Es falso que el martes 12 de noviembre del año 2019 los militares se negaran a salir a la calle a controlar el caos reinante. El General Ricardo Martínez le señala al Presidente Sebastián Piñera que las condiciones para ejercer la represión son muy delicadas, ya que la operación terminará sin dudas con varios muertos y ni los militares ni el gobierno contaban con el apoyo político necesario para justificar ese resultado. Pero en todo momento confirma que los militares están listos para cumplir su mandato.
El análisis del escenario que hace Martínez, además, es correcto, y Piñera claramente se convence de ello. Por eso cede a la salida constitucional, que fue el altísimo precio que puso la izquierda menos exaltada, pero no menos ambiciosa, para pactar una salida política de la crisis.
Si esa noche Piñera hubiera firmado el decreto que estaba sobre su mesa, los militares habrían salido, y el país ahora sería radicalmente diferente, y no para bien. Es difícil pensar que el Presidente hubiera podido terminar su mandato. De hecho, cuesta ver un escenario en que no es perseguido a escala internacional por violaciones a los derechos humanos. Los militares habrían quedado anulados y arrinconados en el poder pidiendo garantías de amnistía, y la izquierda octubrista se hubiera dado un festín con el país por 50 años más en nombre de las víctimas. Se habría renovado la línea divisoria del 88, la oposición entre democracia y dictadura, en vez de transformarse. Y la derecha política se habría convertido otra vez en paria. No como hoy, que es la izquierda la deslegitimada y la que debe explicaciones por haber mirado para el lado o apoyado el violentismo. Como ha señalado el sociólogo David Altman, el proceso que siguió al estallido parece haber cambiado el clivaje político en Chile. Y todo eso se deriva del día 12, que abre la puerta a esa reconfiguración.
En suma, es gracias a lo que el exministro Gonzalo Blumel bautizó como “la vuelta larga” que hoy José Antonio Kast tiene arrolladoras posibilidades de convertirse en Presidente de Chile. Pero lo irónico es que el quiebre más profundo entre Republicanos y Chile Vamos emergió justamente a propósito de esa decisión. Por haber cedido Piñera en abrir el camino constitucional es que Kast declaró que serían, de ahí en más, opositores al gobierno. Así, Republicanos le debe su éxito presente a una opción que combatieron con todas sus fuerzas.
¿Tiene esto alguna relevancia para lo que viene hacia adelante? Yo creo que sí, y en varios niveles. Es importante que la nueva derecha reconozca sus errores de juicio y reconfigure su identidad política en consonancia, si es que no quiere sufrir un destino parecido al Frente Amplio. Esto no significa abrazar acríticamente todo lo que hizo Piñera ni todo lo que plantea Chile Vamos. La lista de errores a repudiar es larga, sin duda. Pero sí implica abandonar aquello de que Republicanos serían valientes y los otros cobardes. No se puede glorificar la irreflexión y el actuar a lo bruto. No están obligados a permanecer en ese mito de pantalones y testosterona.
Los Republicanos necesitan una lectura más profunda e inteligente del estallido social y el proceso que le siguió si quieren extender la duración en el tiempo y la efectividad política del nuevo clivaje o código tutelar de nuestra política. Kast, supongo que lo sabe bien, no es el mejor representante de la épica del Rechazo del 4 de septiembre de 2022, pero puede llegar a serlo. Para lograrlo, debe reconfigurarse de manera reflexiva la distancia que los separa de la centroderecha, a los que necesitará desesperadamente como aliados en un eventual gobierno. Está muy bien discrepar, pero tiene que ser sobre bases claras y honestas, si es que habrá también espacios de colaboración.
El que quiera una prueba práctica de lo que digo, puede escuchar el diálogo entre Arturo Squella, mano derecha de José Antonio Kast, y Felipe Kast en el podcast de este último. Squella es elocuente y articulado en todas sus respuestas, excepto cuando le preguntan por el punto de quiebre con Chile Vamos y por el 12 de noviembre de 2019. Hay ahí una grieta por reparar y un puente por construir.
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