Desde hace meses, los servicios de inteligencia occidentales y los analistas militares venían advirtiendo de que algo profundo estaba cambiando en Corea del Norte: gracias al respaldo ruso, el régimen de Kim Jong-un empezaba a acelerar la modernización de su ejército, con avances en misiles, drones y hasta indicios de apoyo técnico en programas tan sensibles como el de submarinos de propulsión nuclear. Moscú parecía estar rompiendo tabúes estratégicos para apuntalar a un aliado aislado, pero quedaba una pregunta clave sin responder.
Ahora, empieza a quedar claro cuál es el precio real a pagar por ese salto militar.
Alianza sellada con sangre. Como decíamos, a la alianza del eje Moscú-Pionyang reactivado por necesidad mutua se ha revelado el precio real de una de las partes con una claridad brutal: Corea del Norte está pagando su respaldo a Rusia poniendo a sus propios soldados en la tarea más peligrosa de la guerra de Ucrania.
No como asesores, ni como retaguardia simbólica, sino como carne de riesgo extremo, enviados a limpiar campos de minas en zonas de combate activo, allí donde la probabilidad de morir o quedar mutilado es estructuralmente alta. La confirmación ha llegado de boca del propio Kim Jong-un, en un gesto poco habitual de transparencia propagandística, y marca un salto cualitativo en el grado de implicación norcoreana en el conflicto europeo.
Ingenieros en el infierno de Kursk. Los soldados norcoreanos desplegados en Rusia pertenecen a unidades especializadas de ingenieros de combate, enviados a la región de Kursk para realizar labores de desminado tras los combates con fuerzas ucranianas. Se trata de una misión técnicamente compleja y psicológicamente devastadora, incluso para ejércitos profesionales bien equipados, y aún más para tropas procedentes de uno de los regímenes más cerrados y disciplinados del planeta.
Según los datos oficiales, la operación duró unos 120 días y se saldó con la muerte de al menos nueve soldados, aunque servicios de inteligencia occidentales y surcoreanos estiman que las bajas reales de personal norcoreano en la guerra podrían ascender a cientos. Antes de estos ingenieros, hasta 15.000 efectivos norcoreanos habrían combatido junto a fuerzas rusas en la misma región para expulsar a unidades ucranianas.
El pacto tácito. La lógica que sostiene este despliegue es tan simple como inquietante. Rusia, necesitada de hombres, munición y capacidad de regeneración tras años de guerra, ofrece a cambio a Corea del Norte aquello que más necesita: combustible, alimentos, ayuda financiera y, sobre todo, acceso a tecnologías militares avanzadas que podrían modernizar su ejército y sus programas de misiles y armamento.
Para un régimen asfixiado por sanciones internacionales, vender mano de obra militar altamente disciplinada resulta un activo estratégico. No es solo apoyo ideológico o diplomático: es una transacción directa en la que Pionyang intercambia vidas humanas por oxígeno económico y militar.
Escenografía del sacrificio. El fin de semana se supo que el regreso de los ingenieros fue celebrado en Pyongyang con una ceremonia cuidadosamente diseñada para transformar la pérdida en épica. Kim Jong-un abrazó a soldados heridos, algunos en silla de ruedas, consoló a familias de los fallecidos y otorgó a los muertos las más altas condecoraciones del Estado, prometiendo “lustre eterno” a su sacrificio.
Las imágenes difundidas por la agencia KCNA muestran al líder arrodillándose ante retratos de los caídos, colocando flores y medallas, y hablando de “milagros” logrados en zonas mortales convertidas en espacios seguros. Todo ello forma parte de un esfuerzo deliberado por normalizar el envío de tropas al extranjero y reforzar el apoyo interno a una decisión que, en cualquier otro contexto, sería políticamente explosiva.
Minas terrestres rusas colocadas durante el avance de Ucrania en la contraofensiva del sur de Ucrania de 2022. Se lee "desde un corazón puro" y "con amor desde Rusia"
Propaganda y obediencia. El relato oficial va más allá del homenaje. Los medios estatales norcoreanos han difundido imágenes de soldados avanzando sin dudar por campos minados o bajo fuego intenso, así como escenas de combatientes heridos que se suicidan con granadas para evitar ser capturados.
No es solo propaganda de guerra: es un mensaje interno de disciplina absoluta, donde la vida individual queda subordinada por completo al Estado y al líder. En este marco, el soldado no es un ciudadano armado, sino un recurso estratégico prescindible, entrenado para aceptar misiones que otros ejércitos considerarían casi suicidas.
De aliados ideológicos a socios operativos. La implicación norcoreana no se limita al envío de hombres. Pyongyang ha suministrado a Moscú grandes cantidades de proyectiles de artillería, misiles y armamento diverso, reactivando de facto un tratado de defensa mutua heredado de la Guerra Fría.
Sin embargo, el despliegue de tropas sobre el terreno marca una frontera nueva: Corea del Norte ya no es solo un proveedor lejano, sino un actor operativo dentro de la guerra. La elección del desminado no es casual: es una función esencial, peligrosa y poco visible, perfecta para un aliado que puede asumir pérdidas sin rendir cuentas a la opinión pública.
Precedente inquietante. Que un Estado venda a sus soldados para limpiar minas en una guerra ajena no es solo una anécdota oscura del conflicto ucraniano, sino un precedente perturbador. Demuestra hasta qué punto la guerra se está internacionalizando por capas, incorporando actores que intercambian apoyo no por afinidad estratégica a largo plazo, sino por pura supervivencia de régimen.
En este esquema, Corea del Norte ha encontrado una forma extrema de romper su aislamiento, mientras Rusia obtiene algo cada vez más escaso: hombres dispuestos (o forzados) a caminar donde nadie más quiere hacerlo. El precio de esa alianza ya no se mide en tratados ni en discursos, sino en pasos dados sobre terreno minado.
Imagen | GoodFon, Stefan Krasowski, Ministry of Defense of Ukraine
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La noticia
Corea del Norte ha revelado qué le da a Rusia para tenerla cerca: un ejército para "limpiar" la zona más peligrosa y letal de Ucrania
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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