Mientras el mundo gira entre conflictos, avances tecnológicos y debates sobre el futuro de la humanidad, hay un rincón del planeta donde el tiempo parece congelado, literalmente. Allí, donde las temperaturas descienden hasta los 60 grados bajo cero, el viento sopla sin tregua y el sol puede esconderse por meses o brillar sin descanso, en medio de la nieve y la soledad, la espiritualidad también encuentra su espacio
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