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Telefónica comunicará a lo largo de hoy lunes a los sindicatos un ERE que afectará inicialmente a entre 6.000 y 7.000 trabajadores, el 24%-28% de la plantilla en España. La cifra final, tras negociaciones, podría situarse en torno a 4.000 salidas.
Así, la empresa que fue monopolio público con 67.000 empleados en 1997 quedará en unos 18.000 trabajadores. Una reducción de más de un 70% en tres décadas.
Por qué es importante. Este ajuste es la consecuencia lógica de un modelo roto. Las telecos han invertido más que nadie en infraestructura 5G, fibra óptica y redes de última generación, pero tienen menos capacidad que nunca para subir precios.
Telefónica gasta miles de millones en desplegar y actualizar sus redes mientras WhatsApp, Netflix o YouTube capturan el valor sin pagar apenas por el transporte, la vieja queja de las telecos que se remonta a los tiempos de Alierta. El resultado es un sector condenado a encoger plantilla para cuadrar números.
Entre líneas. El ERE tiene una dimensión política incómoda:
Es decir: el Gobierno es accionista principal, impulsa el ERE y luego recupera parte del coste. Mientras, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, critica los ajustes de plantilla en empresas rentables como Amazon. La contradicción es clara.
En cifras. Cada salida del ERE anterior costó 380.000 euros de media. Si se repite el patrón con 4.000-6.000 despidos, el coste oscilará entre 1.500 y 2.000 millones de euros que Telefónica imputará en 2025, sumándose a las pérdidas de 1.080 millones por la venta de las filiales latinoamericanas. Todo para dejar el balance de 2026 limpio y concentrar el dolor en un solo ejercicio.
Sí, pero. Los sindicatos advierten que el problema de Telefónica no es la masa salarial sino la deuda (cercana a los 30.000 millones) y la infravaloración bursátil. Un ERE no reduce la deuda a corto plazo ni reactiva la cotización, que cayó un 16% tras presentarse el plan estratégico. Es más: prejubilar a un trabajador cuesta entre 450.000 y 500.000 euros en el sector teleco, así que el ahorro tarda años en materializarse.
La tendencia de Telefónica no es nueva pero sí implacable:
Este ERE se enmarca en el plan estratégico Transform & Grow de Murtra, que incluye recortar el dividendo a la mitad (0,15 euros por acción en 2026), reducir deuda, generar caja y mantener la puerta abierta a adquisiciones en Europa mediante una posible ampliación de capital. La lógica es clara: empobrecer el presente para preparar un futuro de consolidación sectorial. El mercado, de momento, no lo ha celebrado.
La empresa ha convocado siete EREs distintos, uno por cada entidad jurídica afectada:
El calendario es ajustado: 15 días para constituir mesas de negociación tras el preaviso de este lunes, luego 30 días para alcanzar un acuerdo. El objetivo es firmar antes del 31 de diciembre o, como máximo, en los primeros días de enero de 2026.
Lo novedoso es que por primera vez el ajuste alcanza al centro corporativo, tradicionalmente blindado. Esto refuerza el mensaje de Murtra al mercado: disciplina total, sin excepciones. También señala la gravedad estructural del problema.
La gran pregunta. ¿Es sostenible un modelo de negocio que invierte en infraestructura crítica pero no captura valor suficiente? Telefónica ha desplegado 5G, fibra simétrica de alta velocidad y redes submarinas intercontinentales. Pero Google, Meta, Netflix y Amazon disfrutan de esa inversión pagando tarifas de interconexión marginales mientras acaparan los ingresos publicitarios y de suscripción. Las telecos europeas llevan años reclamando que las grandes tecnológicas contribuyan a financiar la red que explotan. Nada ha cambiado.
Y ahora qué. El consenso sindical es total, algo notable en un ajuste de esta magnitud. UGT, CCOO y Sumados-Fetico firmaron el marco social de Telefónica en octubre, unificando derechos de toda la plantilla española. Ese pacto previo facilita ahora la negociación del ERE, pero también evidencia que los sindicatos han aceptado la inevitabilidad del ajuste. Se negociarán condiciones y cuantías, no el principio del recorte.
Murtra y el consejero delegado Emilio Gayo han invertido cada uno más de 500.000 euros en acciones de Telefónica tras presentar el plan estratégico, comprando títulos a 3,67-3,69 euros. Un gesto simbólico de confianza que no ha impedido que la acción siga cotizando un 15% por debajo del nivel previo al anuncio del plan. Los directivos apuestan por una recuperación futura. Los inversores, de momento, no.
Imagen destacada | Telefónica
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La noticia
El día en que Telefónica asumió su propia paradoja: invertir como nunca, recortar como siempre
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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