La monja alemana que fue secretaria y confidente del papa Pío XII y la asistencia humanitaria que lideró en la Segunda Guerra Mundial
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La monja alemana que fue secretaria y confidente del papa Pío XII y la asistencia humanitaria que lideró en la Segunda Guerra Mundial

Protectora de Eugenio Pacelli, quien se convertiría en pontífice durante más de cuatro décadas, en la historia del Vaticano pocas figuras han ejercido una influencia tan discreta pero poderosa como la de Pascalina Lehnert. Su vida refleja la fortaleza de una mujer en un mundo dominado por hombres y su papel crucial en la Santa Sede durante uno de los períodos más oscuros del siglo XX. Desde su ingreso a la congregación de las Hermanas de la Santa Cruz hasta su muerte en Viena dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia
Josefina Lehnert nació el 25 de agosto de 1894 en Ebersberg, Baviera, en el seno de una familia campesina y religiosa. Hija de un cartero,desde los 15 años sintió una fuerte vocación religiosa, soñando con unirse a la Orden Franciscana por suhumildad. Sin embargo fue admitida en la congregación de las Hermanas de la Santa Cruz de Menzingen, donde tomó los votos en 1910, adoptando el nombre dePascalinaen honor a san Pascasio que fue un monje benedictino francés. En el monasterio de Menzingen, Suiza, aprendió cocina, costura y limpieza, habilidades que marcarían su servicio. En 1917 conoció a Eugenio Pacelli, entonces nuncio apostólico en Baviera, iniciandouna relación de lealtad que duró hasta la muerte del papaen 1958.Durante la Segunda Guerra Mundial lideró la asistencia humanitaria del Vaticanoy, tras la muerte de Pío XII, se dedicó a honrar su memoria. Falleció el 13 de noviembre de 1983 en Viena y fue sepultada en el Cementerio Teutónico del Vaticano.
La congregación de las Hermanas de la Santa Cruz de Menzingen, fundada en 1844 en Suiza por el padre Theodosius Florentini y la madre María Teresa Scherer, se dedicaba principalmente a la educación y la caridad. Inspirada en la espiritualidad franciscana, la orden buscabaservir a los más necesitados, especialmente a través de la enseñanza y el cuidado de los pobres. A finales del siglo XIX la congregación se expandió por Europa estableciendo escuelas y hospitales. En Menzingen, las novicias recibían una formación rigurosa que combinaba oración, trabajo manual y estudio. Para Josefina Lehnert este ambiente de disciplina y servicio fue el caldo de cultivo perfecto para consolidar su vocación.
Aunque inicialmente deseaba unirse a las hermanas franciscanas, la Santa Cruz le ofreció un camino dehumildad y acciónque resonó con su carácter práctico y devoto. Su formación en Menzingen, donde aprendió a gestionar un hogar con eficiencia, la preparó para las responsabilidades que asumiría al servicio de Eugenio Pacelli.
El destino de Sor Pascalina cambió en 1917 cuando, a los 23 años, fue enviada al monasterio de Einsiedeln, Suiza, para asistir a Eugenio Pacelli, entonces nuncio apostólico en Baviera, que se recuperaba de problemas estomacales. Impresionado por su cuidado y franqueza, Pacelli solicitó que se uniera a su equipo en la nunciatura de Múnich en 1918. Allí, Pascalina se destacó como ama de llaves, organizando con precisión las tareas domésticas y demostrando una valentía notable. En 1919, durante un asalto de revolucionarios espartaquistas a la nunciatura, defendió a Pacelli interponiendo su cuerpo, logrando disuadir a los atacantes. Este episodio consolidó la confianza del nuncio en ella.
Cuando Pacelli fue trasladado a Berlín en 1925, como nuncio en Alemania, Pascalina lo siguió; organizó eventos diplomáticos que convirtieron la nunciatura en un centro social de prestigio. En 1929, al ser nombrado cardenal secretario de Estado, Pacelli insistió en llevarla a Romarompiendo con la tradición vaticana que prohibía a las mujeres vivir en la Santa Sede. Su presencia causó recelo entre los curialistas, pero su eficiencia y lealtad la hicieron indispensable. Tras la elección de Pacelli como Pío XII en 1939, Pascalina se convirtió en su asistente personal, gestionando su agenda, cuidando su salud frágil y actuando como un filtro para audiencias, lo que le valió el apodo de “Virgo potens” (Virgen poderosa) entre sus detractores.

En el Vaticano, Sor Pascalina fue mucho más que un ama de llaves. Su influencia, aunque ejercida en la sombra, era innegable. Administraba los apartamentos papales asegurando un ambiente hogareño para Pío XII y supervisaba detalles tan personales como la dieta del papa, que sufría de problemas gástricos. Su carácter firme le permitió imponer orden, incluso frente a cardenales y dignatarios. En palabras de José-Apeles Santolaria de Puey y Cruells,“detrás de Eugenio Pacelli se escondía una mujer diminuta pero con un temple de acero”.
Pascalina controlaba el acceso al papa, interrumpiendo audiencias si consideraba que Pío XII necesitaba descansar, y gestionaba su correspondencia con una discreción absoluta. Su relación con el pontífice no estaba exenta de críticas. Algunos curialistas, como Giovanni Battista Montini (futuro Pablo VI), la veían como una figura demasiado dominante. Sin embargo, aliados como el cardenal Francis Spellman de Nueva York reconocían su lealtad. Pascalina también cuidaba detalles simbólicos, como los canarios que Pío XII amaba, y velaba por su bienestar espiritual, acompañándolo en momentos de oración y reflexión.Su influencia alcanzó su cenit durante la guerra, cuando asumió un rol clave en las obras de caridad papal.
Durante la Segunda Guerra Mundial Sor Pascalina desempeñó un papel crucialen las iniciativas humanitarias de Pío XII. Como jefa del “Magazzino de la Pontificia Comisión de Asistencia” (1944-1958),organizó la distribución de alimentos, ropa y medicinas a víctimas de la guerra en Italia y Europa. Según sus memorias, supervisó el envío de miles de paquetes a Roma, Francia, Polonia, Checoslovaquia y Austria, coordinando caravanas de camiones para asistir a los necesitados. En el Vaticanogestionó el refugio de hasta 200.000 judíos, proporcionándoles alojamiento, comida y ropa en conventos y monasterios, siguiendo las órdenes del papa de proteger a los perseguidos.
Pascalina también fue un enlace vital entre Pío XII y el mundo exterior. Durante la ocupación nazi de Roma (1943-1944), cuando se temía un secuestro del papa, ella mantuvo la calma, asegurando que los documentos sensibles estuvieran protegidos.Su valentía y organización fueron reconocidas por Juan XXIII, quien le otorgó la medalla “Pro Ecclesia et Pontifice”, el mayor honor que la iglesia católica otorga por los servicios prestados a la comunidad cristiana. Como afirmó el historiador Johan Ickx,“Pascalina fue el vínculo más importante de Pío XII con un mundo lleno de sufrimiento”.
El 19 de julio de 1943, el barrio romano de San Lorenzo fue devastado por un bombardeo aliado, dejando cientos de muertos y miles de heridos. Pío XII, acompañado por Pascalina y otros colaboradores, visitó la zona inmediatamente, convirtiéndose en el primer papa en salir del Vaticano durante un conflicto para consolar a las víctimas.Sor Pascalina organizó la asistencia inmediata, distribuyendo alimentos y ropa desde el “Magazzino” y coordinando el apoyo a los damnificados. Su presencia en San Lorenzo, donde el papa oró entre las ruinas, fue un testimonio desu compromiso con los más vulnerables. Según testigos,Pascalina trabajó incansablemente para asegurar que los recursos llegaran a los necesitados, reforzando la imagen de Pío XII como “Defensor Civitatis”.

La muerte de Pío XII, el 9 de octubre de 1958, marcó un punto de inflexión para Sor Pascalina. Los curialistas que la veían con recelo aprovecharon la oportunidad para alejarla del Vaticano. Obligada a abandonar los apartamentos papales, se retiró al Colegio Norteamericano en Roma, donde actuó como procuradora de su congregación. A pesar del exilio interno, Pascalina no se rindió. Con donativos, incluido el del conde Enrico Galeazzi, fundó la “Casa Pastor Angelicus”,un hogar para mujeres abandonadas, en honor a Pío XII. También dedicó sus esfuerzos a promover la causa de beatificación del papa, aunque expresó escepticismo ante la resistencia de algunos sectores eclesiásticos.
En 1959 escribió sus memorias,Ich durfte ihm dienen(Tuve el privilegio de servirle), pero la Iglesia retrasó su publicación hasta 1982 temiendo controversias. En el libro, Pascalina defendió el legado de Pío XII, destacando su humanidad y su oposición al nazismo, como cuando quemó una carta crítica a Hitler para evitar represalias contra los católicos.Su dedicación a la memoria del papa fue su última misión.
En noviembre de 1983, a los 89 años, Sor Pascalina viajó a Viena para asistir a un homenaje por el 25 aniversario de la muerte de Pío XII. Durante el evento sufrió una enfermedad repentina y falleció el 13 de noviembre. Su funeral, celebrado en la iglesia de Santa Maria della Pietà en Roma, fue presidido por el obispo Petrus Canisius van Lierde, con la presencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger (quien fue luego Benedicto XVI). Fue sepultada en el Cementerio Teutónico del Vaticano, un privilegio reservado para alemanes y austríacos de una antigua cofradía romana, a pocos metros de San Pedro y de su amado Pío XII.
Pascalina donó gran parte de sus recursos personales a la Casa Pastor Angelicus y a su congregación. Sus pertenencias, incluyendo correspondencia con Pío XII, fueron entregadas al Vaticano, donde se conservan en los archivos. Su legado material fue modesto perosu impacto espiritual y humanitario perdura.
Sor Pascalina Lehnert fue mucho más que la asistente de Pío XII. Fue su protectora, su consejera y su enlace con un mundo en crisis.En un Vaticano dominado por hombres, desafió las convenciones con su inteligencia y determinación, ganándose tanto admiradores como enemigos. Durante la Segunda Guerra Mundial, su labor humanitaria salvó innumerables vidas, y su lealtad a Pío XII la convirtió en un símbolo de devoción. Como afirmó Rodolfo Vargas Rubio,“Pascalina fue la mujer más influyente cerca del trono de Pedro”. Su tumba, cerca del corazón de la cristiandad, es un recordatorio de una vida dedicada al servicio, la fe y la memoria de un papa que, gracias a ella, pudo enfrentar las tormentas de su tiempo.
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