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Del comercio ambulante a los patios de comida ilegales: la expansión de toldos azules que desborda al barrio Meiggs

Del comercio ambulante a los patios de comida ilegales: la expansión de toldos azules que desborda al barrio Meiggs

Cada semana, Marta Cisternas (41) se baja de la micro 506 en Estación Central con una misión clara: comprar productos de aseo para revender en su almacén de Peñalolén. Y es que hace 18 años, el barrio Meiggs se transformó en su abastecedor oficial. Como muchas otras personas, encuentra, dentro de las 16 cuadras de este polo comercial, variedad y buenos precios.

Hace tres meses, sin embargo, Marta descubrió un nuevo atractivo en el sector: antes de volver a casa, a eso del mediodía, se sienta a la mesa en un pequeño puesto de comida, ubicado bajo un toldo azul, en la vereda de la calle San Alfonso con Toesca. “Acá como rico y barato”, dice, mientras una mesera le sirve un plato de arroz con carne y papas fritas, más una ensalada. Todo por $4.500.

Otros aprovechan una minivan en la vereda de enfrente, también bajo un toldo, que ofrece en sus pancartas de colores diferentes tipos de café y completos a solo $ 1.800.

Lo que antes era solamente comercio informal hoy se parece más a un pequeño patio de comidas, pero que no paga impuestos y donde no hay ningún control sanitario: carritos con sillas, menús escritos con plumón y cocinas que funcionan a fuego lento bajo la lona. La escena se repite a lo largo de San Alfonso, desde la Alameda hasta Blanco Encalada. Casi un kilómetro donde se contabilizan cerca de 700 toldos, apilados uno junto al otro.

Cristián Pizarro, director ejecutivo de la Asociación de Desarrollo de Barrio Meiggs (ADBM), dice a La Tercera que el panorama ha cambiado radicalmente desde los primeros brotes de comercio informal tras la pandemia: “Hay más toldos azules que antes. Hasta el 2023 solo se concentraban en las calles Salvador Sanfuentes, Conferencia y Sazié, pero hoy llegan hasta el extremo sur del barrio, a la avenida Blanco Encalada y la calle Claudio Gay”.

Las cifras oficiales dicen mucho. Según la asociación, que realiza levantamientos de datos cada dos meses, en 2022, cuando comenzaron el conteo, había 3.096 toldos. En diciembre de 2024 tenían 5 mil toldos. Al final de marzo, un nuevo registro arrojó 4.800 toldos fijos.

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Aunque para Pizarro, la cifra es engañosa. “Porque Navidad es el mejor mes del año. Y solo bajaron 200. Eso quiere decir, y proyectamos preliminarmente, que si no hacemos nada, para fin de año tendremos entre 6 mil y 7 mil toldos. Y considera que en el barrio hay 5 mil locales de comercio establecido”.

En paralelo al crecimiento territorial, el funcionamiento de los puestos también ha ido mutando.

En Salvador Sanfuentes, algunos toldos azules ya no se retiran al final del día, como antes. Ahora, sus dueños duermen ahí mismo, bajo la lona, para evitar robos y asegurar el espacio. La escena se ha vuelto cotidiana: hacen fogatas, se cuelgan de la electricidad y, según relatan los locatarios, serían en su mayoría de nacional china. Todo esto tiene un evidente efecto en los centros comerciales legales del sector.

A eso se suman cocinerías y venta de alcohol desde las 10:00 a.m.

Para Rubén (45), que atiende un puesto de hamburguesas y mojitos en calle Bascuñán Guerrero, la cocinería se ha vuelto el nuevo atractivo del barrio. “Para el comerciante es rentable, porque el cliente viene a comprar su mercadería y, si le da hambre, al lado tiene una mesa, sillas, y sin fila; es mucho más cómodo que meterse a un local en la Alameda”, esboza.

El puesto, que está recubierto con un toldo y nylon por el costado, le deja en un día cerca de $ 300.000. No paga por el puesto. Él dice que se “ganó el espacio”. “Acá nos instalamos en enero, dejaron de controlar. Llegamos de Padre Hurtado a las 9:30 aproximado, y nos quedamos hasta las 18:00 o un poco más cuando el día está bueno”.

Pero con esto, obviamente, surgen nuevos problemas. Los propios locatarios explican que los camiones de basura de la municipalidad no pueden entrar a recoger los desperdicios porque las calles principales se encuentran tomadas. Y si entran, los comerciantes ambulantes los agreden, impidiendo su circulación. Todo eso, dicen desde el comercio establecido, hace difícil la actividad de las importadoras del barrio.

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El tránsito público también ha cambiado. Antes, la calle de San Alfonso contaba con tránsito de micros Red. Hoy persiste un solo paradero en la esquina con Gorbea abandonado, que es utilizado de vitrina para un toldo donde su dueño oferta pailas de huevo y sándwiches de miga.

La Municipalidad de Santiago, organismo al que corresponde el orden y fiscalización del barrio Meiggs, reconoce que la situación del sector es crítica: “Así lo recibimos”, respondió a La Tercera el alcalde Mario Desbordes (RN), aunque descartó que el barrio haya empeorado desde que la nueva administración asumiera, en diciembre de 2024.

“¿Tiene la capacidad el municipio de solucionar esto ahora? No. Hemos dicho que esto es algo que se va a demorar un año y medio por lo menos”, subraya el edil.

La municipalidad ha defendido el desarrollo de un plan integral, que contempla seguridad y copamiento, y que será aplicado en unos dos meses más. En rigor, se busca crear una alianza con los comerciantes establecidos para financiar mayor capacidad de guardias de seguridad, privados y municipales.

No tenemos la fuerza, Carabineros no tiene más dotación”, agrega Desbordes.

Para los comerciantes, sin embargo, el problema es ahora.

En marzo, el barrio Meiggs alcanzó un récord de 4,2 millones de visitas debido a la temporada de ventas de útiles escolares. No obstante, los locatarios formales reportan una caída del 50% en sus ventas respecto del año anterior, lo que atribuyen al avance del comercio informal instalado en los toldos azules.

“Dejan tan poco espacio para transitar, que estás casi obligado a comprarles a ellos”, señalan desde la Asociación de Desarrollo de Barrio Meiggs. Y esta baja en las ventas además ha tenido un efecto directo en el empleo: si antes un local funcionaba con ocho trabajadores, hoy apenas se sostiene con tres.

Fuente

LaTercera.com

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