Se enamoraron en la adolescencia y sellaron su relación con un pacto de sangre que duraría poco: un amor que nunca terminó de ser
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Se enamoraron en la adolescencia y sellaron su relación con un pacto de sangre que duraría poco: un amor que nunca terminó de ser

Tito y Lilia se conocieron cuando ella se mudó a la cuadra en la que vivía él. Primero fueron amigos hasta que una noche, bajo la luz de la luna llena, él se le declaró y comenzaron un noviazgo que prometieron sería eterno. La felicidad fue breve: a los diez meses él le dijo que se marchaba a Viedma a estudiar. Y aunque procuraron escribirse y sostener la relación, ese fue el principio del fin: el primer desencuentro de muchos que vendrían
Tenían 15 y 18 años cuando una noche, emborrachados por el sentimiento que los recorría, dijeron quesellarían un pacto indisoluble. Estaban en la plaza del pueblo y hacía mucho calor. En ese escenario Lilia y Tito pincharon sus pulgares en la oscuridad y mezclaron su sangre. Ese acto era para ellosel símbolo de un amor eterno.
La vida se encargaría de demostrarles luego que las pasiones adolescentes no suelen durar para siempre y queel camino del amor puede estar inundado por infinitos cardoso interrumpido por vados infranqueables. Pero lo cierto es que el recuerdo de esa noche y de tantas otras alimentó por décadas la imaginación de Lilia y la ayudó a sobrellevar los sinsabores de lo cotidiano, de lo no elegido a conciencia, de la decepción.

El primer novio
“Nací en el 58 y era la del medio de siete hermanos. Mi papá era policía y mi madre un ama de casa dedicada a nosotros. Mi primera infancia transcurrió en Tupungato, entre nogales y jugando a las escondidas. Después nos mudamos a una zona residencial de la ciudad de Mendoza y justoen la misma cuadra vivía Tito. Era 1973, yo tenía unos 15 años y él 18. Su papá acaba de morir y su madre, que era profesora de dactilografía, le daba clases a mi hermana mayor. Un día empecé a ir yo también a la casa y fue entonces que lo vi… Tito quería entrar al comedor y aunque su madre le decía que no, que estaba ocupada, lo hizo igual.Al poco tiempoéramos amigos y nos juntábamos con todos los chicos del barrio. Nos divertíamos mucho”, relata Lilia sobre esos años felices.
Fue la noche del 1 de abril de 1974 que Tito dio un paso más. La invitó para que lo acompañara a buscar un traje a la tintorería. Resultó que el lugar ya estaba cerrado. Siguieron caminando sin rumbo,perdidamente adolescentes y enamorados.
“Mientras andábamos bajo la luna llena me propuso ser su novia. Hacía mucho calor. Tito me recitó: ‘En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, y en el centro de mi pecho una chica llamada Lilia.¿Querés ser mi novia?’.Le dije que sí, feliz. Ya eran cerca de las diez de la noche cuando empezamos el camino de regreso a mi casa. Imposible olvidarme de los detalles porque era tardísimo y cuando estábamos llegando vi venir a mi papá. Estaba esperándome afuera, enfurecido. Me dijo: 'Estas son horas en que las señoritas no andan por la calle’.Y me mandó a entrar.Tito no se quedó callado y pasó para explicarle lo que había pasado. Le contó lo de la tintorería y que bueno, que después se me había declarado y que ya…¡éramos novios!Mi papá reaccionó muy tranquilo, le respondió que bueno, que estaba bien, pero que los días de visita serían los martes, los jueves, los sábados y los domingos”, recuerda a carcajadas Lilia.“Fue mi primer amor y mi primer novio. No hubo sexo, pero sí muchos besos”.

Pacto rojo y la despedida
Canciones románticas, salidas a bailar, varios “te amo” gritados a los cuatro vientos frente a todos.Una época dorada que para Lilia tiene perfume, tacto y que está iluminada por los bellos ojos verdes de Tito. Un tiempo que también tiene música de la época y suena como Camilo Sesto o se mece al ritmo de Mocedades conEres Tú.La etapa más dulce y tierna que Lilia vivió jamás duró diez meses.
La idea fue de ella. Una noche llevó una aguja —esterilizada, aclara— y le propuso a Tito pincharse los pulgares“para sellar nuestro amormezclando nuestras gotas de sangre, para que nunca nos separáramos y siguiéramos amándonos hasta morir”.El pacto se concretó, pero después vendría la otra canción de Mocedades,¿Quién te cantará?,que habla más de rupturas y de nostalgias que de sentimientos perpetuos.
Ese día llegó y fue en enero de 1975:“Vino a verme a la una de la tarde. Pensé que era una de sus típicas escapadas para visitarme. Pero me venía a decir algo distinto. Quese iba a Viedma, Río Negro, para estudiar en la Escuela de Policía. Me sorprendió. No tenía idea. No lo habíamos hablado. Le pregunté cuándo pensaba irse y me dijo muy serio:‘A las 15 sale el tren’. Sentí que me iba a desmayar. Disimulé como pude y le dije que lo iba a ir a despedir. Yo creo que él no había dicho nada antes para que su madre, viuda, no pudiera impedirlo. Ella tenía mucho carácter. Entonces él se lo ocultó a todos. Tito se fue a su casa porque su madre y su hermana lo acompañarían a la estación de trenes. Yo me tomé el colectivo pero vino demorado.Cuando me faltaban cinco cuadras para llegar vi que el tren partía. Me bajé corriendo, y corrí y corrí, pero cuando llegué al andén ya no había nadie. Fui a preguntar si había otro tren a Viedma, quizás me había equivocado. Las. palabras del hombre de la boletería retumbaron en mis oídos:'No, señorita, ese es el único tren que va en dirección a Río Negro’”.

Aún hoy puede palparse la angustia en la voz de Lilia al recordar.
Tito le había prometido volver y escribir mucho. Las cartas comenzaron a llegar regularmente, todas las semanas:“Cada vez que el cartero hacía sonar su corneta en la puerta de casa, mi corazón saltaba de alegría.Eran cartas amorosas, llenas de TE AMO. Iban y venían”.
En uno de los primeros viajes de visita a su casaTito le propuso matrimonio:“Me dijo que quería que nos casáramos, que me fuera a vivir con él allá, que me extrañaba mucho. ¡Decía que iba a comprar un juego de muebles para llevarme!“.
Pero el corazón es un músculo inquieto.
Lilia lo sabría demasiado pronto.
“¿Puedo volverme a enamorar?”
Fue en la visita en la que justo se cumplía un año de su abrupta partida quetodo cambió. Esta vez no llegó diciendo te amo, ni prometiendo futuro. Le dijo, sin medias tintas:“He venido para ver si puedo enamorarme de vos otra vez”.
Lilia quedó petrificada:“Mi corazón se estrujó con cada palabra, sentía que una daga me atravesaba. Le respondí que eso era imposible y le dije que en quince días no se iba a volver a enamorar de mí porque ya no me amaba.Le pedí el último beso. Me lo dio y después se alejó tranquilo, silbando… Ese silbido era como si nada le importara. Cuando vi que su espalda desaparecía de mi vista, caí de rodillas llorando.¡Era muy fuerte el amor que sentía por él!”.
Lilia mira hacia atrás y reflexiona:“Cuando uno deja de amar ya está, ya no ama. Fue. De alguna manera yo me lo veía venir porque Tito era un joven muy atractivo, atlético, sociable y que estaba solo y lejos… Creo que incluso su madre me dio señales con algunas cosas que dijo. Yo intuí que me estaba sugiriendo que hiciera mi vida, que no lo esperara. Pero yo estaba de novia y lo amaba tanto”.

Un velorio y el álbum de recuerdos
La vida continuó, las lágrimas se secaron parcialmente y, tres años después,Lilia formó pareja con otro chico.
“En el 78 me puse de novia y al tiempo me casé. Nos conocimos estudiando magisterio.Me casé por la insistencia de él y de nuestras familias, pero no estaba verdaderamente enamorada. En ese tiempo no existía eso de ir al psicólogo, de ver lo que uno realmente quiere… Me acorralaron y me dije ‘bueno, ya está, me caso’. Desde el comienzo todo fue difícil. Él había sido preso político durante cuatro meses y había sido torturado, eso lo había marcado profundamente”.
Recién después de trece años de casada, cuando Lilia tenía 36 años, quedó embarazada. El primer bebé lo perdió, pero enseguida quedó nuevamente y tuvo un varón que hoy tiene 30 años y, luego, una hija que hoy tiene 27.
Tenía una familia, pero el amor se había salido del cuadro de las posibilidades para Lilia:“Siempre seguí extrañando a Tito y pensándolo”,reconoce.

Lilia tenía estampada a fuego aquella primera imagen de lo que era el amor:“Cuando te toca una vida compleja y difícil, uno se agarra del pasado, de lo que puede, y con ese recuerdo se sobrevive”,explica de esa cruda manera la resignación de aquella época.
Fue en el año 2004 que murió la mamá de Tito. Lilia ya era una mujer casada y con hijos desde hacía muchos años, pero igual tomó coraje para asistir al velorio de quien había sido su vecina y su suegra.
“Sabía que Tito iba a estar allí. Necesitaba saber si a él le pasaba lo mismo que a mí con el recuerdo.Apenas me vio, su rostro se iluminó tanto como el mío y nos dimos un abrazoprofundísimo que no podré olvidar nunca.Frenteal cajón de su madre me tomó la mano y la cruzó sobre su pecho. No dejó de besar mi mano.Nos despedimos casi sin palabras, pero mirándonos a los ojos. Supe que no podía quedarme con esa pregunta atragantada, sin respuesta. Al otro día volví a llenarme de valentía y le dije de tomar unos mates. Nos vimos un par de veces. Supe que se había casado con su novia y que ambos lo habíamos hecho con dos días de diferencia en diciembre de 1981: yo el 26 y él el 28. Re loca la coincidencia. También me contó que tenía dos hijos y que su mujer había estado internada en un psiquiátrico”.Lilia le preguntócuántas mujeres había habido en su vida. Tito no esquivó su inquietud y le respondió con precisión:27. Aunque le aclaró que de esas 27 ella era la única con la que no había hecho el amor. Todo un detalle.
“La última vez que lo vi le pregunté lo que siempre había querido saber:¿dónde estoy yo en tu vida?,¿en un álbum de recuerdos o en tu corazón?Con un gesto cínico me respondió:‘En un álbum de recuerdos’.Disimulé, como siempre lo había hecho, el dolor que me causó su respuesta y, al despedirnos —íbamos en su auto—, le pedí algo más:¿Me harías un favor? ¿Me dirías tres veces Lilia no te amo?Se tomó del volante de su auto con firmeza y me lo dijo, tal cual yo se lo había pedido.Aquellas palabras, que en un principio me destrozaron por completo, también rompieron las cadenas que me tenían amarrada a él. Se terminó para siempre.Fin. Nunca más volveríamos a saber uno del otro. Me sentí en paz, como si hubiera pasado treinta años de cárcel y hubiese sido liberada. Me había pasado la vida esperando una noticia, una llamada, amándolo y pidiendo al cielo por su bienestar. Ahora,era libre de ese sentimiento”.

De ataduras y libertades
Lilia se había liberado del recuerdo perturbador del amor de juventud. Perosu vida seguía atada a alguien que no amaba. El mandato de que los matrimonios son para siempre regía su existencia.
“Mi marido era un narcisista, un controlador, pero nadie se daba cuenta de cómo él me manipulaba. Lo veían encantador. Tuve psicóloga y psiquiatra y estuve medicada cuatro años porque decían que yo padecía celopatía. Cuando hace nueve años, en 2016, él me pidió hablar y me dijo que se iba, fue duro. Eran 34 años de casada, de costumbres, de compañía mutua. Él rehízo su vida con una mujer más joven. Después de un tiempo pude sanar, ver la realidad y comprender. ¿Qué podía pedirle a alguien que había pasado lo que él había vivido? Nada, no podía pedirle nada, ni sentir rencor.Tenía que soltar.Dolió, pero a la vez sentí una libertad absoluta, como nunca había tenido antes”.
El futuro de la memoria
En 2024, ya separada, una noche Lilia vio en su celular un: "Hola!“.
“Respondí preguntando quién era. Me enviaron una foto antigua que no reconocí. Fui a la imagen de perfil de esa persona y ¡sorpresa!Era Tito.Habían pasado 20 años desde aquel encuentro.Intercambiamos unos pocos mensajes pero lo cierto es que él hacía largos silencios entre uno y otro. Me dijo que ya también estaba separado de su mujer. Se me ocurrió contarle en forma de capítulos de libro nuestra historia, a la que llamé Pacto de sangre”, Lilia se ríe y dice que creyó que él también se reiría con esos relatos antiguos y que comentaría algo. Pero las respuestas a sus escritos eran solostickersy pequeños corazones.
“Un día una mujer que me conoce mucho me dijo:‘Vos sos su pendiente, no sos su proyecto…'.Me cayó la ficha. Era muy evidente que no le interesaba nada de lo que yo le recordaba. No tenía ningún sentido continuar. Cansada le escribí:Buen viaje por la vida.Y acto seguido lo bloqueé. Este año logró volverme a contactar por Facebook y yo le respondí. Pero lee mis mensajes y no responde nuevamente. Hoy tengo 66 años, mucha experiencia de vida, sé quién me suma y quién no.Aunque me hubiese gustado mucho reunirme con él como amiga para recordar nuestras picardías adolescentes, entiendo que a él no.Es más lo que puse en él que lo que fue todo realmente”.

¿Si un día aparece para tomar una cerveza o un café? es la pregunta final:“Iría, sí claro. Porque hoy me siento fuerte. Tengo experiencia de vida y mucha terapia encima. Tambiénrescato que su recuerdo me salvó durante mucho tiempo, cuando vivía en un matrimonio en el que no quería estar y la pasaba mal.Me ayudó a resistir y a mantenerme a flote, pero ya cumplió ese objetivo y no tiene sentido idealizar nada. Le aconsejaría a todos que no se queden pensando nunca en aquel amor, que lo busquen, que le pregunten.Porque, después de todo, cuando el otro te dice que no, que a él no le pasó nada cercano a lo que vos sentiste, resulta muy liberador.A mí, preguntarle en 2004 me ayudó a sanar y a terminar con tres décadas de fantasía, de estar colgada de un recuerdo que solo era mío”, sintetiza sin eufemismos Lilia.
Lo que se recuerda suele ser mucho más sabroso que lo vivido. Más luminoso. Más perfecto. Es el juego que nuestra memoria propone. Nosotros podemos decidir si jugar o no y hasta cuándo hacerlo.
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*Amores Reales es una serie de historias verdaderas contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas.
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