, prohibieron la importación de nuevos coches de gasolina con el objetivo de apostar por los de nueva energía. Pero a su vez, entre 2011 y 2018, China invirtió 4.000 millones en el sector energético etíope, con múltiples parques eólicos o la Gran Presa del Renacimiento Etíope. Este año, otros 500 millones de dólares han ido a parar a plantas de manufactura solar: empresas chinas se están estableciendo en esos países.
Otro ejemplo es Marruecos, con fábricas de baterías de fabricantes chinos para alimentar coches eléctricos. En general, China se está moviendo por África apoyando esa transición energética de países tradicionalmente muy dependientes de los combustibles fósiles, pero no se van con las manos vacías: también construyen infraestructuras que les permiten explotar minas de materiales críticos, una pata fundamental del negocio tecnológico chino y de la geopolítica.
'Gran muralla solar' de China en 2017
Y en diciembre de 2024
Brasil, a lo China. Se estima que el 90% de los paneles solares instalados en África son chinos, y también se están expandiendo por Latinoamérica. Por un lado, con influencia: construyen infraestructuras y se están convirtiendo en un actor clave en el renacer ferroviario de América del Sur. Por otro, están instalando fábricas en varios países. Y ahí Brasil se ha movido de forma muy inteligente.
El país aumentó los aranceles a todas las importaciones de automóviles para obligar a algo que la propia China hizo años atrás cuando los fabricantes occidentales quisieron entrar en el país: que abran fábricas en su territorio. BYD o Great Wall Motors están instalando plantas en Brasil.
Extraños compañeros de cama. Y luego está India. Las relaciones diplomáticas entre ambos países no están en su mejor momento y, de hecho, India está aprovechando cualquier excusa para recordar a China que ellos también tienen músculo militar. Sin embargo, al otro lado de esas tensiones, nos encontramos un país que está experimentando un crecimiento explosivo en capacidad renovable, pasando de los 190 GW instalados a los casi 500 GW proyectados para 2030.
Y lo que está haciendo posible ese cambio es la compra masiva de tecnologías renovables a China. India compra el 17% de las células solares que exporta China, lo que crea una dependencia tecnológica bestial, así como un dilema: necesitan energía verde con disponibilidad inmediata, pero además quieren desarrollar sus propias capacidades industriales. Y esa sobreproducción de China, con los precios tan bajos, hacen que el objetivo de manufactura nacional se vuelva menos atractivo.
Tomando el papel de EEUU. Y, precisamente, ha sido durante la COP30 celebrada hace unos días en Brasil, donde se ha puesto en valor ese papel de China. En un reportaje de The New York Times señalan cómo, en el Acuerdo de París, los países ricos se apoyaron en los más pobres para empezar a tomar medidas en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. En algunos casos, quedó en una simple promesa mientras los países en desarrollo clamaban su derecho a la industrialización, algo para lo que han estado utilizando combustibles fósiles.
China ha visto el hueco y gracias a las renovables baratas, esos países en desarrollo pueden continuar su industrialización de una forma más respetuosa con el medio ambiente. Y volvemos a lo de antes: China presentándose como un pilar de la estabilidad global en un evento en el que Estados Unidos no ha hecho acto de presencia.
Y mientras Europa y EEUU analizan qué hacer, China sigue expandiendo su influencia.
Imágenes | NASA, Korea Aerospace Research Institute
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La noticia
China activó un "Plan Marshall" renovable en 2011. Está logrando algo más que descarbonizar el planeta
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alejandro Alcolea
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