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El desafío de criar en Chile: ¿qué nos dice la baja natalidad sobre las condiciones de maternidad?

El desafío de criar en Chile: ¿qué nos dice la baja natalidad sobre las condiciones de maternidad?

Francisca (su nombre ha sido cambiado), tiene 37 años, una pareja con la que tiene un acuerdo de unión civil hace tres, un trabajo estable desde hace más de una década y no tiene hijos. Es una de las muchas mujeres que se enfrentan a la incertidumbre de no saber si quieren ser madres. “A mí nunca me rondó la idea de maternidad, no fue un sueño de niña, pero tampoco lo rechacé. La idea de ser madre es algo que todavía reflexiono”, dice.

En 2024, Francisca decidió congelar sus óvulos y extender el periodo de posibilidad, pero es una realidad a la que pocas pueden optar. “En Chile es muy caro congelar óvulos. No hay ayudas estatales, así que es una decisión que se toma desde el privilegio”, admite. Su decisión revela una tensión que atraviesa a muchas personas en Chile: la necesidad de no cerrar esa puerta del todo, aun cuando la idea de maternar se percibe como incierta, riesgosa o simplemente incompatible con la vida que se puede sostener. Porque si incluso mujeres con estabilidad económica dudan, ¿qué pasa con quienes crían solas, sin redes o con ingresos inestables?

La baja natalidad en Chile no es solo un dato estadístico, sino también el reflejo de un entorno que no garantiza condiciones mínimas de crianza. Según las Estadísticas Vitales más recientes publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mientras en los años 90 las personas menores de 18 años representaban al 35% de la población total, hoy apenas conforman el 22,4%. Marcela Puentes, directora de la Escuela de Obstetricia y Neonatología en la Universidad Diego Portales, explica que la disminución de la natalidad comenzó en los años 60, con la llegada de la píldora anticonceptiva. “Las mujeres empezamos a poder organizar y decidir cuántos hijos tener y cuándo tenerlos. Pero, además, la maternidad se ha ido retrasando y hoy tenemos un grupo importante que se embaraza después de los 35″, dice Puentes.

Paloma del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga, centro dedicado a recopilar y analizar datos sobre niñas, niños y adolescentes en Chile para el desarrollo de mejores políticas públicas para la niñez, explica que esto no es simplemente una elección individual de un grupo de mujeres, sino una consecuencia de las condiciones de crianza. “La baja natalidad es el reflejo de un cambio cultural y social profundo. En parte se debe a una mayor capacidad de elegir de las mujeres, pero también refleja que tenemos un sistema que no está preparado para apoyar adecuadamente a las familias, especialmente a las mujeres que desean ser madres sin perder su autonomía económica y que quieren garantizar a sus hijos un buen pasar. La falta de políticas públicas eficaces de conciliación y de redes de apoyo deja a muchas personas en una situación de precariedad, lo que impacta directamente en la decisión de tener hijos”, dice.

Chile está viviendo una transformación demográfica profunda, y ante ella, se vuelve urgente preguntarnos: ¿Qué condiciones estructurales están dificultando la decisión -y posibilidad- de criar en Chile?

La urgencia de fortalecer las redes de apoyo

La estructura familiar ha sufrido grandes cambios en las últimas dos décadas. Según los datos que recopiló Observatorio Niñez a partir de la encuesta Casen, los hogares monoparentales, es decir, con un solo cuidador, se han duplicado, alcanzando un 20% en 2022. En contraste, aunque en menor medida, hay menos niñas y niños viviendo en familias extendidas. “Esto quiere decir que muchas más familias y adultos cuidadores deben encontrar apoyos para la crianza fuera del hogar”, advierte Del Villar.

En una sociedad donde el mercado laboral está estructurado para personas sin hijos, se hace especialmente necesario contar con una red que acompañe y apoye la crianza. Conciliar la vida laboral con la maternidad es una tarea cada vez más difícil, así lo hace ver Verónica Campino, activista experta en el tema y cofundadora de Yo quiero estar, organización que promueve una sociedad más amigable con la maternidad. “Si tu hijo te necesita, la empresa lo ve como una falta de compromiso con tu trabajo. Los hijos se vuelven una barrera al desarrollo profesional de las mujeres, porque culturalmente se espera que ellas asuman el cuidado”, explica.

La falta de redes de apoyo hace de la crianza un desafío solitario y muchas veces decisivo a la hora de decidir maternar. “Sin red, absolutamente toda la responsabilidad cae en tus hombros y eso asusta. Asusta y hace que no tengas ganas de tener un hijo o hija”, dice Puentes.

Observatorio Niñez Colunga presenta que, mientras en 2015 el 14% de las niñas y niños vivían en familias sin apoyo para el cuidado, en 2022 la cifra aumentó: hoy, 1 de cada 5 niñas y niños viven esta situación. Además, la brecha se profundiza cuando se trata de hogares en situación de pobreza, en zonas urbanas o en familias extranjeras, destacando la urgencia de abordar este factor.

“Por lo general la red de apoyo proviene de la familia directa y cuando no está, se externaliza el cuidado: una institución -como jardín infantil o sala cuna- se hace cargo. Pero esa es una red de apoyo mucho más frágil, porque no tiene vínculos con tu hijo”, señala Campino. A esto agrega que es clave generar redes a nivel local, y justamente eso es lo que busca Yo quiero estar junto a algunos municipios: “Nosotras le llamamos ‘criar en tribu’, que era como originalmente se criaba a un niño, donde un día una mamá cuida a los niños de la comunidad y después se van turnando. Con esto queremos que las madres se den cuenta de que la crianza no tiene que ser solitaria y culposa”, dice.

La crianza como tarea colectiva

“Cuando un niño o niña nace, no llega solamente a una madre, llega a una sociedad y la sociedad debería acompañar”, plantea Campino. “Se debería apoyar el cuidado, dar herramientas para que las familias puedan desarrollarse profesionalmente a la vez que están presentes para sus hijos e hijas”, agrega. Y es que maternar en Chile es una responsabilidad casi exclusiva de las familias.

Para muchas mujeres, la maternidad es un acto solitario y sin descanso. “Si no se tiene alguien que apoye y acompañe la crianza, el Estado debería proporcionar ese espacio con guarderías o salas cuna. Pero están al debe, no hay cupos. Entonces, ¿quién cuida a la guagua después del postnatal? Esos son frenos estructurales que hacen que las mujeres y sus parejas decidan tener menos hijos, o directamente no tener”, reflexiona Puentes.

Esa falta de acompañamiento también tiene un correlato en la transformación de las estructuras familiares y comunitarias. “Por eso es tan importante que como sociedad pensemos quién usa el espacio que antes usaban las familias extendidas, cada vez más pequeñas, y cómo queremos garantizar el derecho de niñas y niños a ser cuidados y protegidos”, explica Del Villar, de Observatorio Niñez Colunga.

La falta de redes y las escasas alternativas de cuidados no solo dificultan la maternidad, sino que también están siendo definitorias en la baja natalidad “Las mujeres más jóvenes son muy conscientes de las necesidades de un niño o niña y de lo costoso que es económica y emocionalmente. Por eso están pensando dos veces antes de decidir ser madres”, dice Puentes. “Si queremos manejar esta tasa y mejorar las tasas de fertilidad y aumentar la natalidad, es fundamental que mejoremos las condiciones estructurales de nuestro país”, agrega.

Las nuevas generaciones están teniendo un cambio en su pensamiento y un sentimiento de responsabilidad con sus acciones. Campino explica que la baja natalidad se debe, en parte, a un abandono hacia la niñez y adolescencia. “Es un problema que se está percibiendo, las parejas más jóvenes dicen: ‘¿por qué voy a tener un hijo si no le puedo dar los cuidados que necesita?’. Esto en términos económicos y socioemocionales”, puntualiza.

El rol del Estado y las políticas públicas

No podemos hablar de bienestar de la niñez si no hay condiciones básicas y dignas para maternar o criar. El cuidado y protección de niñas, niños y adolescentes no puede recaer únicamente en las familias, sino que es responsabilidad compartida. “Estamos olvidando a los niños y niñas, y a nadie le importa. Las madres necesitan herramientas, oportunidades y flexibilidad”, dice Campino. “Se piensa que con bonos se soluciona el problema, pero no. Esto es estructural”, asegura.

Acceso a redes de apoyo, jornadas laborales compatibles con la crianza y sistemas que prioricen el bienestar sobre la productividad, son algunas de las políticas públicas que podrían permitir una maternidad rodeada de bienestar.

“Una persona que sabe que sus hijas e hijos están bien cuidados, es una persona que va a trabajar tranquila. Tenemos que flexibilizar sin precarizar. La ley de 40 horas es un paso, pero también hay que dejar atrás esa lógica de cumplir metas sin límite y avanzar hacia condiciones de vida que hagan posible la crianza”, concluye Puentes.

Fuente

LaTercera.com

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