No por azar distintos actores y observadores del quehacer político nacional han elogiado el arranque de José Antonio Kast como presidente electo. Con el tono de su discurso inaugural y su intensa actividad posterior, Kast no sólo ha copado la agenda pública, sino que ha logrado transmitir un marcado contraste con el singular modo en que “habita el cargo” el presidente Boric. En paralelo, ha restado credibilidad a la narrativa que busca desprestigiarlo como “ultraderecha” antes de asumir. De hecho, “moderación” y “sensatez” son los dos atributos que suma a su haber, según el último monitor de liderazgos políticos de Datavoz. Ninguna de estas señales auspiciosas, sin embargo, impide percibir las amenazas que enfrenta JAK de cara a su instalación en La Moneda.
Un primer riesgo, no demasiado advertido hasta ahora, remite al frente interno del mandatario electo. Si uno de los pecados iniciales de la nueva izquierda fue explicitar su pretendida “escala de valores” superior y la cándida idea de los “círculos concéntricos” —el centro del poder residía en Boric y sus amigos hasta la derrota del Apruebo—, el problema de los republicanos podría ser, paradójicamente, el inverso. Desde luego, ha sido positiva la integración política y programática del exministro Alvarado y los equipos de Chile Vamos. No obstante, el mundo de Kast debe mantener una dosis de protagonismo y responsabilidad en la conducción del nuevo gobierno, tanto por el apoyo de sus bases como por la necesidad de otorgar una impronta distintiva a su período.
Quizá ello explica los rumores de prensa de los últimos días, en virtud de los cuales se estaría sondeando como posibles ministros de seguridad al exalcalde Carter y al exgeneral Vial (ambos senadores electos y con altas votaciones). Tal vez se cree que una designación de esa índole ayudaría a atenuar el peligro ya descrito. Después de todo, esa cartera gozará de gran relevancia bajo la nueva administración: fue el principal tema de la campaña, su desempeño será examinado con lupa y ese ministerio integrará el comité político, según se ha informado. Sin embargo, escoger para ese rol a un parlamentario ad portas de asumir sería un remedio peor que la enfermedad: como ha señalado Max Colodro, a ojos de la opinión pública sería visto como “una estafa a los ciudadanos” que, además, empañaría el nombramiento del gabinete ministerial.
El punto anterior guarda relación con otro desafío de primer orden: evitar al máximo los errores no forzados. Naturalmente, esto es más fácil decirlo que hacerlo, pues la tarea que viene por delante para Kast y su núcleo de confianza es sumamente compleja, desde conformar los equipos de gobierno hasta responder a las expectativas ciudadanas, sin olvidar la deslealtad con las reglas básicas de la democracia que ya anuncia el PC. Pero si algo ha quedado claro bajo la presidencia Boric —desde la fallida visita de Izkia Siches a Temucuicui hasta el reciente incordio con la embajadora de Nueva Zelandia— es que en política a veces los mayores traspiés no derivan de los adversarios. El inadecuado manejo de la negociación con José Luis Daza sugiere que este flanco no debe ser descuidado. Un gobierno de emergencia no tiene margen para distraerse con incendios autoprovocados.
Por Claudio Alvarado R., director ejecutivo del IES.
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