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En las elecciones parlamentarias del domingo pasado, Chile Vamos perdió casi un millón de votos en comparación con las municipales del 2024. El Partido de la Gente ganó casi un millón de votos. No se debe inferir de esto un traslado masivo de votos de uno a otro grupo, porque, entre otras cosas, a) hay votantes nuevos; b) este año votó medio millón más; y c) también la izquierda perdió una gran cantidad de votos, medio millón.
Con estos números, el Partido de la Gente logró elegir a 14 diputados, más del doble de lo que había obtenido en el 2021. Pero no eligió ni un solo senador, ni siquiera en las regiones del norte donde fue tan consistente la victoria de su líder, Franco Parisi. En ocho años, el PdG nunca habrá tenido un senador. Y tampoco un alcalde, ni uno solo.
Es un caso extraño. Se trata de un partido tan íntimamente ligado a su creador, que no podría concebirse sin la posición que él mismo ha construido dentro del esquema político chileno. Esa posición también es extraña. Él ha preferido mantenerse en los bordes, en la situación del outsider que de vez en cuando viaja a Chile y que no le da gran importancia a la estructura que creó.
Dejó que el partido se licuara desde dentro después del 2021. Ahora, en cambio, ha dicho que sus nuevos parlamentarios ya saben que, si se portan mal, no serán reelegidos. ¿Se portaron mal los anteriores? ¿Es esa la razón por la que, salvo uno, no lograron ser reelegidos? Es difícil evaluarlo. Pero la afirmación de Parisi sugiere dos cosas: que no está dispuesto a ceder del control de esos diputados; y que esta vez tiene la decisión de estar más cerca del partido, sin duda porque sus resultados ya lo han puesto en carrera para el año 2029. Ambas cosas están por verse, desde luego.
La trayectoria del Partido de la Gente no concuerda con la de Parisi, y no sólo porque los diputados que contribuyó a elegir en el 2021 terminaron fuera del partido, sino porque hay una rara incoherencia territorial, que no se repite en ningún otro grupo. Es un votante que a veces sí y a veces no.
La ausencia total de alcaldes y senadores es tan expresiva como la volubilidad de la votación personal de Parisi, que parece provenir de diferentes fuentes y fuerzas históricas, pero no se atraviesa con nadie; es el que tiene menos votos cruzados, junto con Jeannette Jara. El Partido de la Gente muestra tanta fidelidad militante como la del Partido Comunista. Pero no tiene nada del modelo leninista, como alguna vez pareció tenerlo hasta la UDI. Es libre, y por eso mismo voluble, inestable, tornadizo, caprichoso. Parece no mostrar dudas respecto de su líder, pero de ahí para abajo no hay nada seguro. ¿Esto explica el descalce territorial? Es posible.
Parisi no necesita a sus parlamentarios, pero estos si lo necesitan a él. Ese grado de dependencia unilateral es otra de sus singularidades dentro del esquema chileno. Después de los resultados, se han ensayado muchas interpretaciones acerca de quiénes son los votantes de Parisi. Casi todas cargan con el inri de no haberlo visto venir, de salir posfacto, de no haberlo incorporado a ningún pronóstico a pesar de la aparente sencillez del caso. Y la razón, precisamente, es que no es sencillo. Uno de quienes creyeron que lo era fue Darío Quiroga, el defenestrado estratega de Jara, que ninguneó al PdG, ofendió a su hermana y pronosticó un 10% para Parisi, como mucho. Perdió el cargo, y cómo no, cuando Jara está en un esfuerzo desaforado por cazar los votos de Parisi, el único bolsón significativo desde el cual podría reparar el pobre desempeño de la primera vuelta.
Faltan todavía más estudios de correlación de votos con datos sociales, pero un primer esfuerzo, realizado en la madrugada del lunes por Faro UDD, mostró que a Parisi le fue mejor en votantes de ingreso medio, en distritos con mayor presencia de jóvenes, entre los evangélicos y en los grupos con escolaridad baja.
Políticamente, parecen más opositores que partidarios del gobierno. Habrían estado por el “rechazo” del proyecto de la Convención Constitucional, que algunos aventuran como el clivaje dominante de estas elecciones, aunque las cifras coinciden hasta por ahí no más. Estarían en contra del establishment y muchos se considerarían de centro (“ni facho ni comunacho”), aunque los partidos que fueron centristas, como la DC o el PR, no estarían en su repertorio de opciones. Muchos de ellos carecerían de interés por la política (no por el país: no serían asociales). Unos cuantos no votarían si el voto fuese voluntario.
Es posible que así sea. Sólo que hay en esto un aire especulativo que suena a sociología prefabricada. El mundo de Parisi es lo contrario: extremadamente concreto, material, de aquí y ahora. Es el único candidato que no les habló a las fantasiosas “señoras Juanita”, sino a los jóvenes de Uber, a los repartidores de pizzas, a las cuidadoras de ancianos. Los invisibles de un Chile en transición. De nuevo: ¿es así? ¿Son los desplazados, o son más bien los orgullosos protagonistas no reconocidos de una nueva economía del trabajo?
Un enigma sobre otro enigma.
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