Luz, de 91 años, decidió llevar el caso hasta la justicia debido a los efectos auditivos y psicológicos que le habrían provocado los constantes ladridos. “Me interrumpía la rutina y, de repente, tenía que sentarme aquí, abrazarme la cabeza y pensar qué es lo que sigue, porque el perro me perturbaba”, expresó.
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