Si todas las encuestas están en lo cierto, hoy a las 7 de la tarde el nuevo Presidente de Chile será José Antonio Kast (por cierto, hay que contar los votos aún y todo puede pasar).
Con esta salvedad hecha, de ganar Kast, ¿cómo quedarán las izquierdas al ser sucedidas por quien sería el presidente más derechista, conservador y pinochetista desde el retorno a la democracia?
El primer dato clave para las izquierdas será el caudal de votos de Jara, apoyada por una coalición muy amplia, desde la DC al PC. Los votos de Jara, se supone, tendrían como piso el 38% del Apruebo a la primera Constitución y, como techo, el 55% del En Contra de la segunda Constitución (la “kastitución”, como la motejó la senadora Vodanovic). La pregunta entonces será cuánto queda de ese 17% que se sumó al 38%. Si saca menos de 38%, si pierde el piso del voto más convencido de izquierda, quiere decir que la debacle es mayor y que, finalmente, haber elegido en la primaria a una candidata del PC en vez de a una de la vertiente de la socialdemocracia fue un error estratégico de proporciones históricas para el sector. Ello conllevaría a una durísima noche de cuchillos largos, y que la frágil coalición que se armó sobre la marcha, probablemente implosione más temprano que tarde. La campaña ya deshizo bastante el frágil tejido: el desapego de Jara al gobierno ha sacado ronchas, así como antes las sacó el tono de las primarias contra Tohá.
Pero si Jara saca por sobre el 38%, las tentaciones al divorcio se podrían pausar. Más aún con Kast de Presidente y con presencia importante -aunque no mayoría- en el Parlamento. Y más aún considerando que quienes se fueron desde la centroizquierda porque no “querían extremos”, terminaron no solo extintos por no cumplir el umbral, sino que, además, apoyando, con gran entusiasmo, a Kast, en el extremo derecho.
Seguir juntos, evitando la canibalización y que las naturales recriminaciones sean fatales, parecería condición necesaria, pero no suficiente, para que existiera un futuro competitivo electoralmente para el progresismo, porque solos no les alcanza a ninguno para gobernar. Tal como dice Susan Neiman, crear una carpa política lo más amplia posible es fundamental para enfrentar a los liderazgos de la derecha radical. La lucha por la hegemonía entre Socialismo Democrático, Frente Amplio y Partido Comunista debiera subordinarse, si se quiere alguna vez volver a gobernar, a la búsqueda de consensos básicos mínimos, que encuentren las semejanzas por sobre las diferencias.
Luego, requiere de liderazgos muy activos, que puedan convocar transversalmente, que sean visibles en el Parlamento, en las alcaldías, en los gobiernos regionales. Para algunos, el Presidente Boric se convertiría en el líder natural del progresismo, aquello se verá en los días que sigan.
Porque más importante que las caras y elencos, el progresismo debe abocarse a renovar y hacer propuestas claras allí donde Kast ha sido fuerte en prometer y convencer: seguridad, migración, empleo. El progresismo debe demostrar que se puede ser eficaz en materia migratoria sin levantar discursos xenófobos y racistas, ni caer en la crueldad de anunciar que se podrá separar a hijos de sus padres, o negarles a algunos niños el derecho a ir al colegio.
Por otro lado, la sensación de inseguridad en Chile, el miedo a salir a la calle, es de las mayores del mundo. Eso en sí mismo es un problema, uno que la izquierda, en general, ha subestimado, aludiendo a que las cifras de crimen en Chile no se condicen con ser campeones mundiales del miedo (lo cual también es cierto, pero no anula que el altísimo temor es un problema en sí).
Por último, el progresismo debe convencer de que comprende y que tiene propuestas para quienes hoy son trabajadores de empleos más precarios. Repartidores de delivery, conductores de aplicaciones, cuidadoras de adultos mayores, trabajadores de call centers, emprendedores pymes, viven hoy con sobresaltos; un pie en el empleo formal y un pie en la cesantía. Debe mostrar que entiende esa precariedad y que tiene soluciones. Que el costo de la vida -y la justicia social- son temas en el centro de su proyecto político.
Por último, tener una actitud vigilante respecto de los riesgos autoritarios o iliberales de un gobierno de Kast (de nuevo: si es que gana hoy), es un rol evidente y necesario. “La aparente moderación de Kast, con vista a la presidencia en 2026, es un caballo de Troya”, escribió José Joaquín Brunner en El Líbero, agregando que su programa, “en sus fundamentos, es iliberal”.
La izquierda y centroizquierda deben ser vigilantes, pero no evadir por ello la necesidad de renovar sus ideas y ampliar sus bases. Si se oponen a todo, como hicieron los del P. Republicano con el actual gobierno -y el Frente Amplio y el PC con Piñera-, no tendrán credibilidad ninguna y gastarán su capital político en actos performáticos de gran autoafirmación, pero con cero efectividad para atraer voluntades.
De la respuesta a estas preguntas dependerá, en buena parte, cómo sería el futuro de las izquierdas en el ciclo que viene, de triunfar hoy José Antonio Kast.
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