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El cierre del ciclo progresista

El Ciudadano

Por Igor Goicovic Donoso

La aplastante derrota de la candidata de la alianza Unidad por Chile (Frente Amplio, Partido Comunista, Partido Socialista, etc.), Jeannette Jara (42%), frente al candidato de la derecha, José Antonio Kast (Cambio por Chile: 58%), en la segunda vuelta presidencial del 14 de diciembre de 2025, puso en evidencia el profundo desgaste experimentado por la política socialdemócrata de administración del régimen económico y político neoliberal.

Efectivamente, José Antonio Kast no solo marcó una importante diferencia electoral (18 puntos sobre su rival), sino que, además, se impuso en todas las regiones administrativas del país. Es más, en las comunas de más altos ingresos, como Las Condes y Vitacura, su votación promedio alcanzó el 79% de los sufragios, mientras que, en las comunas obreras, como Puente Alto, La Pintana o Pedro Aguirre Cerda, se impuso Jennette Jara, pero por un margen porcentual mucho más reducido de votos (55% en promedio).

Dicho de otro modo, mientras la burguesía y sus aliados mantuvieron una estricta adhesión electoral a su representante, pese a los giros conservadores del discurso de la candidata “progresista”, en los barrios obreros el discurso de la “seguridad ciudadana” y de la “mano dura” contra la delincuencia, caló profundamente. Sectores que históricamente habían entregado un respaldo masivo a las candidaturas de Michelle Bachelet y de Gabriel Boric, en esta oportunidad se comportaron de manera más renuente.

Es más, zonas históricamente identificadas con el surgimiento del movimiento obrero, como Tarapacá (62%) y las comunas carboníferas del Golfo de Arauco (61% en promedio), le entregaron un respaldo mayoritario al candidato de la burguesía. Incluso en la Región de La Araucanía, que en teoría es expresión de una amplia y masiva movilización de las comunidades mapuche en demanda de la restitución de sus tierras y del reconocimiento de su autonomía política, el representante de los agricultores y por extensión de un endurecimiento de las políticas represivas del Estado (Kast), obtuvo el respaldo del 69% del electorado.

No obstante, el resultado no se reduce a la desafección de los electores con la gestión y el discurso de la actual coalición de gobierno y con la candidata que representaba el continuismo. El problema es mucho más profundo y arranca, en buena medida, de la profunda derrota política experimentada por el movimiento popular durante la revuelta del año 2019.

Efectivamente, la amplia y masiva movilización de los trabajadores y los pobres del año 2019, que cuestionaba las bases de sustentación del modelo económico y político del neoliberalismo, fue orientada hacia un proceso constituyente que, carente de una orientación programática y política clasista, naufragó tempranamente (2022).

Sin una organización política capaz de sistematizar las experiencias de lucha de los trabajadores y del pueblo, sin un programa de clase, capaz de articular las demandas más amplias de los sectores populares, sin una alianza estrecha entre las movilizaciones obreras y las movilizaciones de otros sectores sociales, como los indígenas, feministas, ambientalistas, etc., la movilización popular se fue diluyendo en un ritual callejero de enfrentamientos cada vez menos periódicos y menos masivos, entre manifestantes y policías antidisturbios. De dicha experiencia no quedó nada. Ni como capital político, ni mucho menos como articulación orgánica.

No es extraño, en consecuencia, que la administración de Gabriel Boric (2022-2026), se abocara tempranamente a la administración del modelo neoliberal (aprobación del TPP11 y alianza Estado-Soquimich para la explotación del litio), a la que vez redoblaba la represión en La Araucanía y promulgaba la ley “gatillo fácil” o Naín Retamal (2023), que favorecía el actuar represivo de las fuerzas policiales. ¿Qué distinguía al gobierno “progresista” de Gabriel Boric, de las anteriores administraciones de la Concertación de Partidos por la Democracia o del derechista Sebastián Piñera? En lo estructural, nada. Resulta particularmente indicativo que en un país donde el 1% más rico de la población concentra el 37% de la riqueza, y el 10% más rico controla el 69% de la misma (World Inequality Report, 2025), este aspecto no haya sido tema de discusión y tampoco haya estado en la campaña presidencial de Jeannette Jara.

No obstante, la derecha y los medios de comunicación al servicio de sus intereses, lograron instalar como temas más relevantes (con el respaldo del oficialismo), la inseguridad y la criminalidad y la migración “irregular” y el control de fronteras. De esta manera, se sacaba el foco de los problemas de fondo, es decir, de aquellos temas que habían precipitado la revuelta de 2019, y se colocaba el acento en algunos de los efectos de esos problemas.

El capital político del “progresismo” se agotó y difícilmente logre reponerse en el corto o mediano plazo. La desaparición de algunos partidos históricos del centro político, como la Democracia Cristiana y el Partido Radical, transfiere a parte importante de su electorado a las filas de la derecha. Por otro lado, el electorado que se integra forzosamente a los escenarios electorales (un 30% del padrón electoral) es, en general, un votante desafiliado que se inclina hacia la derecha, en función del discurso predominante en redes sociales (“ciudadanía tik tok”). Por último, una parte importante del electorado de izquierda, si bien reitera su disciplina electoral, resiente el discurso servil de sus líderes, que cada vez más se distancian de sus demandas y se inclinan ante la burguesía.

De esta manera, se abre un nuevo espacio de posibilidad para la izquierda revolucionaria. Aquella que ha mantenido de forma inalterable un discurso clasista, anclado en las demandas de transformación profunda del régimen económico y del sistema político; aquella que ha apelado sistemáticamente al protagonismo popular. Pero ahí tampoco son muchos los avances o los logros. Mientras esa izquierda sea incapaz de atender las transformaciones y los cambios operados en la sociedad chilena, mientras siga fragmentada infinitesimalmente en grupúsculos incapaces de articularse unos con otros, mientras carezca de un programa político compartido, mientras siga confundiendo lo táctico con lo estratégico, no podrá revertir su marginalidad e irrelevancia política. Hoy la tarea es superar esos problemas y la superación de los mismos pasa, una vez más, por concordar un programa, articular un espacio de conducción y precisar la estrategia de intervención.

Por Igor Goicovic Donoso

Quilpué, 14 de diciembre de 2025

Resumen, 16 de diciembre de 2025.


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Diciembre 18, 2025 • 1 hora atrás por: ElCiudadano.cl 18 visitas

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