La izquierda en un gobierno de derecha

Tras una derrota electoral de gran magnitud, la izquierda chilena enfrenta un nuevo ciclo político marcado por una disputa hegemónica aún no resuelta. No se trata solo de una discusión por liderazgos, sino de una confrontación más profunda, de carácter político y cultural, sobre cómo interpretar la derrota y cómo posicionarse frente a un gobierno de derecha.

Si bien pudo pensarse que esta disputa había quedado zanjada con el triunfo de Gabriel Boric, lo cierto es que su administración evidenció rápidamente las tensiones internas del sector. Aunque el Presidente llegó al poder liderando una coalición encabezada por el Frente Amplio y el Partido Comunista, gran parte de la conducción política del gobierno recayó en figuras vinculadas a la ex Concertación y a la tradición socialdemócrata. Esa convivencia forzada dejó abiertas preguntas que hoy vuelven a emerger con fuerza.

En el próximo período, esta disputa probablemente se trasladará al Congreso. Allí se verá si la izquierda es capaz de articular una coalición amplia, o al menos una coordinación mínima entre quienes comparten ese espacio político. En una etapa inicial del nuevo gobierno, lo lógico sería observar intentos de ordenamiento opositor en torno a ciertos principios comunes: la defensa de derechos sociales, como el debate sobre aborto, la mantención de las 40 horas laborales o los fundamentos de una reforma previsional.

Sin embargo, también es plausible que se imponga una lógica distinta, una oposición que privilegie la confrontación total, rechace la negociación y busque reafirmar identidades más que influir en la agenda. Lo que puede ser acompañado por llamados a manifestaciones callejeras para evitar el camino institucional, apoyando las acciones de desorden teniendo en mente que los benefician en su interés de demostrar el rechazo al nuevo gobierno.

Frente a ello, emerge otra lectura posible de la derrota electoral, asumir que la ciudadanía habría entregado un mandato claro al sistema político para resolver problemas urgentes —seguridad, orden público, migración y crecimiento económico— que solo pueden ser abordados desde el Estado, mediante políticas públicas eficaces y acuerdos amplios, donde la izquierda o al menos un sector de ella se siente parte de la discusión y resolución de los problemas a enfrentar.

En el fondo, vuelve a manifestarse la tensión entre las dos izquierdas. Por un lado, una más doctrinaria, altamente educada, con un fuerte sentido de superioridad moral y rasgos paternalistas, que tiende a interpretar las decisiones del electorado como expresión de “falsa conciencia” o desafección de clase. Por otro, una izquierda igualmente elitista en su composición cultural -no de origen-, pero más pragmática en su aproximación política, dispuesta a reconocer las demandas de seguridad, consumo y estabilidad como legítimas, y a buscar acuerdos para responder a ellas.

La pregunta central no es solo quién liderará a la izquierda, sino qué tipo de izquierda emergerá en este nuevo ciclo. Una que se repliegue en la denuncia y la pureza ideológica, o una que asuma que, incluso desde la oposición, es posible —y necesario— contribuir a la gobernabilidad, alejándose de una retórica binaria entre Estado y mercado y volviendo a situar la política como una herramienta concreta para mejorar la vida de las personas.

Por Aldo Casinelli, Director Escuela de Gobierno, Universidad Autónoma de Chile

Diciembre 19, 2025 • 2 horas atrás por: LaTercera.com 38 visitas

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