En Salvador de Bahía, mi mamá camina como si estuviera recogiendo pasos de otras vidas. No habla portugués, pero cuando llegamos al salón de la Negra Jhô, se sienta en silencio, observa y asiente. Entiende el lenguaje de las manos que trenzan. Ella también es peluquera. Ella también es madre. Ella también es negra
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