Dormir mejor empieza en el intestino: cada vez entendemos más la relación entre flora intestinal y calidad del sueño
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Dormir mejor empieza en el intestino: cada vez entendemos más la relación entre flora intestinal y calidad del sueño

Hace ya un tiempo que muchos investigadores vienen señalando que el intestino no se limita solo a digerir alimentos. Tiene neuronas, produce sustancias que el cerebro también usa para comunicarse y, lo más curioso, parece estar en contacto directo con él. De ahí que algunos lo llamen “el segundo cerebro”. Y tal vez no suene tan exagerado si pensamos que también puede influir en cómo dormimos.
Dormir mal afecta a la digestión (Y viceversa). A muchos nos pasa: después de una cena pesada cuesta dormir, y tras una mala noche el estómago parece más sensible. Aunque parezcan cosas sin relación, en realidad están conectadas.
Cuando uno de los dos falla, el otro también lo nota. Dormir mal estresa al cuerpo, se libera más cortisol y eso puede alterar el funcionamiento del intestino. Y si el sistema digestivo no anda bien, manda señales al cerebro que complican relajarse y conciliar el sueño. Es como una charla silenciosa que ocurre todo el tiempo entre lo que pasa en la cabeza y lo que se siente en la barriga.
El respaldo científico. Cada vez hay más investigaciones que confirman algo clave: la calidad del sueño está muy ligada al estado de nuestra microbiota intestinal. Uno de los estudios más interesantes se publicó en 2023. Los científicos usaron una técnica bastante precisa —llamada “aleatorización mendeliana bidireccional”— y demostraron que el sueño y el intestino están en comunicación constante. Cuando ese equilibrio se rompe, ya sea por un mal descanso o por un desajuste digestivo, ambos sistemas se ven afectados.
Además, lo más curioso es que la hormona clave para regular el sueño se produce en el intestino: la melatonina. Según una investigación, tener un intestino en equilibrio podría ser una de las claves, a veces invisibles, para poder dormir bien.
Pero… ¿Y el estrés? El estrés es otro gran actor en esta historia. Cuando se está estresado, no solo te cuesta más dormir. También se altera el sistema digestivo. Y lo más interesante: la microbiota intestinal también se ve afectada.
De hecho, un estudio reciente ha encontrado que el intestino reacciona al estrés y, dependiente de cómo esté, puede calmarlo o empeorarlo. Si la flora intestinal está desequilibrada, se sentirá más ansiedad, más irritabilidad, y costará más relajarse. Al final, es un círculo vicioso: el estrés altera el intestino, el intestino responde mal, y todo eso interfiere en el sueño.
El foco en la alimentación. La dieta es clave para mantener una microbiota equilibrada, que ayuda a regular el sueño y el estado de ánimo. Un estudio ha revelado la importancia de comer con horarios regulares, evitar cenas pesadas o tardías, incorporar alimentos ricos en fibra, fermentados naturales como el yogur o el kéfir, y reducir ultraprocesados puede tener un impacto real en tu descanso. Incluso se ha observado que ciertos probióticos, como Bifidobacterium breve, pueden mejorar la calidad del sueño al influir en el eje hormonal que regula el estrés.
Dormir bien no es cuestión de una buena almohada. Que también. Dormir bien es un acto de equilibrio. No solo mental, también intestinal. Entender esa conexión invisible entre el cerebro y el sistema digestivo puede ser el primer paso para recuperar el descanso. Porque a veces, cuidar la barriga es también cuidar el sueño.
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Alba Otero
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