“El fascismo reaparece nuevamente en el poder en Chile, no por medio de la coerción directa, sino a través del consentimiento social expresado en las urnas. Su llegada al poder por la vía electoral no lo hace menos peligroso, sino más eficaz. Pero como la historia lo demuestra, su hegemonía es necesariamente transitoria. Las contradicciones que pretende ocultar terminan reapareciendo bajo nuevas formas de resistencia y organización popular. Por lo tanto, su superación no será el resultado de meros gestos institucionales ni de consensos vacíos, sino de la reconstrucción de una conciencia de clase que gatille en la práctica el cambio social que coloque la vida, la dignidad y la justicia social por sobre la lógica del capital”.
René Leal Hurtado. Doctor en Sociología. Santiago. 18/12/2025. Hace cinco años formulé la tesis del surgimiento de formaciones fascistas en Chile y en el mundo, muchas de las cuales se han consolidado, mientras otras han desaparecido temporalmente. Esta vez, a diferencia del golpe de Estado de 1973, el fascismo accede al gobierno por la vía electoral: primero en Argentina con el libertario Javier Milei y, ahora, el 14 de diciembre de 2025 en Chile, con José Antonio Kast.
¿Qué condujo a este auge del fascismo en Chile, capaz de dejar atrás expresiones de liberación popular como el levantamiento social de octubre de 2019? ¿Qué fuerzas sociales se expresan en este desarrollo político? Para identificarlas y explicarlas, resulta necesario revisar cómo surgen históricamente las formaciones fascistas, cuáles son sus principales características, cómo se desarrollaron en América Latina y, particularmente, en la tierra de Allende, Neruda y Violeta Parra.
En aquello se revela cómo el alineamiento político e ideológico entre el neoliberalismo y ciertas corrientes posmodernas han contribuido a reproducir el fascismo, para finalmente discutir las posibilidades históricas de su superación.
Ante la evidencia del surgimiento de formaciones fascistas en diversas naciones, el concepto de Ur-Fascismo de Umberto Eco resulta especialmente útil para rastrear sus rasgos persistentes. Entre ellos se encuentran el populismo autoritario, el nacionalismo excluyente, el patriarcado, la homofobia, el racismo y el tradicionalismo sincrético, entre los más salientes rasgos que constituyen la fisonomía y acción de las formaciones fascistas.
En Chile, el racismo de la extrema derecha ha estado históricamente dirigido con mayor fuerza hacia los pueblos originarios que hacia los inmigrantes, dado que la migración masiva es un fenómeno relativamente reciente. Sin embargo, en los últimos años ambos grupos han sido objeto de este flagelo, situación que previsiblemente se profundizará bajo el gobierno del presidente electo, José Antonio Kast, quien reafirma cotidianamente estas posiciones.
El “asunto inconcluso” del desarrollo capitalista en el que estamos insertos refleja, en gran medida, el trasfondo histórico de la relación opresiva establecida por “Occidente” sobre “el Resto”, una terminología certeramente acuñada por Stuart Hall. En esta secuencia histórica, el fascismo ha emergido de manera periódica como una forma de resolver temporalmente las crisis de acumulación del capital, mediante la intensificación de su actividad, lo que supone necesariamente la supresión de la clase trabajadora y de sus formas de organización.
El neoliberalismo ha sido la expresión más reciente de esta exacerbación. Sin embargo, a medida que sus contradicciones se han profundizado, esta ideología del capital ha dejado de ser capaz de ocultar la explotación y de garantizar el consentimiento social.
Ensayado tempranamente en Chile tras el golpe de 1973, bajo la hegemonía de Estados Unidos, el neoliberalismo se consolidó a escala global tras el colapso del socialismo real y la posterior crisis de la izquierda, junto con la decadencia de la socialdemocracia. Mientras sostuvo la reproducción ampliada del capital, sus políticas incrementaron de forma sostenida la precariedad de las clases subalternas. La consecuencia ha sido una fractura profunda de la ya frágil relación entre liberalismo y democracia, revelando que la rentabilidad del capital se impone sistemáticamente sobre las necesidades y aspiraciones populares.
En este contexto de crisis, el fascismo avanza apelando a la ignorancia, los prejuicios, la alienación social y el anticomunismo visceral. Su ideología -entendida como una distorsión sistemática de la realidad que encubre las contradicciones del capitalismo- constituye su principal base de operaciones. A través de la desinformación y las fake news, engaña a sectores socialmente marginados y excluidos, que, privados de herramientas críticas, son transformados de sujetos sociales en objetos manipulables por el poder mediático.
Explorar el auge del fascismo implica, por tanto, examinar las tensiones y límites de la modernidad. Esta se ve asediada tanto por concepciones esencialistas premodernas como por la visión posmoderna del caos y la fragmentación social, siendo el neoliberalismo funcional a ambas. En consecuencia, aunque el fascismo carece de coherencia teórica, su fuerza radica en su capacidad de anclaje emocional en arquetipos profundos, como los señalados en el párrafo anterior. Su eclecticismo le permite apropiarse de discursos aparentemente antagónicos -anti y pro capitalistas- facilitando su arraigo en movimientos de masas y su éxito electoral, como ocurrió el 14 de diciembre de 2025.
Sin embargo, la resolución ideológica y coercitiva que la clase dominante logra frente a la contradicción entre capital y trabajo es siempre temporal. El propio proceso intensificado de acumulación activa su polo opuesto, hasta que la distorsión ideológica se hace evidente y las contradicciones emergen en forma de lucha de clases.
La historia de la humanidad demuestra que sus cambios más profundos han sido producto de dicha lucha. Pese a la prolongada hegemonía neoliberal en Chile, esta fue cuestionada y parcialmente derrotada por la rebelión popular contra Pinochet que emergió en 1983 y más tarde en el estallido social de octubre de 2019. El plebiscito de entrada de octubre de 2020 expresó de manera contundente el rechazo popular al neoliberalismo. Sin embargo, el plebiscito de salida de septiembre de 2022 arrojó un resultado diametralmente opuesto. Este viraje, aparentemente esquizofrénico, se explica en gran medida por los errores del campo progresista, pero sobre todo por la ofensiva sistemática de la derecha y el rol decisivo del monopolio mediático.
Las estrategias de desinformación no fueron improvisadas. Replicaron métodos utilizados por Trump, Meloni, Milei, Orbán y Bolsonaro. No se trata de errores o ignorancia, sino de una técnica política basada en la saturación emocional y el uso estratégico de los algoritmos. Kast no es entonces un político desinformado, es un producto de marketing de la nueva derecha global.
Estas condiciones han permitido que las formaciones fascistas se consoliden nuevamente en Chile, imponiendo por vía electoral el orden que en 1973 fue instaurado por la fuerza, como quedó demostrado en la reciente elección del 14 de diciembre, en que Kast derrotó a la militante comunista Jeannette Jara, candidata de la Alianza de centroizquierda Unidad por Chile.
Conclusión
El triunfo electoral del fascismo en Chile no constituye un accidente histórico ni una anomalía pasajera, sino la expresión concreta de una crisis estructural del capitalismo neoliberal y de sus mecanismos de legitimación democrática. Cuando la ideología neoliberal deja de garantizar consentimiento, el capital lo refuerza con formas de dominación más extremas, que combinan violencia simbólica, manipulación mediática y regresión política.
La experiencia chilena confirma que el fascismo no surge en el vacío, sino como respuesta del capital ante la amenaza – real o potencial- de transformación social. Su llegada al poder por la vía electoral no lo hace menos peligroso, sino más eficaz. Sin embargo, como la historia también demuestra, su hegemonía es necesariamente transitoria. Las contradicciones que pretende ocultar terminan reapareciendo bajo nuevas formas de resistencia y organización popular.
Por lo tanto, la superación del fascismo no será el resultado de meros gestos institucionales ni de consensos vacíos, sino de la reconstrucción de una conciencia de clase que gatille en la práctica el cambio social desde proyectos político-sociales emancipadores y de un horizonte democrático radical que coloque la vida, la dignidad y la justicia social por sobre la lógica del capital. La historia permanece abierta, y con ella, la posibilidad de disputar el futuro.
La entrada El Fascismo ha alcanzado el poder político en Chile y hay que desafiarlo se publicó primero en El Siglo.
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