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Jane Goodall, etóloga pionera en el estudio de los chimpancés salvajes, acude a ‘La Revuelta’ y está como en casa: “No somos los únicos seres con emociones”

Jane Goodall, etóloga pionera en el estudio de los chimpancés salvajes, acude a ‘La Revuelta’ y está como en casa: “No somos los únicos seres con emociones”

Nacida en Londres en 1934, ha dedicado sesenta años de su vida a estudiar el comportamiento de los chimpancés, sus interacciones sociales y familiares; a su protección frente a la caza furtiva, y a la preservación del ecosistema Jane Goodall visita 'La Revuelta' (RTVE)

Hoy ha visitado La Revuelta Jane Goodall, eminencia en la etología de los chimpancés, con más de veinte doctorados honoris causa por universidades e instituciones de todo el mundo, a pesar de que, cuando era niña, escuchaba demasiado eso de “eres una chica”, queriendo decir que sus aspiraciones, el amor por los animales con el que nació, no le llevarían a ninguna parte. La excepción era su madre, como recuerda con emoción, que le decía: “Si realmente quieres hacer algo así, vas a tener que trabajar muy duro, aprovechar toda oportunidad, y si no te rindes, estoy segura de que encontrarás la manera”. Hoy, a sus 91 años, Jane es, muy probablemente, la persona más influyente en el campo de los estudios del comportamiento de los chimpancés y de la conservación de vida salvaje y protección del medio ambiente.

Jane Goodall, una vida entera entre chimpancés

Con sus más de 30 libros (e innumerables artículos) publicados, sesenta años de su vida dedicados al estudio de los chimpancés y sus interacciones sociales y familiares, fue la primera en sugerir que estos grandes primates, primos hermanos del ser humano (aunque son más parecidos los bonobos), eran mucho más de lo que se creía en su momento. En aquella época, antes de sus aportaciones, el estudio de los chimpancés era muy reducido, además de poco fiable por limitarse a animales en cautiverio. Nacida antes de la Guerra Mundial, Jane lo ha visto todo menos “un programa de entrevistas en el que haya una mujer tumbada en una bañera”, como bromea en el programa después de presentarse “en chimpancé”, emitiendo una serie de sonidos guturales que, tras tantos años relacionándose de cerca con los grandes primates, le salen con total naturalidad.

La chimpancé Wounda abraza a Jane Goodall (Instituto Jane Goodall, Fernando Turmo)

Jane se marchó a Tanzania con 26 años y dinero para seis meses. Acabó pasando los siguientes 26 años en el país, “conviviendo” con los chimpancés. Según cuenta, el primero que perdió el miedo y se atrevió a acercarse a ella fue un tal David Barbagris, el primate que acabaría por “revelar” a Jane uno de los descubrimientos más importantes en el campo, por ser la primera vez que se observaba algo así. Según cuenta, David utilizaba un pequeño palo, metiéndolo en un nido de termitas, para “pescarlas” y poder comérselas con facilidad: estaba utilizando una herramienta, un comportamiento atribuido por aquel entonces exclusivamente a los seres humanos como una de las principales diferencias con el resto de los animales. Antes de explicar todo esto, regaló a David (Broncano, no el chimpancé) un peluche de David (Barbagris, no el presentador) con su firma (la de Jane, no la del chimpancé). Y nada más contar esta historia, dio la vuelta a su segundo regalo: el palito que utilizaba David (el chimpancé) para cazar termitas. “Es increíble eh, madre mía”, decía Broncano (David, el presentador).

El antropólogo Louis Leaky, a quien conoció durante esa época, vio en ella tanto potencial que movió hilos para conseguirle un posgrado en Cambridge, a pesar de no tener estudios universitarios (pero pocos grados, si alguno, valen más que seis años sobre el terreno). Allí, se encontró con que los docentes no acababan de aprobar sus métodos “poco académicos” de estudio. “Me dijeron que había hecho todo mal”, asegura, en cuanto a sus estudios en la jungla, porque, aparentemente, consideraban que “no debería haber puesto nombres a los chimpancés, solo números; no debía decir que tenían personalidad, capacidad de solucionar problemas, ni emociones como tristeza o miedo”. Según cuenta, sin embargo, el “maestro maravilloso” que le enseñó a hacer oídos sordos de las “tonterías” de sus profesores, no fue otro que su perro de la infancia: “Cualquiera que haya tenido un animal sabe que no somos los únicos seres que tienen emociones”, ha sentenciado en La Revuelta.

La investigadora también ha compartido la historia de Wounda, una chimpancé a la que encontraron herida por la misma bala que había matado a su madre. Jane, que creó la Fundación Jane Goodall (que mantiene santuarios donde se devuelven a la salud y eventualmente a su hábitat a crías y madres rescatadas de cazadores furtivos, víctimas de traficantes de animales), cuenta cómo fue una veterinaria española - llamada Rebeca - quien salvó la vida de la pequeña, bautizándola entonces como Wounda, de “wounded”, herida en inglés. Años más tarde, la primate volvió a correr serio peligro, y una vez más, fue Rebeca quien la cuidó y recuperó. Cuando Wounda fue liberada en el santuario del Congo, el más grande de la Fundación, la chimpancé se abrazó a su salvadora, pero también a Jane, a quien nunca había visto. Este momento quedó capturado en video, uno que hace unos años circuló con mucha viralidad por internet. Para Jane - y para todo el que haya visto el video - esta muestra de cariño es una confirmación perfecta de la presencia de sentimientos en estos animales. “¿Por qué? Ese es el misterio. ¿No creen que la vida está llena de misterios?“.


Fuente

Infobae.com

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