Con todos sus defectos, el cine de 2025 ha tenido el mérito de mirar de frente al presente, con la tragedia convertida ya en disparatada farsa. Dos películas con una acogida muy distinta, Una batalla tras otra y Eddington, operan como parábolas de una sociedad estadounidense donde el choque entre bloques y el clima de persecución y paranoia se han vuelto rutina. En la primera, la mejor película de Paul Thomas Anderson en años, late una reflexión sobre la revuelta y sus riesgos, que recupera la figura de la acción directa setentera, pero trasladada a un país donde la retórica supremacista se ha normalizado y los líderes parecen rostros mal renderizados por una IA aún en pruebas. Anderson parte de Vineland, la novela que Thomas Pynchon publicó tras la reelección de Reagan, para insistir en la persistencia del fascismo bajo nuevas máscaras. Y lo hace en un momento en que hasta los grandes títulos de Hollywood, de Wicked: Parte 2 a Avatar: Fuego y ceniza, se pueden entender como parábolas de la tentación totalitaria.
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