En el frente de Ucrania, la batalla por las redes ha ido escalando en importancia con el paso de los meses. Ucrania lo tiene claro desde que tuvo lugar una fecha para el recuerdo de sus tropas. Ocurrió con la operación Spiderweb, cuando el Servicio de Seguridad ucraniano introdujo de contrabando pequeños FPV cerca de cinco bases aéreas rusas en camiones. Los drones se lanzaron y controlaron a través del sistema telefónico ruso. El resultado: la destrucción de al menos diez bombarderos estratégicos.
Aquello quedó grabado a fuego en Moscú, y ahora lo están utilizando.
La transformación del teléfono. La guerra en Ucrania ha convertido algo tan cotidiano como la telefonía móvil en un sistema decisivo de combate, revelando un cambio profundo en la naturaleza de los conflictos modernos: las redes civiles se han vuelto infraestructuras militares de facto, y cada señal, cada SIM, cada torre y cada paquete de datos puede ser una herramienta ofensiva o un punto débil.
La tensión ha escalado hasta tal punto que Rusia, incapaz de controlar plenamente cómo Ucrania explota su red celular para dirigir drones de precisión a larga distancia, ha comenzado a cortar el servicio móvil por las noches en regiones enteras. La situación ilustra una paradoja inquietante: sin móviles se limita la amenaza aérea, pero con ellos se mantiene en funcionamiento la vida civil, las emergencias, el comercio y la propia gobernabilidad. Por primera vez, una gran potencia está asumiendo abiertamente un coste social y económico a cambio de frenar el avance de la guerra conectada.
La revolución táctica. La capacidad de los drones ucranianos para usar la infraestructura rusa como si fuera propia ha sido una de las evoluciones más llamativas del conflicto. Dispositivos baratos, como los dongles celulares de DJI, convierten un dron FPV en una plataforma capaz de operar a cientos o incluso miles de kilómetros del piloto, siempre que exista cobertura 4G. Como decíamos, esa misma tecnología permitió la célebre Operation Spiderweb.
El patrón ahora se repite: Shahed iraníes modificados con módems 4G que transmiten vídeo en tiempo real, drones FP-1/2 ucranianos que esquivan defensas gracias a enlaces celulares, o Molniya rusos que actúan como nodrizas aéreas para transportar FPV por encima de cinturas de interferencia electrónica. El dron ya no depende del alcance de su antena: depende de la infraestructura telefónica, lo que convierte cada torre en un nodo militar involuntario.
La respuesta rusa. Ante este nuevo frente, Rusia ha intentado cerrar las brechas sin interrumpir todo el ecosistema digital… pero las soluciones intermedias están fracasando. Su primer paso fue bloquear durante 24 horas cualquier SIM que hubiera estado en roaming, una medida diseñada para detectar tarjetas rusas enviadas clandestinamente a Ucrania.
Luego amplió el bloqueo a tarjetas inactivas durante 72 horas, señal de un temor creciente a que miles de SIM rusas participen en ataques sin que sus usuarios siquiera lo sepan. Finalmente, en varias regiones fronterizas ha comenzado la medida más extrema: cortar los datos móviles por las noches, cuando normalmente se producen los ataques. Esta dinámica no solo perjudica a la población civil, sino que también ilustra la pérdida de control de un Estado que ve cómo su infraestructura comercial se vuelve contra él con una facilidad desconcertante.
El precedente histórico. Occidente ya conocía el problema de la telefonía como arma, aunque nunca a esta escala. En Irak, un simple Nokia 105 podía detonar artefactos explosivos improvisados con una fiabilidad y un alcance que habrían parecido ciencia ficción en los años noventa. Para contrarrestarlo se desplegaron sistemas de interferencia como Warlock, capaces de bloquear señales en el entorno de convoyes y columnas militares.
Hoy, esa misma lógica reaparece con más complejidad: cualquier dron que use una red celular puede ser neutralizado bloqueando la señal, pero hacerlo implica cegar al mismo tiempo ambulancias, bomberos, cuerpos de seguridad y millones de usuarios. Lo que antes era un dilema táctico se ha convertido en uno estratégico: ¿qué se puede bloquear sin dejar a un país entero en silencio operativo?
Un futuro aún más difícil. El siguiente salto tecnológico hace todavía más frágil esta ecuación. Tanto Rusia como Ucrania operan ya drones equipados con receptores de Starlink u otros servicios de conectividad directa a satélite. Esto marca el fin del dominio absoluto del territorio electromagnético: un dron que recibe órdenes desde órbita es inmune a las torres de telefonía y a los patrones clásicos de interferencia terrestre. A medida que proliferan los terminales direct-to-satellite para uso civil, será casi imposible distinguir entre comunicaciones benignas y señales de mando para drones hostiles.
En ese escenario, un operador situado en otro continente podría dirigir un ataque con precisión quirúrgica sin depender de ninguna red nacional ni exponerse a contramedidas previsibles. El campo de batalla deja de ser geográfico y se convierte en un espacio digital global, donde las fronteras físicas importan menos que la disponibilidad de constelaciones orbitales.
Controlar el espectro. Si se quiere también, el caso de la telefonía móvil en Ucrania ilustra cómo la guerra moderna se ha infiltrado en todas las capas de la vida civil, desdibujando las líneas entre infraestructura pública y capacidad militar. La decisión rusa de apagar la red por las noches no es solo un síntoma de vulnerabilidad tecnológica, sino también un anticipo del tipo de conflictos que se avecinan: guerras donde cada dispositivo inteligente es una antena, cada usuario un posible vector y cada red un campo de batalla.
En ese nuevo paradigma, la pregunta ya no apunta a cómo defender un país, sino más bien a cómo defender una infraestructura diseñada para conectar a millones de personas sin convertirla en un arma involuntaria.
Imagen | Ministry of Defense of Ukraine, Ministry of Defense of Ukraine
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La noticia
Rusia ha descubierto un arma que asusta casi tanto como sus ataques kamikaze: apagar los móviles cuando llega la noche
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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