Durante años, el alcohol ha sido un elemento casi inherente al ocio juvenil. Pero algo está cambiando. La generación Z bebe menos que las anteriores y no solo por una cuestión de salud o economía: empieza a percibir el alcohol como un factor que afecta directamente a su bienestar mental, su capacidad de concentración y, en consecuencia, a su productividad diaria.
No es una cruzada moral ni una renuncia total al consumo. Es un cambio de relación con respecto al alcohol y sus consecuencias posteriores.
La generación Z bebe menos que los millennials. Los datos confirman que no se trata de una percepción aislada. Según Fortune, la generación Z consume alrededor de un 20% menos de alcohol que los millennials a la misma edad, una caída sostenida que se observa en varios países occidentales. Es decir, el alcohol sigue presente, pero pierde protagonismo en el ocio juvenil.
Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES), en 1997 el 12,7% de la población de 15 a 64 años afirmaba beber a diario, en 2007 era ya el 10,2% y en 2024 este porcentaje apenas era del 9%.
Hangxiety: la resaca que no se ve. La generación Z ha crecido con mayor acceso a información sobre salud mental, neurociencia básica y bienestar emocional. Eso ha modificado la percepción del alcohol, que deja de verse solo como diversión para empezar a entenderse como un elemento con costes cognitivos claros.
Uno de los conceptos que mejor explica este cambio es el de "hangxiety", que The Guardian definía como la ansiedad que aparece tras el consumo de alcohol, incluso cuando la resaca física es leve. El alcohol altera neurotransmisores como el GABA y la serotonina, generando un efecto rebote que puede traducirse en ansiedad, irritabilidad y pensamientos rumiantes al día siguiente.
Para una generación especialmente sensibilizada con la ansiedad y la salud mental, este efecto resulta especialmente disuasorio.
Menos alcohol, más estabilidad cognitiva. Es decir, el motivo para reducir el consumo de alcohol no es solo evitar la resaca, sino mejorar la estabilidad mental y su rendimiento cognitivo durante los días siguientes.
Un estudio del Instituto de Investigación y Capacitación JSI de Boston, investigó los efectos del consumo de alcohol en el rendimiento laboral. Según sus conclusiones, incluso niveles moderados de resaca pueden afectar a la toma de decisiones, la memoria y la atención sostenida. El problema no es solo el exceso puntual del alcohol, sino los efectos residuales que se arrastran durante días y el malestar que esos efectos producen entre los más jóvenes.
Vivir sin fatiga. Reducir el consumo de alcohol no implica jornadas maratonianas en las que se pueda trabajar más horas. Lo que cambia es la constancia. Menos alcohol implica menos días "perdidos", menor fatiga cognitiva y mayor capacidad para mantener el foco a lo largo de la semana.
Para una generación que se mueve en un mercado laboral más inestable y competitivo, ese control del propio rendimiento es clave, apostando por alternativas sociales sin alcohol, consumo más planificado y menos presión por beber para encajar.
Imagen | Unsplash (Vasilis Caravitis)
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La noticia
No lo llames resaca, llámalo "hangxiety": el motivo por el que la generación Z está dando de lado al alcohol
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Xataka
por
Rubén Andrés
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