El Ciudadano
“Al convertir al sujeto colectivo de la nación o a su caudillo en su ideal y al dotarlo de cualidades fantásticas, los individuos hacen realidad un fragmento de ese gran Yo arcaico, cuya realización les es negada en la existencia de lo individual; de paso se liberan mediante la proyección de sus propias agresiones, ligadas al yo ideal, con el inevitable resultado de que el mundo se puebla de objetos peligrosos, con ansias de revancha, de los cuales el sujeto se ve a su vez obligado a defenderse: la otra cara de los beneficios que produce el narcisismo socializado es la manía persecutoria.”
Theodor W. Adorno
Rasgos del nuevo radicalismo de derecha. Conferencia 6 de abril de 1967. Universidad de Viena.
Por Antonio Almendras Gallardo

Cuando un sujeto político como el candidato Kast está habitado de un modo absoluto de certezas, se puede tener la falsa impresión de que se trata de alguien muy resuelto, con un carácter resolutivo e impetuoso. Sin embargo, una certeza es fecunda cuando es imprevisible y necesaria a la vez, lo que evidentemente constituye una paradoja.
Es esa paradoja la que sitúa al sujeto en una posición transformadora y dialéctica con la realidad. Solo tiene una relación dialéctica quien sabe distinguir lo que de un modo singular está en juego en cada coyuntura. En cambio, las certezas permanentes, constituidas en una cadena de razonamientos aparentes, bloquean la relación dialéctica con los hechos. No existe ninguna posibilidad de que el sujeto candidato pueda modificar su perspectiva y cambiar de posición. Realiza un puro acto de cortesía, quizá simulada, frente a aquellos que le interpelan un cambio. La escucha activa de la ciudadanía/audiencias no tiene lugar.
El que está en una posición que siempre se sostiene con certezas, en el fondo está petrificado, fosilizado, no puede dejar de apelar a las mismas aseveraciones, incluso cuando las pruebas de la realidad que se le contraponen se tornan irrefutables.
Nada va a cambiar en el sujeto candidato, construido exclusivamente con certezas que proceden de argumentos que carecen de un sustrato epistemológico respaldado en las evidencias. Tarde o temprano las certezas que lo sostienen pondrán de relieve lo que esconde: el horror al vacío.
A continuación, exploraremos sucintamente el núcleo ideológico del relato del sujeto candidato que sostiene en parte sustantiva su imaginario discursivo:
Existen conceptos nucleares compartidos por lo que comúnmente se denomina la derecha radical[1] en el mundo occidentalizado. Por conceptos nucleares se entienden a los componentes tanto centrales como constitutivos de una ideología particular. En este sentido el sujeto candidato comparte elementos con los que a menudo han sido descritas otras derechas radicales en el mundo. Estos conceptos son dos: el primero es el concepto de la nación expresado a través de un nacionalismo de tipo nativista; y el segundo es el concepto de autoritarismo. Ambos han sido centrales en los estudios de muchos autores, quienes consideran que la mezcla entre el nacionalismo y el autoritarismo es lo que les brinda identidad a las derechas contemporáneas en comparación a las derechas tradicionales.
La derecha radical chilena es una mixtura entre: nacionalismo nativista y autoritarismo, categorías que no han sido lo suficientemente puestas en relieve por el periodismo mainstream que “informa” a la ciudadanía.
El nativismo es definido comúnmente como una ideología que sostiene que los Estados deberían ser habitados exclusivamente por los miembros del grupo nativo (“la nación”), y que los elementos “no nativos” (personas e ideas) son fundamentalmente amenazantes para la homogeneidad de este Estado/Nación. La oposición entre los grupos nativos y no/nativos se ve reflejada por los significantes del nosotros versus ellos, e implica un intenso rechazo hacia una minoría que habita el territorio nacional, y que posee conexiones extranjeras a través de la sangre, o de las ideas.
El nativismo es un término que ha ganado mucha popularidad en las últimas décadas entre académicos y periodistas bien informados para describir el sentimiento anti/migrante. En este proceso, el término también se ha utilizados como sustituto de diversas ideologías y/o discursos, como el racismo, el nacionalismo, la xenofobia y el populismo.
Esta confusión se debe en gran medida a que muchos paradigmas existentes del nativismo adoptan un enfoque ideacional que diluye las fronteras conceptuales y puede acabar eufemizando la ideología racista que subyace a las políticas migratorias hostiles dirigidas a los grupos minoritarios. Por el contrario, un enfoque teórico del discurso, que no niega la importancia de la ideología, pone énfasis en una ilustración precisa de la lógica política de fenómenos como el nativismo. Esta perspectiva es relevante, en la medida que enfatiza el proceso dinámico mediante el cual las fronteras políticas se construyen, estabilizan, fortalecen o debilitan y desarticulan. En otras palabras, el enfoque se desplaza del supuesto “contenido ideacional” de los fenómenos políticos a cómo los actores políticos formulan este supuesto contenido. Siguiendo esta perspectiva, asevero que el nativismo es una forma de política racista y xenófoba que construye discursivamente al no nativo, al extranjero o incluso al conciudadano no integrado contra los pueblos nativos. Este discurso opera desde una lógica racista de “nosotros” contra “ellos”, que presenta la inmigración como una amenaza para la nación, poniendo énfasis en la asimilación/transformación aceptable del problema de la diferencia y/o detener la invasión percibida.
Esta concepción de nativismo surgió en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX ante el rechazo a la inmigración irlandesa. La postura se extendió sobre otros países que experimentaron grandes flujos de inmigración en sus inicios, como Australia, Canadá, Brasil o Argentina, y hoy en día también está presente en Europa, India y otras partes del mundo. Aunque no es exclusiva, la comparten sobre todo líderes, formaciones y simpatizantes de derecha radical. Las personas que defienden perspectivas nativistas suelen autodefinirse como “patriotas” o “nacionalistas”. Sin embargo, el nativismo está más vinculado con la xenofobia y el racismo.
Los nativistas rechazan la inmigración con justificaciones económicas, culturales y medioambientales. Las justificaciones económicas incluyen el empleo, con la idea de que los inmigrantes quitan el trabajo a los locales y empeoran los salarios; las ayudas del Estado, sosteniendo que reciben más de lo que aportan económicamente, o la vivienda, argumentando que reducen la oferta disponible, lo cual sube los precios. Sin embargo, la evidencia en general desmiente las cuestiones del empleo, el gasto público y los aportes.
Las justificaciones naturales del nativismo son las diferencias de idioma, religión o costumbres entre la población “natural” y los extranjeros, o el supuesto aumento de la violencia que trae la inmigración, que la evidencia también matiza o desmiente. Por último, las justificaciones medioambientales apuntan a que los inmigrantes y su descendencia van a provocar sobrepoblación o a acaparar recursos naturales que son limitados. El nativismo más extremo se vincula con teorías conspirativas como la del “gran reemplazo”[2], un supuesto plan para sustituir a la población blanca, urbana y europea a través de la inmigración.
El autoritarismo, por su parte, hace referencia a “la creencia en una sociedad estrictamente ordenada/disciplinada, donde las infracciones a la autoridad son severamente castigadas”. De esta forma, la seguridad y el orden son valores principales para la derecha radical. Las transformaciones del régimen político húngaro bajo el liderazgo del ultraderechista Viktor Orbán, a quien Kast ha visitado personalmente, han llevado a que se califique su sistema político como una democracia “iliberal”, término popularizado por Zakaria [3](1997), es decir, como sistema donde se celebran elecciones, pero las libertades civiles se hallan restringidas, el control del uso del poder es escaso y los mecanismos de accountability ausentes, encontrándose las minorías especialmente desprotegidas.
La receta de la derecha radical para librar al país y a Occidente de la degeneración es un combate que puede dividirse en dos fases: una anterior a la toma del poder político y otra cuando se logre –en virtud de la batalla electoral- el asalto al poder. En la primera fase se optó por una estrategia metapolítica, mediante la cual se interviene –con todos los medios al alcance, especialmente el control de los medios de comunicación tradicionales y de las redes sociales– en la lucha cultural, entendiendo que solo tras alcanzar la hegemonía cultural se puede conquistar el poder político. En la segunda fase (la que se aproxima), se optaría por una estrategia reformista, orientada a aplicar medidas desde el Estado que, progresivamente, vayan realizando el ideal de comunidad étnicamente homogénea (“chilenos todos”) al que se aspira (con severas restricciones a la inmigración), así como medidas neoliberales para contrarrestar el igualitarismo socializante, cancelar derechos sociales, disminuir el gasto público y el despliegue de un programa autoritario para socavar el contenido democrático de las instituciones.
Por Antonio Almendras Gallardo
Magíster en Ciencia Política. Universidad de Chile.
Bibliografía
Mudde, Cas. La ultraderecha hoy. Paidós. Barcelona. 2021.
Zakaria, Fareed. The rise of iliberal democracy. Foreign Affairs. 76(6). 22-43. https://doi.org/10.2307/20048274 1997.
NOTAS
[1] La categoría general que agrupa a aquellos movimientos que se sitúan, en el espectro izquierda y derecha, a la derecha de la derecha tradicional, es la de ultraderecha. Esta categoría se refiere a los movimientos de derecha que son “antisistema”, es decir, siguiendo a Mudde, aquellos que se muestrean hostiles a la democracia liberal. Este amplio grupo, a su vez, estaría dividido en dos subgrupos: la extrema derecha y la derecha radical. La extrema derecha rechaza la democracia (la soberanía popular y el principio de la mayoría), mientras que la derecha radical acepta la esencia de la democracia, aunque rechaza algunas cuestiones clave de la democracia liberal como los derechos de las minorías y la separación de poderes, abogando por una perspectiva autoritaria de los derechos y las libertades.
[2] Teoría conspirativa que asevera que existe un plan para sustituir a la población europea blanca a través de la inmigración. Su ideólogo es el escritor francés Renaud Camus, quien la socializó en 2011 en un libro del mismo nombre. Según Camus, existe un plan para destruir a la civilización europea a través de las políticas migratorias. De este modo, una inmigración masiva de africanos y musulmanes amenazaría la supervivencia de los europeos blancos cristianos, que corren el riesgo de ver desaparecer su cultura y convertirse en minoría.
[3] Zakaria, Fareed. The rise of iliberal democracy. Foreign Affairs. 76(6). 22-43. https://doi.org/10.2307/20048274. 1997.
Fuente fotografía
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.
La entrada Kast: La fosilización del relato se publicó primero en El Ciudadano.
completa toda los campos para contáctarnos