El futuro se define en la primaria oficialista
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El futuro se define en la primaria oficialista

La elección de noviembre no es una competencia entre demócratas. Es una disputa entre la democracia y el fascismo. La derecha, desde Matthei a Kaiser, oculta sus verdaderas intenciones tras un grupo de consignas facilonas y de anuncios tan rimbombantes como vacíos e irrealizables. En la primaria oficialista, en cambio, se debaten con la honestidad y la legitimidad que les da haber luchado siempre por la democracia y la defensa de los derechos humanos, ideas, proyectos de país.
Hernán González. Profesor. Valparaíso. 21/5/2025. Las fuerzas democráticas van a asistir a una primaria única para definir el candidato o candidata que va a enfrentar en noviembre a la reacción. Son las que hace más de treinta años lucharon contra Pinochet; las que denunciaron las violaciones a los derechos humanos mientras otros se hacían los tontos y se enriquecían en las empresas privadas favorecidas por la dictadura con subsidios, transferencias de recursos; compra de servicios y tercerización de funciones o tenían responsabilidades en ministerios, municipios y empresas del Estado.
Dicha elección presidencial no es una confrontación electoral más. Se trata de un combate por la defensa de la democracia y el derecho de la sociedad a definir sus destinos sin la tutela de una autoridad que pretende hablar por ella y pontificar acerca de lo que le conviene desde el púlpito; la comodidad de sus oficinas en Vitacura; los pasillos de fundaciones pro-familia y centros de estudio; y grandes empresas que esperan apropiarse nuevamente de riquezas básicas; contratos con el Estado y privatizaciones. Los que van por los sindicatos; las minorías sexuales y la población transgénero; por los pobres; los que quieren profundizar el despojo del pueblo mapuche y la tierra, expulsar a los inmigrantes y llenar las cárceles con todos ellos.
No es una exageración ni una profecía catastrofista; ya Trump lo está haciendo, lo mismo que Milei en Argentina. La elección de noviembre no es una competencia entre demócratas. Es una disputa entre la democracia y el fascismo.
En la primaria oficialista se debaten las formas de hacerlo y las ideas que van a derrotarlo para comenzar a superar las condiciones de desigualdad, exclusión y autoritarismo que permiten su reproducción. El fascismo es como un parásito que se alimenta de estas hasta coparla, monopolizar sus instituciones, medios, y hasta las conciencias de masas, que como a mediados del siglo XX, aplauden discriminación, persecución, confinamiento forzado y exterminio mientras afectan a otros y hasta que le llega el turno de sufrirlo en carne propia.
Ya los candidatos de Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático y sus comandos, han señalado sus diferencias de cara al país, mientras la derecha, desde Matthei a Kaiser, oculta sus verdaderas intenciones tras un grupo de consignas facilonas y de anuncios tan rimbombantes como vacíos e irrealizables. Pura demagogia.
En la primaria oficialista, en cambio, se debaten con la honestidad y la legitimidad que les da haber luchado siempre por la democracia y la defensa de los derechos humanos, ideas, proyectos de país. La continuidad de reformas democratizadoras y de justicia social que impulsadas por gobiernos de distinto signo político, se vieron interpeladas por la protesta social y el empuje de masas de jóvenes, estudiantes, mujeres, pueblos originarios, trabajadores y trabajadoras que luchaban por mejores salarios, derechos a la educación, la vivienda y una previsión justa; salud oportuna y de calidad; respeto por el medioambiente y participación; contra las “cocinas” y los arreglines que escamotearon en más de una oportunidad la voluntad popular para reemplazarla por la prédica de los «técnicos».
Aspiraciones que, sintetizadas en la demanda por una nueva Constitución, se mantienen vigentes y que la derecha pretende resolver aplicando las mismas recetas que les dieron origen: privatización, flexibilidad laboral y sobreexplotación; depredación del medioambiente, consumismo y endeudamiento. Ahora, condimentado con aumento del control y la represión hacia los jóvenes y especialmente, de la juventud popular; las organizaciones sociales y de trabajadores y usando -con el sadismo que ha caracterizado las administraciones de Trump y Milei-a los más vulnerables como chivo expiatorio: la población migrante y las divergencias sexogenéricas, persiguiéndolas, encerrándolas en campos de concentración y realizando deportaciones ilegales y arbitarias.
La primaria oficialista no es por consiguiente el cumplimiento de un mero formalismo ni de una obligación legal; un acto “republicano” acartonado o de civismo superficial.
Es la oportunidad para recuperar su conexión con las demandas del pueblo y las tendencias históricas y sociales que provienen de las profundas grietas que el sistema neoliberal ha abierto en las entrañas de nuestra sociedad expresadas en desigualdad, exclusión, abusos, inseguridad y sensación de vulnerabilidad frente a la violencia -tanto la mafiosa como la institucional-. Estas se han manifestado a lo largo de los últimos treinta años más de una vez. En las luchas por verdad, memoria, justicia y reparación frente a las violaciones a los DDHH; las luchas del magisterio por el pago de la deuda histórica y la educación pública y los trabajadores y trabajadoras del Estado por la defensa de la función pública y los del cobre por la defensa de CODELCO. El 2006; el 2011; el 2019, y lo seguirá haciendo mientras no haya cambios de fondo de las condiciones que las originan.
Por eso, las ideas que se debaten, las que están en juego el 29 de junio, no son solamente respecto de cuestiones técnicas o de procedimiento. Son la expresión de una moral que superará, que debiera hacerlo, la del individualismo; la codicia y el pituto. Los demócratas no vamos a discutir en la primaria qué tanto Estado ni qué tanto mercado necesita nuestra sociedad -como lo ha planteado recientemente Álvaro García, del comando de Carolina Tohá, de una forma por demás simplista- sino para qué los queremos. No qué tan de centro o qué tan de izquierda es el programa que le vamos a proponer al país en noviembre, sino qué contenidos va a tener.
No si es más “responsable” o si es más “utopista” sino si va a ser un programa de ruptura con el orden neoliberal vigente y las condiciones que han facilitado la irrupción de las fuerzas destructivas que amenazan a la democracia en la actualidad; si va a insistir en la vieja canción de los acuerdos o en las reformas estructurales a favor del pueblo y el medioambiente.
Candidatos, candidatas, partidos y comandos son instrumentos puestos al servicio de este debate. Es el pueblo excluido, la gente de a pie, la que debiera protagonizarlo y hacer de esta un triunfo que se proyecte en noviembre para propinarle una derrota estratégica y definitiva a la derecha y que logre detener al fascismo en nuestro país.
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