La violencia reciente en las favelas de Río de Janeiro vuelve a mostrar que la inseguridad en América Latina desborda fronteras y supera la capacidad de los Estados. Mientras el crimen organizado se mueve sin límites, la región sigue respondiendo con herramientas fragmentadas. Entender que la seguridad es un problema común —y urgente— es el primer paso para afrontarlo
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