En la era donde todo se graba en móvil, TikTok se llenó de niños tocando un timbre y corriendo. En EEUU terminó en tragedia

En la era donde todo se graba en móvil, TikTok se llenó de niños tocando un timbre y corriendo. En EEUU terminó en tragedia

Mientras el futuro de TikTok sigue en esa especie de stand by con Estados Unidos utilizándolo como moneda de negociación, la red social sigue siendo una de las favoritas para desgranar todas las iniciativas, “desafíos”, tendencias o lo que sea que estén haciendo las nuevas generaciones. Una de ellas en realidad no era nueva del todo. Llamar a un telefonillo o timbre y salir corriendo se hacía antes de que existiera Internet, pero ahora se puede grabar con el móvil y subir a las redes.

En Estados Unidos acaba de terminar de la peor forma.

Una broma convertida en tragedia. Lo que comenzó como un simple reto de TikTok ha terminado en una tragedia irreparable en Virginia, donde un adolescente de 18 años, Michael Bosworth Jr., fue asesinado a tiros mientras participaba con dos amigos en la broma conocida como “ding dong ditch”, que, en efecto, consiste en tocar timbres y huir corriendo.

El grupo, que no conocía el vecindario, había grabado sus acciones como parte de un video para redes sociales y estaba alejándose de una casa cuando el propietario, Tyler Chase Butler, de 27 años, abrió fuego. Bosworth murió más tarde por las heridas de bala, mientras otro menor resultó herido leve y el tercero salió ileso.

Miedo y gatillo. Contaba el fin de semana el New York Times que las autoridades locales, que inicialmente atendieron una llamada sobre un posible intento de robo, encontraron a los adolescentes heridos en el lugar de los hechos. Butler fue arrestado días después y acusado de asesinato en segundo grado, con agravamiento por lesiones y uso de un arma de fuego en la comisión de delito.

El hombre se encuentra actualmente detenido sin posibilidad de fianza, y el caso ha despertado todo tipo de inquietudes, no solo sobre la escalada de violencia ante provocaciones menores, sino también sobre el acceso a armas y el frágil equilibrio entre autodefensa y reacción desproporcionada.

De las redes a los tribunales. Según consta en la declaración jurada, uno de los adolescentes explicó que realizaban la broma para grabarla en TikTok, plataforma donde, como decíamos, este tipo de retos han ganado popularidad de un tiempo a esta parte. El teléfono de uno de los menores, de hecho, aún contenía grabaciones del momento. 

Por su parte, la fiscalía ya ha fijado una audiencia preliminar para el próximo 18 de junio, y el caso podría derivar en un juicio que no solo examine el acto de disparar, sino también el contexto social que llevó a un adulto a interpretar como amenaza mortal una travesura nocturna de adolescentes.

Un caso que se repite. De fondo, un caso que no es inédito. No es la primera vez que una broma así acaba en tragedia. En 2020, un hombre en California mató a tres adolescentes tras una broma similar con un timbre, al embestir con su coche el vehículo donde viajaban. Fue condenado a cadena perpetua tres años después.

Este y otros casos revelan una tendencia alarmante: el cruce fatal entre la cultura digital del entretenimiento viral y una sociedad, en este caso la estadounidense, donde el miedo, la sospecha y las armas conviven de forma peligrosa, y donde el umbral entre lo lúdico y lo letal se ha vuelto más difuso.

Duelo. Como explicaban los medios del país, Bosworth era estudiante de último año en el instituto Massaponax de Fredericksburg, Virginia, y estaba a punto de graduarse el 13 de mayo. La escuela anunció la disponibilidad de consejeros para acompañar a los alumnos en duelo. Días después, sus compañeros se han reunido en el campo de fútbol para rendirle homenaje, compartiendo recuerdos, inflando globos con mensajes personales y soltándolos al atardecer.

Mientras la justicia se prepara para dictaminar un veredicto, la comunidad intenta encontrar consuelo ante una pérdida que no debió ocurrir: una familia, una escuela, y unos jóvenes marcados por una noche en la que lo absurdo se volvió irreversible.

Imagen | Alexa LaSpisa

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