El Ciudadano
Por Franco Caballero Vásquez

“La otra España, la de piel dorada, la marinera”, en algún momento hay que perdonar a los padres. “A la familia siempre se le perdona”, gran valor. Transformar el rencor en herida sanada, superar las grandes heridas que cargamos y terminar de alguna vez con este vicio político que ya comienza a significar la dinámica representativa al dividirnos por colores que nosotros no elegimos. La democracia representativa es superable, es mejorable en una democracia de participación, en una democracia radical, en cualquier otra democracia menos la representativa. Toda política que divida y nos separe es porque está viciada con la conveniencia de los beneficiados en este sistema de ejercer “la democracia”. Es absurdo, no tiene sentido. Los partidos políticos generan divisiones y son permeables a las ideologías, es decir, a dogmas que se establecen en uno de manera inamovible e irreflexiva. El sentido común es el valor, es la ética. La ética es trascendental a todos los partidos, es la conciencia de bienestar general y buena vida. Hay que bajarles la importancia a las elecciones digo yo, hay que subirle la importancia a las demandas masivas significativas que permitan generar los cambios, cualesquiera sean, para vivir mejor. No puede ser tan relevante la figura de una o un presidente, seguimos padeciendo la crítica de Hans Kelsen, el abogado ideador de la ONU, diciendo que Chile tenía el problema presidencialista al darle a la figura de la presidencia tanta relevancia y rigidez. Esta es una crítica que aparece citada incluso en Wikipedia en la página de Kelsen, hecha a propósito de la Constitución chilena del 25, del siglo pasado, es decir, cien años atrás y sigue siendo un problema.
“La otra España, la que huele a caña, tabaco y brea”. La canción es buena. Me inspira el perdón, te perdono colonizador, ahora más cuando la Unión Española se fue a la B. Acepto el pasado, quizás más aún, como condición sincrética, en nuestra identidad múltiple, de padres mapuches y madres españolas. Te perdono, conquistador, la otra roja. Superamos los rencores. Esta idea de perdonar se contagia, empiezo a proyectar hacia otros casos, el más evidente para el país, el golpe. Irnos por la idea de que el neoliberalismo, viéndolo desde lejos, fue un progreso significativo y fuimos “privilegiados” por tener en el chip constitucional del cuerpo país Chile lo que nos hace adelantados como ha insinuado Zizek. Dale, vemos la historia y la aceptamos, no podemos hacer nada para revertir este amarre, esta fuerza. Digamos que Rousseau tuvo razón y cuando nacieron las ciudades era necesario administrar, es decir, organizar la Economía y desde ahí la política y todo eso, ok. El pasado nos sirve para saber, pero el presente es acción a por un futuro mejorable y consciente de esto. Consciente de quienes nos configuraron por la razón o la fuerza. No se puede ser revolucionario sin contagiarse por el vigor de la historia.
El problema es el atomismo que deja la herida del sujeto individual, molécula, unidad, dígito, número, letra, empresarios de sí mismos, clubes de único dueño, con barrios silenciosos, cada uno absorbido en una pieza, con el sol afuera, con la naturaleza urbana afuera, los más viejos lo saben, la competencia no es normal. Hileras de mesas una con otra pegaditas tomando once, celebrando navidades o años nuevos. Todos los vecinos en la calle, energía social, calidad de vida. Comparemos eso con la vida actual. Eso es lo que uno se pregunta, ¿nos gusta acaso la vida que estamos llevando? Agotados en el consumo, estresados sin saber de qué. Angustiados en la vida materialista, desperdigados sin valores, sin educación ni respeto. Cada uno que haga lo que quiera, esa es la libertad que vociferan ese otro vecino aquí al lado, tan libres que quedamos todos solos.
El sendero de la izquierda tiene que ser el espiritual, allí está la salida, “la revolución será espiritual o no será” decía un grafiti para el estallido social, frase inspirada en la original “la revolución será feminista o no será”. Y ahí sí, ahí están las salidas para la izquierda, digamos para la sociedad. Los 8M de Chile son los más connotados en la región, el feminismo chileno es pionero en el mundo, creó himnos que aún se replican. Muy bien saben de esto aquellos políticos que dejan atrás las restricciones de su partido y su sector y coinciden en valores transversales en los que radica la democracia en el fondo, como lo es el valor del feminismo como un sentido común, como una ética. Eso es un ejemplo para la clase política. El camino espiritual debería ser el camino de la izquierda, darle a la gente, como ciencia de la sociedad, un sostén de principios que cultiven la psicología del ciudadano actual.
Perdonar es divino, la compasión es el más bello de los sentimientos, y a veces sirve para pensar en lo que no hay que volver a repetir, porque el rencor no da el avance, eso es comunismo en el fondo, una intención para vivir mejor. Pero los partidos políticos tienen los nombres que quieren, una cosa es el comunismo y otra bien distinta es el Partido Comunista. El paneo actualizado de la política chilena vería en la UDI y RN una derecha de centro y en Republicanos y Libertarios una derecha de ultras. La izquierda por su parte tiene una especie de nueva Concertación entre el PC y el Frente Amplio, con algunas alianzas con lo que quedó de la ex Concerta con el PS, PPD, pero no tiene todavía un ultra, de hecho, es el discurso que los analistas vienen diciendo desde los años 60, es un discurso reiterado: “La izquierda no tiene plan”, “¿Cuál es el camino de la izquierda?” Bueno, la respuesta es más fácil, cada vez que lo ha tenido, la derecha lo boicotea, y nosotros la sociedad civil quedamos mirando el espectáculo, temerosos en algunos casos. En el paneo general los partidos de centro creen en la democracia, los ultras ya la pierden, entregan mensajes de autoritarismo y pasada de máquina.
El espíritu, “que vuelva el corazón del animal” (Chinoy), que vuelva el amor por las demás personas, que surja la educación emocional, afectiva y científica. Que vuelva el vecino, el festival del barrio, el niño impaciente, la señora gritona. Que vuelva todo lo que fue bueno y nos hizo bien, pero ya no somos los mismos. Ahora los que mejor la pasan son los que trabajan, y claro si la producción es el tema, lo que antes del neoliberalismo era la familia, ahora son los trabajadores, los que laboran y salen todos los días, están fuera de la casa, hacen vida social, salario mensual a costa de tener las condiciones físicas y mentales para ser un trabajador no finiquitable. Se va de viajes, sale a bares seguido, se divierte y al mismo tiempo trabaja con colegas. Democracia también es pensar en los que no la pasan bien, democracia es pensar en los que sufren, en los que claman bienestar. Los españoles están perdonados, más ahora que bajó la Unión, ya pasó entre ellos y nosotros el tiempo suficiente, nos sirve su retrospectiva para atajar con base la herida que la historia arrastra, desde la colonia, el golpe y todo tipo de atentado a la pobre e indefensa democracia; es que yo quiero vivir en Sucupira, amigo de todos, del pescador y del alcalde, no quiero vivir en Ñuñoa inmerso en la igualdad de las formas, la agonía de lo auténtico, en la asfixia biopolítica, contento de mentira, profesional sin clase y abyecto con prisa. Yo quiero ser amigo de la fuente de soda, miembro del pueblo, esclavo de mí mismo.
Por Franco Caballero Vásquez
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