Ana Martínez
Santiago de Compostela, 6 dic (EFECOM).- La plantilla de Sargadelos en Cervo (Lugo) ha vivido un cierre sin autorización administrativa en abril y otro terminado noviembre, ninguno de ellos por los números de la compañía y sí por un desacuerdo manifiesto del propietario con la Inspección de Trabajo que está causando estrés entre su personal.
"El circo sigue y no se sabe cuánto tardará en caer la próxima", ha dicho a EFE José Antonio Zan, representante de Comisiones Obreras; mientras que Lois Neto, de la CIG, arremete contra cierres patronales como estos que son "ilegales" y dejan a la clase trabajadora "muy desprotegida", con incertidumbre, desconcierto y gran estupefacción.
El 2 de abril, tras 36 deficiencias detectadas por la autoridad laboral y una multa, el dueño de la icónica cerámica, Segismundo García, echó el cierre. Días después, el 7, un acuerdo entre la Xunta y este administrador permitió restituir la normalidad, aunque con una calma tensa.
Ese compromiso que desbloqueó la situación incluía un estudio de las posibles mejoras en la protección de los empleados, después del caso de una trabajadora que había enfermado de silicosis, así como apoyar posibles obras de adecuación de unas instalaciones que están catalogadas como 'Bien de Interés Cultural' (BIC).
La reacción del dueño a esa labor de verificación del cumplimiento de la legislación tanto laboral como de seguridad fue entonces una carta con la que monopolizó tanto la atención política como mediática, en la que indicaba que debido a la tremenda dificultad para respetar y acometer lo pedido, no demorar el cierre era lo "obligado" para de ese modo evitar sanciones, sinsabores y "dar satisfacción".
Los empleados de la planta, a raíz del expediente abierto y de esa reacción, estuvieron sin desempeñar sus tareas al encontrarse con las puertas cerradas una jornada tras otra.
Con el pacto entre el Gobierno gallego y el propietario, el titular de Trabajo, José González, insistió, con todo, en que los fallos por negligencias o incorrecciones eran "subsanables" y, además, en que no había "riesgo inminente" para la salud.
En la mañana del 27 de noviembre otra visita de los inspectores para comprobar los avances desencadenó una reacción similar: el desalojo inmediato de toda la planta de producción.
Al día siguiente, el viernes 28, Segismundo García fue más allá, dimitió como CEO y presentó un ERTE de fuerza mayor de quince días, hasta el 15 de diciembre, para 86 empleados, de ellos 75 mujeres. Rápidamente fue tumbado por la Xunta al verlo del todo incongruente.
El 30, García se fue de viaje al extranjero, con ese departamento clausurado, y el 1 de diciembre el mandatario gallego, Alfonso Rueda, endureció el tono y ordenó abrir "ya, de inmediato" o, de lo contrario, iba a tomar las medidas correspondientes.
El 2 el propio Segismundo García avanzó esa reapertura y el 3 los operarios encontraron al fin las puertas abiertas.
Otra vez hubo un comunicado en el que García criticaba el "amenazante" tono de Rueda, al que comparaba con un "liberado sindical"; así como el "atuendo" de los inspectores en su "inconcebible actuación" que hacía sospechar un "grave riesgo" que al final parecía no ser tal porque "si la Xunta insta a continuar, alguien miente o exagera".
En ese escrito especifica además Segismundo García que las reformas exigidas están sin hacer y no está en los planes "acometerlas a corto plazo", con lo que el clima de preocupación por estos cierres repentinos seguidos de un silencio posterior sigue ahí.
Las reacciones políticas han sido tímidas tras este último paso suyo, pues Alfonso Rueda ha declarado "me alegro mucho" al referirse a la vuelta al trabajo y el responsable de Empleo, José González, ha dicho que celebraba la "reapertura".
Lois Neto cree que la crisis se ha cerrado "en falso" y afea que los trabajadores sean usados como "moneda de cambio", mientras que José Antonio Zan carga en declaraciones a la prensa contra los "caprichos de un niño pequeño de más de 70" años (el 13 de este mes cumple 73).
Mientras, Segismundo García escribe y pone en su último texto que "la autoridad laboral, los políticos y los sindicalistas" en estos tiempos "de cambio y confusión ('tiempos líquidos'), ejercen un desmedido poder". "Habrá que ir tirando", añade en sus reflexiones.
Porcelana de Sargadelos no es una compañía al uso y de ahí que todo este conflicto tenga implicaciones más allá del aspecto puramente empresarial, por lo que representa en la propia historia de Galicia y por ser una embajadora destacada de la marca de calidad que proyecta la Comunidad en el exterior. EFECOM
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