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Muerte de la orca Kshamenk reabre el debate sobre el cautiverio animal en Sudamérica

La muerte de Kshamenk, la última orca en cautiverio en Sudamérica, volvió a encender un debate que parecía dormido, pero que la evidencia científica y los casos recientes hacen imposible ignorar: ¿puede justificarse hoy el encierro de animales altamente sociales e inteligentes con fines de entretenimiento?

Kshamenk pasó más de tres décadas en una piscina artificial, aislado del océano, sin poder formar vínculos estables y sin posibilidad de desarrollar los comportamientos complejos que caracterizan a las orcas. Cada uno de estos factores, advierten especialistas, tiene efectos directos sobre la salud mental y física de los cetáceos. Su muerte se suma a una lista de casos que, para organizaciones de defensa animal, confirman un patrón ineludible: el cautiverio reduce la esperanza de vida y genera sufrimiento crónico.

Organizaciones como Derechos de Animales Marinos (DAM), junto a biólogos marinos y veterinarios, llevan años advirtiendo que los cetáceos en cautiverio presentan estrés severo, comportamientos estereotipados, debilitamiento inmunológico y una mortalidad significativamente mayor que sus congéneres en libertad. La historia de Kshamenk, aseguran, es solo la muestra más visible de un problema estructural.

Un caso reciente refuerza esta mirada: el fallecimiento de la elefanta Kenya, trasladada en 2024 al Santuario de Elefantes de Brasil tras más de 40 años en encierro. Su llegada al santuario reveló conductas que no había podido expresar en décadas—revolcarse en la tierra, explorar libremente, relacionarse con otros individuos—y también el impacto acumulado de años de privación. Aunque finalmente murió, su breve experiencia en libertad demostró el potencial reparador de estos espacios y la crudeza del confinamiento previo.

“La discusión de fondo ya no debería ser cómo mejorar el cautiverio, sino cómo ponerle fin. No se trata de casos aislados, sino de un sistema que produce siempre los mismos resultados”, señala Jesica Bon Denis, fundadora de Animal Interseccional. Su postura coincide con la literatura científica: especies como orcas y elefantes necesitan extensiones vastas, estructuras sociales complejas y estímulos ambientales cambiantes para mantener su bienestar. Nada de eso puede replicarse en un recinto.

La muerte de Kshamenk, así como la de Kenya, está siendo interpretada por los movimientos de derechos animales como un punto de inflexión ético. El modelo de entretenimiento basado en el cautiverio de fauna silvestre enfrenta hoy cuestionamientos crecientes: desde su impacto sobre la salud de los animales hasta la necesidad de revisar prácticas heredadas que ya no encuentran justificación en una sociedad informada sobre su crueldad.

Ante este escenario, activistas autoconvocados llamaron en Argentina a la ciudadanía a reunirse el domingo 21 de diciembre a las 16:00 horas en el Obelisco de Buenos Aires para realizar un abrazo simbólico en memoria de Kshamenk y exigir el fin del cautiverio animal en la región. El gesto, señalan, busca honrar su vida, pero también visibilizar que miles de animales permanecen aún en condiciones similares.

El debate está abierto. Y, como muestran Kshamenk y Kenya, ya no se trata solo de mejorar estándares, sino de redefinir una relación con otros seres vivos que, como demuestran la ciencia y la experiencia, no nacieron para vivir encerrados.

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Diciembre 16, 2025 • 3 horas atrás por: ElPeriodista.cl 12 visitas

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