La sentencia del Juzgado de Valencia contra Madrid Salvaje no va solo de bocadillos. Es un asalto ganado por los consumidores en una guerra más grande: la de mantener experiencias culturales sin que cada momento esté pensado para la compraventa de servicios. Un rayo de esperanza en la batalla entre "ocio como negocio" en oposición al "ocio como derecho social" que define nuestra época de forma cada vez más patente.
La batalla por el ocio gratuito. La sentencia, que llega tras la demanda de FACUA-Consumidores en Acción, es la primera resolución judicial en España que establece la abusividad de estas prohibiciones en festivales musicales. Pero su importancia trasciende lo anecdótico, ya que lo que está en juego no es únicamente el derecho a llevarte un bocadillo a un concierto, sino algo más estructural: la batalla por mantener espacios culturales que no estén completamente inmersos en dinámicas transaccionales.
Una cronología de victorias. Se pueden rastrear una serie de sentencias que sirven como preámbulo de esta última decisión judicial y que han allanado el camino para llegar hasta este punto. Por ejemplo, en 2001, los multicines María Cristina de Toledo perdieron una demanda que certificaba que prohibir la entrada con productos externos era una "restricción irracional de la capacidad de elección del consumidor". Ya allí se hablaba de "venta atada": imponer indirectamente servicios que el cliente no había solicitado.
En 2022 llegó otro hito: se promulgaba la ley que obliga a todos los establecimientos de hostelería a ofrecer agua del grifo gratuita. Aunque la justificación oficial fue medioambiental (reducir envases de un solo uso) también caló como fundamento para este tema del consumo obligado. Desde ahí, las multas se han incrementado: Yelmo Cines, por ejemplo, fue sancionada con 30.001 euros por el Instituto Vasco de Consumo por prohibir comida procedente del exterior. La doctrina jurídica española ya lo deja claro: si la actividad principal es exhibir películas o programar conciertos, la hostelería es accesoria.
Más allá del bocadillo. Lo que sucede en los festivales es síntoma de una mutación más profunda: el ocio está siendo colonizado por lógicas que transforman la experiencia cultural en activo financiero. Se entiende si observamos el caso de Live Nation, propietarios de Ticketmaster. En 2024, el fiscal general estadounidense Merrick Garland definía así el modelo de negocio: "Live Nation utiliza conductas anticompetitivas ilegales para ejercer control monopolístico sobre la industria de eventos en vivo a costa de los fans, artistas, promotores pequeños y operadores de recintos".
Es decir: controlas el 70% del mercado de ticketing en Estados Unidos, el 60% de la promoción de conciertos, y contratos exclusivos con el 75% de los grandes recintos (los números son comparables en otros países del mundo). De este modo, cada segmento del negocio alimenta y refuerza a los demás. Los ingresos por entradas se utilizan para atar a artistas con contratos de promoción exclusivos, lo que permite firmar exclusivas de venta de entradas a largo plazo, con más ingresos por comisiones... y se perpetúa hasta el infinito. Controlando toda la cadena de distribución y negocio se gana más dinero.
Tendencias paralelas. Esta transformación del ocio no surge de la nada. Se entrelaza con un par de tendencias que redefinen el ocio actual. Por una parte, la shrinkflation cultural (intraducible, pero allá va: mengüinflación), reducir el tamaño del producto manteniendo o incluso subiendo el precio. Los precios de entrada general a festivales estadounidenses subieron un 55% entre 2014 y 2024. Y no es sólo que cueste más: es que recibes menos. Lo que antes se incluía (poder llevar tu propia comida, acceso a agua potable sin cargo, espacio personal razonable) ahora se vende como "privilegio" o directamente se prohíbe.
Por otra parte, en 2006, Spirit Airlines introdujo el modelo "unbundling": un billete barato que sólo incluye un asiento. Equipaje, elección de asiento y embarque prioritario se convirtieron en extras que, como en 2024 había generado miles de millones de dólares en comisiones por equipaje y selección de asiento. Dicho de otro modo: el unbundling no redujo el coste de volar, sino que fragmentó el precio final en múltiples cargos ocultos. Porque las aerolíneas ultra-low-cost operan con márgenes ajustadísimos en billetes base, recuperando rentabilidad mediante picos que representan hasta el 47% de ingresos. Los festivales siguen la misma receta: tickets que apenas cubren gastos fijos, mientras los verdaderos márgenes provienen de bebidas y comida.
Y como ahora las actuaciones en vivo son esenciales para la supervivencia de la industria musical, tiene sentido que todos los esfuerzos se vuelquen en rentabilizarlo.
Un momento crucial. Tras décadas de avance imparable de la mercantilización de cada aspecto del entretenimiento (desde el cine hasta los estadios deportivos, pasando por los parques temáticos), esta resolución judicial indica que quizá el péndulo está empezando a oscilar en dirección contraria, al menos en ciertos detalles. Puede que los consumidores no hayan perdido completamente la batalla por el "ocio como ocio" frente al implacable modelo del "ocio como negocio" sobre el que se lleva teorizando desde hace décadas (Joseph Pine y James Gilmore hablaban en 1998 de"la economía de la experiencia" y, aún más atrás, los sociólogos alemanes Theodor Adorno y Max Horkheimer definieron en su día la visionaria "colonización del tiempo libre")
Extirpando el ocio del capitalismo. En 1944, el economista político Karl Polanyi publicó 'La gran transformación', donde argumentaba que tierra, trabajo y dinero son elementos esenciales de la vida que nunca deberían haberse convertido en mercancías. Cuando el mercado intenta subordinar "la sustancia misma de la sociedad a las leyes del mercado", ésta reacciona espontáneamente para protegerse de su propia desintegración. Así que esta resolución judicial va de poder entrar con un bocadillo al próximo MadCool, pero también de algo más.
Cabecera | James Jeremy Beckers en Unsplash
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La noticia
El verdadero negocio de los festivales no es la música, es que no puedas entrar con tu propia comida. Pero eso se ha acabado
fue publicada originalmente en
Xataka
por
John Tones
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