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Paranoia demográfica

Al final de una comida, de la nada, un amigo jurista me preguntó por los efectos de la caída de la natalidad en la economía. Se quejó que en las campañas nadie habla del tema y que los economistas –le encanta acusar a la profesión– no estábamos preocupados. Tarde, esbocé una respuesta poco convincente que corrijo aquí.

El contexto es de paranoia en torno al descenso de la natalidad. Luigi Zoja define la paranoia como la tendencia a atribuir los males a un enemigo externo con una convicción emocional que supera la evidencia. Mucho de lo que nos sucede en Chile y en el mundo, en particular la natalidad, tiene estas características. Debe haber “algo” que la habrá hecho bajar. Elija: crisis religiosa, neoliberalismo, amenaza climática, delincuencia, feminismo. Esto nos angustia y esta se contagia.

Visto con frialdad, la caída de la natalidad es comprensible e incluso deseable, pero tiene consecuencias. Obviamente el crecimiento total se desacelerará, pero no necesariamente el per cápita. Puede incluso aumentar por dos motivos. Primero, la menor natalidad suele acompañarse de mayor expectativa de vida. Al subir la edad promedio poblacional, sube la productividad laboral. Segundo, aumenta el capital por trabajador, impulsando productividad, salarios y empleo.

Aun así, el ajuste no será sencillo. Para aprovechar estos efectos deberemos trabajar más años en la vida. Ello exige reducir lagunas laborales y postergar la jubilación. Para sostener beneficios sociales habrá que pensar inteligentemente su diseño, acceso y financiamiento. Los políticos deben dejar de prometer beneficios sin contribuciones.

Se dice que la migración será inevitable para proveer ciertos servicios, pero esta no es una pócima mágica. Un problema es la protección social por el descalce entre el acceso inmediato a beneficios y las contribuciones futuras del migrante. La migración, ordenada, puede ser parte de la solución. El ajuste requiere que algunas ocupaciones cambien, desaparezcan o sean reemplazadas por máquinas o robots. Eso no es malo porque muchas son labores mal remuneradas y mecánicas, pero habrá que acostumbrarse. La política social deberá estar atenta a acompañar esta transición compleja.

La consecuencia más positiva es que la presión medioambiental irá cediendo. Parte del cambio climático tiene un origen demográfico, y es buena noticia que hacia fines de siglo esta presión disminuya.

Pero los fundamentos del crecimiento –innovación, capital humano, calidad del Estado– pueden o no cambiar, son tareas permanentes de las políticas públicas. Estas requerirán un análisis innovador y racional.

Aquí surge el mayor riesgo. Porque a los populistas les acomoda la paranoia, la pueden explotar manipulativamente. Exagerando riesgos y costos de ajuste, los populistas pueden sembrar miedo y conflicto. La paranoia demográfica puede paralizarnos o llevarnos a políticas públicas completamente equivocadas.

Por Guillermo Larraín, FEN, U. de Chile

Diciembre 8, 2025 • 11 horas atrás por: LaTercera.com 11 visitas

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