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Hasta el 14, nada más...

El gobierno inició y terminó con señales que serán difíciles de revertir para la sociedad chilena, y requerirán de mucho coraje en el futuro, para enfrentar la crisis ética generada por la política de la decadencia, que con frivolidad ha sido auspiciada desde la figura del Jefe del Estado, sus colaboradores, y una coalición llena de contradicciones e incapacidades que hoy exhibe un fracaso profundo a la hora del suma y resta en el país que entrega. La administración campeó entre desprolijas pensiones de gracia e indultos a delincuentes del estallido; con el retiro de los estados de excepción en lo que, entonces, llamaban el Wallmapu. Solo retrocedieron en no renovar éstos (su coalición se negó a lo menos todo el primer año) cuando el crimen y el terrorismo ya habían asolado a una ministra recibida a balazos desde Temucuicui, hasta el asesinato alevoso de tres Carabineros ejecutados y quemados por terroristas.

La debilidad de Boric sobre su coalición se demostró en ese primer año; en cada aprobación de una ley en materia de seguridad (la principal preocupación de los chilenos). Ley “gatillo fácil” llamaba su ministra del Interior a una ley, tan obvia como internacionalmente usada, para que las fuerzas de orden fuesen protegidas en el cumplimiento de su deber.

La tarde de su aprobación su coalición a gritos, fuera del Congreso, amenazaba llevar la norma al Tribunal Constitucional. Eso duró hasta que esa misma noche, un carabinero, como colofón del estado de negación permanente del gobierno, fuese asesinado de un tiro en la cara, mientras controlaba a un grupo de extranjeros ilegales que cometían delitos. Prácticamente, no hubo iniciativa alguna en materia de seguridad, control de frontera o terrorismo, que no contase con alguna oposición o veto de algún congresista de la coalición gobernante, pero con el apoyo de la oposición.

El Presidente sin capacidad de reacción, de anticipación, parecía a cada foto en su gabinete un hombre perdido y ensimismado. Alguien que ocupa un cargo sin mucho sentido, un lugar donde más que trabajar, daba la falsa sensación de hacerlo. Mirar esas imágenes del Presidente sentado, con cara reflexivo, bajo el adusto cuadro de O´Higgins, libros de historia o poesía, especial y cronométricamente ubicados, como una manera de dar la sensación de alguien ocupado, culto, una suerte de vate, un intelectual al mando, que leía filosofía en vez de informes de contingencia, trasuntaba en la intimidad ver la realidad pasar a lo lejos, sin mucho sentido de ella, finalmente generando la sensación de alguien extraviado, que nunca entendió o tuvo claro muy bien para que había llegado ahí.

Uno de los momentos cumbres, fue el apoyo más allá de cualquier prudencia mínima, de un texto constitucional, construido desde la violencia verbal, inspirada en la intolerancia e irrespeto al diálogo democrático, que no sólo debilitaba y destruía la historia política de Chile, intentando refundar, a través de un modelo archiconocido derechos y libertades e instituciones esenciales de la República desechando, la oportunidad única de un momento constitucional, que podría haber reconciliado el pasado con el presente. Un espacio que para llamarse constituyente, no distaba mucho de un circo triste, deplorable y partisano. La derrota aplastante fue su primer gran golpe de realidad. De ahí en adelante, se trataba de gobernar a través de un conjunto interminable de “simbolismos” para la barra, los amigos, los iguales. Así, el Jefe del Estado, nacional e internacionalmente instó a la división, a la polémica estéril, a la actitud pueril para demoler relaciones, amistades y acuerdos, largamente construidos con países vecinos, aliados, y con un paupérrimo desempeño, que lo llevó a la intrascendencia, y que le permitió, incluso acabar con figuras míticas para su sector, en un afán simbólico, como siempre performático, de recurrir al pasado para gobernar de cara a la barra brava (léase episodio de la casa de Allende) ¡si hasta eso logró tocar y destruir! Llevandose por delante a la “familia real” de la izquierda chilena. Todo champurreado en la desprolijidad de los “compadres”, los amigos de la universidad, los que prendían pantagruélicos asados, esos a los que había que recoger, y no se los podía tocar. La culpa siempre sería de otros, nunca de ese círculo inmutable.

Con ello, no tardaron en llegar episodios como la protección inexplicable a Monsalve, el encargado de la seguridad pública que deambulaba sin escoltas, un fin de semana de fiestas patrias con una treintena de asesinados por el crimen, en estado etílico deplorable, tratando de llevar a una subalterna ebria a su hotel. Coronado en una conferencia de prensa de un Presidente, que más que defenderlo, ante las acusaciones, y la evidente crisis nerviosa de su entorno, confesaba, con falsa prudencia de autocontrol su actuar en el episodio. Otra bandera más se iba al tacho. El gobierno feminista, las relaciones exteriores turquesa se convertían en un mal recuerdo y en la dilapidación de millones de dólares en capacitaciones de género en ministerios y servicios, leyes, y cualquier otra cosa que institucionalizara la posibilidad de la “funa”, un instrumento ya conocido por ellos, para destruir la vida de otros, pero jamás la del compañero, a quien se protegía y cuidaba. Como todo desvarío terminó golpeándolos en la cara.

Antes, la persecución de un par de pelafustanes que se llevaron cientos de millones de pesos del Estado, desnudó un tinglado de sociedades estructuradas, desde instancias parapartidarias, para desfalcar al Fisco, en programas destinados a la pobreza más dura, lo que hizo morir en extrañas circunstancias la posibilidad que varios “amigos”, y un engranaje muchísimo más amplio de colaboradores, no fuesen perseguidos -inexplicablemente hasta aquí- por un sistema que comenzó a engrosar cada vez más el monto de la expoliación de las arcas fiscales. Nunca sabremos: Otra bandera caída, los intríngulis de amigos, socios, parejas que se negaban, o no conversaban entre sabanas, los millones que llevaban a casa, pasaron a ser el pan de cada día, y con ello, la promesa de no más “pitutos”, no más corrupción; todo cuando ésta llegaba a cercar peligrosamente el entorno presidencial.

Hoy vemos un gobierno acabado, que busca negar lo obvio, el descontrol en la frontera, el déficit fiscal; que exhibe exiguos y pequeños triunfos, más atribuibles a la oposición, que a ellos mismos, con un equipo de ministros y asesores más preocupados de la “pega” de marzo, sin épica alguna, apoyando a una candidata que ni ellos tienen energía en defender. Pero cuando creíamos que todo podía acabar, aún quedaba más (no descarte el lector nada en el verano transicional). Luego de incumplir durante meses una sentencia judicial, y a horas de llevar a cabo un desalojo en la mega toma de San Antonio, en gran parte construida y auspiciada por el crimen organizado y el narcotráfico, el Gobierno, aún puede seguir demostrando su capacidad de dar señales erróneas a la sociedad. Disfrazados de justicieros sociales, le explican severos a los chilenos que expropiaran con fondos no ejecutados (pregunta para la galería ¿por qué hay fondos sin ejecutar en vivienda a estas alturas del año?) un gran terreno tomado, pues en Chile hay “dos filas distintas” (Montes dixit), una para aquéllos que cometen crímenes (y digamos burlan a la justicia) y otra para los estúpidos que hacen las cosas bien.

El legado es triste, el desplome ético brutal, y no solo en el Ejecutivo que tiene una importancia relevante en el estado de la Nación. Un gobierno que se deshace en explicaciones pueriles, en algunas cifras tratando de mostrar algo, pero donde al chileno le cuesta llegar a fin de mes para sostener a una familia, donde la inversión continua detenida en la ideologizada cabeza de algún burócrata, o bien, el empleo informal aumenta mientras Chile, agotado llega al final de éste largo camino. Lo más increíble es que la coalición, esa misma que intentó cambiarlo todo, esa que desde la superioridad moral nos señalaría el camino, crea aún, que los chilenos apoyaran a su candidata y sus equipos en las elecciones del domingo, eso como si fuese algo obvio o evidente. Permítanme señalar que no por especial entusiasmo: Los chilenos somos, pero hasta el catorce de diciembre, nada más…

Por Gabriel Alemparte, abogado.

Diciembre 9, 2025 • 1 hora atrás por: LaTercera.com 22 visitas

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