Cuando se diseña una política para aliviar la pobreza, el objetivo central es que las personas dejen de ser pobres. Pero ¿y si el diseño genera incentivos para que la gente no deje de ser pobre (o que tenga que dejar de serlo “a la mala”, ocultando ingresos)? Entonces el diseño de la política conspira contra el objetivo central de la misma. Muy indeseable, sin dudas.
Cuando se diseña una política para ayudar a las Pymes, el objetivo central es que esas empresas permanezcan en el tiempo, tengan éxito y crezcan. Pero si la política genera incentivos para que dichas empresas continúen siendo chicas, entonces de nuevo el diseño de la política conspira contra el objetivo central de la misma.
En Chile, se cometen ambos errores. Acá me voy a concentrar en el segundo: que la estructura de incentivos castiga a las Pymes cuando dejan de ser Pymes: como crecer significa perder sus beneficios, no crecen. Eso tiene que cambiar urgentemente.
El ciclo de las empresas debe ser, en el espíritu de la “destrucción creativa” que promueven y defienden los Premios Nobel de Economía 2025, que aquellas que tienen una ventaja competitiva deben aprovecharla y crecer en tamaño (y las que no, deben achicarse y eventualmente cerrar). Generalmente las empresas que llegan a ser grandes son más productivas que las más chicas, en parte porque tienen una ventaja y en parte porque el tamaño da ventajas adicionales (economías de escala, capacidad de incorporar tecnología, etc.). Si los incentivos hacen que las empresas permanezcan chicas, no aprovecharán las ventajas del mayor tamaño. Mucho peor, por supuesto, es que los subsidios mantengan a flote empresas que son malas en hacer lo que hacen. En el espíritu de la destrucción creativa ellas debieran cerrar para liberar los recursos que utilizan y que otro emprendedor aproveche todo su potencial.
Hay regulaciones que incentivan a las Pymes a mantener su tamaño. Entre otras cosas, están los incentivos tributarios y regulatorios que castigan el crecimiento, por el salto brusco que ocurre en sus costos cuando la Pyme deja de serlo. Por ejemplo, respecto de las tasas impositivas es necesario que exista una transición mucho más suave entre la tasa baja para Pymes y la tasa alta para no Pymes (y también reducir la diferencia, bajando la tasa alta). Además, es importante reformar los programas de Corfo que han resultado en una dependencia de los subsidios por parte de las empresas pequeñas.
Impedir que las empresas crezcan tiene costos en términos de productividad y crecimiento. Además, poner bien los incentivos para que las Pymes dejen de serlo es importante para la movilidad social y la meritocracia. Si el crecimiento va a pasar a ser prioridad en el nuevo ciclo político, hay que hacer cambios al “estatuto Pyme”.
Por Claudio Sapelli, Faro UDD
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