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Pepe Mujica en la voz de sus biógrafos

Pepe Mujica en la voz de sus biógrafos

Andrés Danza: “A Pepe le angustiaba mucho el hecho de no haber podido ser padre”

Director periodístico del semanario uruguayo Búsqueda, Andrés Danza es coautor, junto a Ernesto Tulbovitz, del libro Una oveja negra al poder: Confesiones e intimidades de Pepe Mujica, editado en 2015. Danza comenta a La Tercera que la primera entrevista que le hizo al ahora fallecido mandatario fue en 1997 y desde ahí la relación con él “se fue profundizando cada vez más”. Al punto que siguieron conversando con Mujica casi semanalmente, incluso después que asumió como presidente en 2010.

“Voy a seguir hablando con ustedes todo lo necesario y me llaman directamente a mí sin problema”, les dijo. “Tuvimos más de 80 horas de grabación con él siendo presidente”, detalla Danza, quien asegura que a él se le ocurrió el nombre del libro, que acordaron publicar una vez que el exguerrillero dejara el poder. “Y en una de esas reuniones se lo comenté. Y él, con esa sonrisa muy característica que tenía, se rio y dijo: ‘Está perfecto, yo la verdad es que soy una oveja negra’”. “Le pareció muy representativo de lo que fue su carrera política y su vida”, afirma Danza.

Portada del libro

En la portada del libro Mujica aparece con su perra Manuela. ¿A qué se debe ello?

Él generó un vínculo muy especial con Manuela. De hecho, uno de sus últimos deseos era que lo cremaran y que sus cenizas las tiraran en un árbol que tiene enfrente a su casa, en su chacra, en un secuoya que le regalaron, donde está aterrada Manuela. Él tenía una relación muy afectuosa con Manuela, agregado que además no tuvo hijos, y eso fue algo que siempre le pesó muchísimo, le dolió muchísimo. Quizás Manuela en algún momento de su vida ocupó un poco ese lugar también.

¿Mujica les habló sobre ese tema?

En un capítulo del libro él menciona el tema de la paternidad. Ellos no fueron padres por una muy sencilla razón, porque en el momento que podían serlo estaban los dos presos, tanto Lucía (Topolansky)como él. Pero a los dos les hubiera encantado. Pepe sufría, le angustiaba mucho el hecho de no haber podido ser padre.

Lucía Topolansky junto a Pepe Mujica.

A raíz de su muerte, usted calificó a Mujica como un “predicador laico”. ¿Por qué?

Creo que la gran virtud de Pepe, una de las cosas que lo diferenció de todo el resto o de muchos de los demás líderes políticos, fue el don de la palabra. Siempre fue un gran comunicador y en los últimos años, especialmente después que dejó la presidencia, se dedicó en gran medida a hacer eso, a recorrer el mundo y a llevar su mensaje a distintas partes. Nosotros por el libro viajamos muchísimo con él y siempre pedía ir a una o dos universidades para hablarle a las generaciones más jóvenes. Y su discurso era disfruten la vida, vivan la vida con pasión, crean en algo y, sobre todo, júntense y disfruten de la vida y de las personas que están alrededor de ustedes

En el funeral de Mujica estuvieron los presidentes Lula da Silva y Gabriel Boric. ¿Cómo era su relación con ellos?

Con Lula era un tema fraternal, o sea, de hermano prácticamente, porque con Lula prácticamente crecieron juntos. Mujica opinaba que Boric era de lo mejor de las nuevas generaciones de izquierda en América Latina. De hecho, cuando asumió (el presidente uruguayo) Yamandú Orsi a principios de marzo, yo lo hablé con Mujica después, tuve una larga charla acerca de Boric, y él estaba muy entusiasmado con lo que representaba. Porque su gran preocupación era que hubiera nuevas generaciones que tomen la bandera.

Pero en el libro él hablaba más de Michelle Bachelet, con quien también tenía una relación muy cercana y porque fue más contemporánea a él. También tenía una relación cercana con Sebastián Piñera y lo pone como ejemplo en el libro de lo que tienen que hacer los presidentes de América Latina, que es juntarse más allá de si son de derecha o si son de izquierda.

El Presidente Gabriel Boric se reúne con el exmandatario de Uruguay, José Mujica, en el Palacio de La Moneda. Foto: Jonnathan Oyarzun/Aton Chile

Usted fue el último en entrevistar a Mujica, a comienzos de enero. De hecho, es ahí donde anuncia que “se está muriendo”. ¿Cómo fue ese momento?

Me dejó un mensaje en el celular diciendo “Andrés, te habla Pepe, llámame que necesito decirte algo muy importante”. Y lo llamé por teléfono y me dijo: “quiero que vengas a mi casa”. Cuando fui me estaba esperando en el living de su chacra, sentado en el sillón. Y de entrada me dijo: “estoy liquidado hermano, el cáncer se me fue para el hígado, tengo metástasis, me estoy muriendo, hasta acá llegué. Necesito el reposo del guerrero”. La verdad que fue una de las entrevistas más difíciles que tuve que hacer obviamente.

¿Cómo resumiría su legado?

Uno es la autenticidad, ser auténtico, vivir como se piensa. Y lo segundo, un culto a la sobriedad y a ser feliz con poco, a través de los afectos y no lo material sino lo espiritual.

Sergio Israel: “Era un gran político, pero no fue un buen Presidente en el sentido de hacer funcionar el Estado”

“‘El Pepe siempre fue un anarco totalmente responsable, que estaba cuando vos lo precisabas’, resumió su compañero Germán Vidal, al que llamaban Pascualito. Aunque en las décadas del 1960 y 1970 cargaba una pistola Star 9 mm de nueve tiros y tomó decisiones que costaron vidas humanas, José Pepe Mujica siempre fue considerado un hombre bueno y más conciliador y político que militarista”.

Así parte Pepe Mujica, el presidente: Una investigación no autorizada, libro del periodista uruguayo Sergio Israel, editado en 2014, que analiza los principales focos de atención del gobierno de Mujica.

Portada del libro

A su juicio, ¿cómo se gesta el fenómeno en que se convirtió Mujica?

Mujica se construyó como personaje político, con dos vertientes. Él llega a la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros ya habiendo tenido una experiencia política y eso lo hace muy singular. Viene con un camino político construido en torno a una militancia política dentro del Partido Nacional, que luego la abandona y se hace militante de izquierda. Después de haber hecho la experiencia de la guerrilla, de la cárcel, que no es una cosa trivial, porque son 12 años de cárcel y casi una decena de años de guerrillero, lo que pasa es que poco a poco él fue descubriendo, y lo fueron descubriendo sus compañeros también, que tenía una de comunicación muy especial, es una cosa muy poco común, que digamos rompía con todos los esquemas, porque era un hombre con un pensamiento filosófico y, a su vez, con una forma de comunicación muy llana y eso me parece que es lo que lo convierte en ese fenómeno.

Mujica se llegó a convertir en una especie de rockstar. ¿Cree que eso complotó un poco contra su mensaje?

No, yo creo que lo potenciaba. Escuché a un comentarista que decía que Mujica cayó justo en un momento de descrédito de la política a nivel mundial, o de la credibilidad por toda la corrupción del año 2008, con todo el tema económico en Estados Unidos y toda ese quiebre, y como que él cayó justo, decía este hombre, y me parece que es un buen análisis. Es decir, me parece que tuvo esa posibilidad de llegar con un mensaje sano, políticamente honesto.

Pepe Mujica en su chacra a las afueras de Montevideo.

A Mujica le gustaba repetir que era un “estoico”. ¿Considera que tal vez eso es lo que cautivó a la gente, su consecuencia?

Totalmente. Es que eso justamente tiene una gran llegada. Es decir, él tenía esa forma de vida, muchos tupamaros la tenían, no todos, pero muchos la tenían, muy austera. Él se dio cuenta que eso era un mensaje político, porque esa consecuencia, eso de estoico, lo hacía llegar mejor a la gente. Él decía, eso me hace más libre porque no tengo ataduras ni compromisos.

Cuando lanzó su libro, usted decía que la forma de gobierno de Mujica era “caótica”. ¿Cómo se explica eso?

Porque él era así, un anarco. Era un hombre muy trabajador, muy voluntarioso, pero no era una persona sistemática y organizada. Es decir, él en ese sentido tenía un gran olfato político para manejarse, negociar, tender puentes y conseguir votos, lo cual no quiere decir que fuera bueno para armar equipos de gobierno. Mujica era un gran político, un gran discutidor, pero no fue un buen presidente en el sentido de hacer funcionar el Estado. Lo que pasa es que sí logró un montón de cosas. Tuvo grandes éxitos a nivel de la ley del aborto, de la marihuana, un montón de avance social, que eso me parece que también se lo reconocen los jóvenes.

Pepe Mujica junto a Lula da Silva.

Y si hubiera que hablar de su legado, ¿qué destacaría de Mujica?

Hay una cosa que es indiscutible que es el éxito político que tuvo. Él construyó un sector dentro del Frente Amplio, el Movimiento de Participación Popular, que es el mayoritario desde hace unas cuantas elecciones, y esta última vez volvió a reafirmarse. Deja una herencia política fuerte. El otro legado que se me ocurre es el tema de la democracia. Es decir, él después de haber pasado por esos 12 años de cárcel y 10 de guerrillero, vuelve a su actividad política abierta. No renuncia al uso de las armas, pero como que lo deja ahí en un segundo plano. Participa en el juego democrático y ser un tupamaro que llegó a presidente le dio una victoria moral.

Y lo otro que me parece que es importante es la actitud con el viejo enemigo. Siempre tuvo una posición de no juzgar a los militares o, en todo caso, no tenerlos presos. Es decir, siempre tuvo una posición de no rencor, de no dar la batalla por el tema de la dictadura. Mucha gente no lo entiende ni comparte, ni siquiera entre sus propios compañeros de la izquierda vinculada a los tupamaros.

Fuente

LaTercera.com

LaTercera.com

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