Lejos de ser una manifestación de rebeldía, esta fase, que se manifiesta alrededor de los 15 meses y puede extenderse hasta los 3 años, es un hito crucial en la formación de la identidad y la autonomía del menor. Eso sí, es un momento desafiante para los adultos, por lo que la clave es la paciencia y la comprensión
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