Este fin de semana el mapa del sureste peninsular ha vuelto a teñirse de rojo. Las alertas máximas emitidas por la AEMET en la Comunidad Valenciana y en Almería nos ha devuelto a una realidad que parece repetirse con una cadencia inquietante. Y esta es precisamente la pregunta que nos podemos hacer en este caso: ¿están pasando estos hechos de una manera más habitual?
De manera corta. Lo que nos dicen los datos de los últimos 15 años de análisis, es sí. La respuesta larga es más compleja e involucra un Mediterráneo que funciona como una gasolina cada vez más volátil para estos fenómenos.
Lo que dicen los datos. Si miramos atrás, la percepción de que 'antes llovía, pero no así' tiene un respaldo científico muy importante. Los análisis que hace la AEMET sobre las precipitaciones extremas entre 1965 y 2020 muestran un patrón bastante claro: los temporales con lluvias torrenciales no solo son más frecuentes, sino que tienen una extensión y violencia mayor en el siglo XXI.
El punto de inflexión parece situarse en la última década. El periodo 2010-2020 concentra una cantidad anómala de eventos extremos, con el temporal Gloria en 2020, marcando récords previos que la DANA de 2024 ha pulverizado. Además, las recientes publicaciones en EarthArXiv y recopilaciones de Copernicus confirman esta tendencia: el Mediterráneo occidental español está sufriendo una intensificación de los episodios convectivos.
No es un ciclo. Es algo que puede venirnos a la cabeza, pensando que esto es una racha que puede ser cíclica y que en un futuro esté bajando la frecuencia. Pero las reconstrucciones dendrocronológicas basadas en los anillos de los árboles nos indican que la intensidad de los eventos del Levante se sale de la variabilidad natural observada en siglos anteriores.
El motor del desastre. Para entender el porqué tenemos ahora más tormentas violentas hay que irse hasta la termodinámica básica, ya que el Mediterráneo está registrando temperaturas superficiales sin precedentes.
Esto hizo por ejemplo que la DANA de Valencia de 2024 fuera entre un 12 y un 15% más intensa defino a este cambio climático antropogénico. La ecuación que maneja la Organización Meteorológica Mundial (WMO) es implacable: por cada grado que se calienta la atmósfera, esta puede retener un 7% más de humedad. Algo que afecta de manera directa a los eventos meteorológicos.
El ejemplo. Cuando una DANA que es literalmente una capa de aire frío en altura se encuentra con un Mediterráneo inusualmente cálido, el resultado es una inyección masiva de vapor de agua. Es lo que Millán, histórico director del CEAM, llevaba años advirtiendo: hemos convertido nuestra cuenca marítima en una olla a presión. De esta manera, el calentamiento no solo aporta más agua que precipite, sino que intensifica la fuerza con la que lo hace y por ende una mayor destrucción.
El futuro. Lo preocupante no es solo lo que ha pasado, sino lo que los modelos dicen que va a pasar. Las proyecciones citadas por expertos señalan un aumento de hasta un 61% en las lluvias extremas en la región mediterránea bajo escenarios de altas emisiones.
Informes de la Universidad de Zaragoza y AEMET apuntan a que, aunque el número total de días de lluvia podría disminuir en el futuro, los días que llueva lo hará de forma torrencial. Específicamente, para las costas de Valencia y Alicante, se proyectan incrementos superiores al 20% en la intensidad de las precipitaciones extremas. Esto obliga a preparar planes de contención que nos tengan preparados ante posibles destrozos naturales.
Imágenes | Jason Sung
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La noticia
Lo de Valencia y Almería no es una anomalía estadística: los últimos 15 años confirman que el Mediterráneo se está radicalizando
fue publicada originalmente en
Xataka
por
José A. Lizana
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