Lo que yo opine sobre el Presidente Trump o sobre nuestros candidatos de segunda vuelta presidencial no compromete a otros. Solo me represento a mí mismo. En cambio, cuando el Presidente abre la boca, se entiende que es o debiera ser voz oficial de Chile.
Pues bien, nuestro Presidente parece haber olvidado las obviedades del párrafo anterior. Parece acomodarle más ser activista de campaña o comentarista internacional que gobernante con deberes de tal. En la primera vuelta no perdió ocasión de desplazar a su candidata Jara para exhibirse como contrincante principal de José A. Kast, entronizándolo como el referente electoral de los adversarios de su gobierno. La incomodidad de la campaña de Jara fue evidente.
Pero con EE.UU. el asunto ha sido más preocupante. Estamos en medio de cuestionamiento a la “Visa Waiver” que gozan los chilenos en EE.UU. y de una discusión arancelaria cuyo final se medirá en validez de los tratados de libre comercio, en miles de empleos menos o más, en inversiones que se hacen o no, en crecimiento o en contribución al estancamiento. Podemos discrepar de EE.UU. respecto al cambio climático, al aborto, a la crisis de Ucrania o del Medio Oriente. De hecho, no tengo la menor simpatía por Trump y muchas de sus políticas. Pero me represento solo a mí mismo cuando lo digo y no tengo responsabilidad en las negociaciones con ellos. Otra cosa muy distinta es que nuestro Presidente las emprenda personalmente contra el Presidente de EE.UU. En su discurso en la última Asamblea de la ONU calificó de “mentira” la opinión del Presidente Trump sobre cambio climático y agregó “las mentiras debemos combatirlas”; luego lo repitió en la reunión de la COP que acaba de terminar en desacuerdo. En agosto, en su cuenta de X cuestionó la política de Trump sobre museos para luego concluir que “la democracia en EE.UU. está siendo socavada”. En abril pasado, durante gira a la India, no halló nada mejor que definir la ceremonia de asunción del Presidente Trump como pretensión de “ser un nuevo emperador” y agregó, haciendo personal el encono, que Trump “representa a todo aquello a lo que me opongo”. Y ahora sabemos que el embajador de EE.UU. es parte de una nueva lista de espera de embajadores a quienes el Presidente no ha dado audiencia para entregar sus cartas credenciales.
Así llegamos a las declaraciones del embajador Judd que tanto encendieron a diputados del FA y motivaron protesta de la Cancillería. Temía algo peor. Me parecieron más bien moderadas al lado de aquellas de nuestro Presidente. Pero sobre todo interesa que termine esta verborrea grandilocuente sin razón de Estado. La primera norma del respeto mutuo es no hacer de la descalificación una costumbre sistemática; y simultáneamente, concentrar esfuerzos en todo aquello que necesitamos y deseamos concordar. Desearía que el Presidente deje de ser comentarista de otros y se asuma como gobernante.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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