El hallazgo de un montón de basura en una cueva de México ha resultado otra cosa: un ritual de fertilidad hace 500 años
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El hallazgo de un montón de basura en una cueva de México ha resultado otra cosa: un ritual de fertilidad hace 500 años

Pocos lugares en el planeta se presuponen con tanta riqueza arqueológica sin descubrir como Latinoamérica. Sin irnos muy lejos, hace poco ocurrió un hecho sin precedentes en Perú, cuando un grupo de investigadores encontraron en un basurero municipal nada menos que una momia de 5.000 años de antigüedad. Algo así ha pasado en una zona de México. Lo que se intuía una acumulación de basura putrefacta ha resultado ser un tesoro de valor incalculable.
Un hallazgo inesperado. Sí, lo que al principio pareció ser un simple montón de basura en una remota cueva de la zona de montaña en Guerrero (México) ha acabado resultando ser una de las más sorprendentes revelaciones arqueológicas de los últimos tiempos.
La espeleóloga Katiya Pavlova, acompañada del guía local Adrián Beltrán Dimas, exploraba en septiembre de 2023 la cueva de Tlayócoc (nombre que en náhuatl significa “Cueva de los Tejones”) cuando, tras atravesar un estrecho pasaje inundado con apenas quince centímetros entre el techo y la superficie del agua, se toparon con catorce objetos cuidadosamente dispuestos alrededor de estalagmitas. La escena, conservada en penumbras y humedad constante durante siglos, parecía haberse detenido en el tiempo.
Ritual de fertilidad. Entre los objetos hallados se contaban cuatro brazaletes de concha, un enorme caracol decorado del género Strombus, dos discos de piedra completos, seis fragmentos de discos y un trozo de madera carbonizada. La disposición de los brazaletes, colocados sobre pequeñas estalagmitas de forma redondeada con posibles connotaciones fálicas (imagen de portada), llevó a los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a interpretar el conjunto como vestigios de rituales de fertilidad prehispánicos.
Según explicó el arqueólogo Miguel Pérez Negrete, en muchas culturas mesoamericanas las cuevas eran consideradas espacios sagrados, vinculados al inframundo y asociados simbólicamente con el útero de la Tierra, lo que refuerza la hipótesis ritual de la ofrenda.
Símbolos de Venus y Quetzalcóatl. Tres de los brazaletes presentan grabados con importantes símbolos precolombinos. Uno de ellos es el xonecuilli, una figura en forma de S asociada con el planeta Venus y la medición del tiempo. Otra muestra lo que, según los investigadores, podría ser la representación de Quetzalcóatl, dios creador en varias culturas mesoamericanas.
No solo eso. Los indicios permitieron fechar los objetos en el periodo Posclásico (950–1521 d.C.), y atribuirlos tentativamente a la cultura Tlacotepehua, una civilización poco documentada que habitó la región serrana. En cuanto al excelente estado de conservación de las piezas, se atribuye a las condiciones climáticas estables dentro de la cueva, lo que ha permitido que, tras más de cinco siglos de silencio, resurjan de esta forma.
Legado oculto 500 años. Como decíamos al inicio, se trata de un (otro) sorprendente hallazgo arqueológico de hace cientos de años. La cueva de Tlayócoc, situada a unos 2.380 metros sobre el nivel del mar, se conoce entre los locales por su agua y guano de murciélago, pero hasta ahora no había registros recientes de exploración profunda.
De ahí que el hallazgo de Pavlova y Beltrán pueda representar la primera incursión humana en ese lugar en aproximadamente quinientos años. Tras el descubrimiento, ambos contactaron de inmediato al INAH, que recuperó los objetos el pasado mes de marzo y los integrará a su patrimonio para su estudio y preservación. Qué duda cabe, un hallazgo emocionante que contrasta con la teoría inicial: un puñado de fragmentos en la oscuridad, confundidos con basura, ha revelado un fragmento olvidado de espiritualidad indígena, de cosmología ancestral y de expresiones materiales de lo sagrado.
Imagen | Katiya Pavlova
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Miguel Jorge
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