Pasar de un Galaxy antiguo a un S25 es como cambiar de coche veterano a deportivo moderno: no es sólo cuestión de estética. Es algo que se nota en cada detalle. Desde el momento en que desbloqueas la pantalla, ya percibes un salto de fluidez y ese "nosequé" que te acompaña por cada rincón de su sistema operativo, desde abrir la app del despertador hasta editar vídeos. Quienes dan ese salto, suelen destacar cinco mejoras que cambian por completo la experiencia de uso.
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Fluidez con años por delante
La primera diferencia, la más obvia, está en la rapidez general. Cualquier teléfono de los nuevos topes de gama de Samsung montan un procesador más potente y eficiente: arranca apps al instante, las transiciones entre pantallas son suaves, y la multitarea ya no se espera, se vive. Los tiempos de carga se reducen notablemente, hasta en juegos exigentes.
Eso da tranquilidad: puedes navegar, trabajar o jugar sin lags ni esperas. Y lo mejor (para quienes odian el lag): el sistema se siente siempre ágil, incluso meses después de sacarlo de la caja.
Fotos con poca luz: pasar de la penumbra a la nitidez
Hace unos años, hacer fotos de noche con un teléfono era el equivalente a hacer garabatos en la oscuridad. Con cualquier S25, la cámara nocturna deja de ser un extra anecdótico para convertirse en una herramienta fiable. Gracias a sensores más grandes, mejor apertura y procesamiento por inteligencia artificial, las fotos captan más luz, con colores más reales y menos ruido.
Eso significa que una cena con amigos, una escapada al monte al atardecer o una fiesta bajan del territorio de “quizá sirva” al de “mira qué pasada”. El modo nocturno ya no es un añadido caprichoso, es un imprescindible.
Autonomía: la liberación de los cables
Los Galaxy de hace unos años muchas veces llegaban justos al final del día si abusabas del móvil. Con los nuevos, la combinación de batería mejorada y eficiencia energética permite ese margen extra. Puedes llegar al día y medio de uso sin pestañear (ideal si te pasas el día fuera o te olvidas de cargar).
Además, la recarga es más rápida. No parten de cero a veinte en cuatro horas: con media hora enchufado puedes ganar suficiente autonomía para varias horas, un salto nada despreciable en la rutina diaria.
Pantalla: el cambio que se ve. Y se toca
La pantalla es otro distinguido entre los dos mundos. En los S25 la fluidez visual combina con mejor resolución, colores más vivos y mayor brillo: ideal tanto en interiores como bajo sol directo. Los vídeos se ven más reales, la lectura se nota más cómoda y los juegos ganan en inmersión.
Ese salto no es solo estético: mejora tu interacción diaria. Los menús se deslizan con suavidad, las animaciones parecen naturales y cada gesto táctil se siente instantáneo. Todo encaja mejor, sin tirones ni micro-lags.
Software: bienvenidas, nuevas funciones
Más allá del hardware, un S25 o un Z Flip7 viene o se le puede instalar la versión más reciente del sistema (ahora mismo One UI 8): gestos modernos, mejor integración de IA, funciones nuevas de cámara, ajustes automáticos y más personalización.
Eso cambia la forma de usar el móvil: tienes más control, más automatismos útiles y funciones que en un teléfono antiguo ni figuran. La sensación no es la de un móvil “viejo con parche”, sino la de un compañero nuevo que entiende bien lo que haces y lo hace mejor.
Si tu Galaxy tiene ya tres o cuatro años, usas apps exigentes, haces fotos fuera de casa, pasas muchas horas fuera o simplemente te molesta que el móvil vaya lento, el cambio al S25 se nota.
En definitiva, los teléfonos más modernos de Samsung no son solo modelos más modernos: ofrecen una experiencia redondeada, fluida y cómoda. Y merece la pena si quieres que tu móvil deje de parecer “uno viejo” y pase a ser una herramienta fiable, rápida y actualizada.
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No es lo mismo cambiar de móvil cada año que hacerlo después de tres o cuatro: estas son los aspectos en los que más lo vas a notar
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Xataka Móvil
por
Manuel Naranjo
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