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La tercera mitad

Es muy frecuente caracterizar las sociedades contemporáneas (incluida la chilena) como polarizadas, con grietas que parten al país en dos posiciones de conflictos irreconciliables. Los últimos cincuenta años en Chile han girado en torno a la dicotomía generada por el final del gobierno de Allende y el comienzo de la dictadura de Pinochet. Ese “clivaje” -como llamamos los politólogos- dio forma a las expresiones políticas en uno y otro lado, y alineó tanto a políticos como a ciudadanos comunes y silvestres, más allá de la irrupción y desaparición de partidos de turno. Esa división, consagrada con posterioridad al plebiscito de 1988, habría quedado desfasada con la emergencia de nuevas demandas sociales movilizadas.

Por ejemplo, David Altman afirma que “el clivaje Estallido vs. Rechazo” explica mejor el mapa político chileno que las tradicionales etiquetas del “Sí” y del “No”. Según el colega, estaríamos ante una nueva dicotomía política entre “refundadores” y “restauradores”, entre quienes alentaron y justificaron el estallido social del 2019 y entre quienes buscan recuperar el orden previo, respectivamente. Quiero sostener una visión distinta.

La partición “democracia/dictadura” puede quedar muy lejos en el tiempo para las nuevas generaciones, pero podríamos interpretar las pugnas entre “refundadores” y “restauradores” como una actualización de la grieta original. En ese sentido, no habría demasiado en qué sorprendernos, pues es difícil visualizar a pinochetistas refundadores o a nostálgicos de Allende antiestallido. De hecho, la victoria de José Antonio Kast solidifica la conexión entre estos dos supuestos clivajes (sobre el que todos estamos de acuerdo y sobre el que propone Altman). Nada mejor que la victoria de uno de los líderes del legado pinochetista y acérrimo opositor al movimientismo del estallido para hacer el update respectivo.

Pero sí existe algo relativamente nuevo en esta sociedad: la emergencia de una suerte de tercera mitad. Se trata de un campo antielitista, una suerte de anticasta que rechaza la dinámica política ideologizada y/o no se reconoce en las identidades sociales que proponen las divisiones históricas. No determinan sus preferencias electorales. Es tan antipinochetista como la izquierda y, a la vez, tan anticomunista como la derecha. Es pues un anti-establishment que se ubica en otro eje de competencia, ortogonal al convencional. Y sería demasiado errado pensar que se trata del centro o de seguidores de un “neocaudillo” (sic) como Parisi. Obviamente en consultas plebiscitarias -Apruebo/Rechazo, A Favor/En Contra, Kast/Jara- termina plegándose a uno de los bandos, pero no como compromiso ni como sentido de pertenencia. Sino donde se apilan los mayores rechazos. El domingo último la amalgama entre anticomunismo y antiincumbente explica el casi 60% del líder republicano.

Si usted quiere ver Chile dividida en dos, piense una grieta entre ideologizados y los embroncados. Pero lo más sensato es reconocer sus tres mitades.

Por Carlos Meléndez, cientista político

Diciembre 15, 2025 • 10 horas atrás por: LaTercera.com 42 visitas

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