Sin diagnóstico

La izquierda y la centroizquierda chilena han sufrido una derrota política solo comparable a la caída de la UP. Quizá peor, ya que el golpe fue un acto de fuerza y el martirio de Allende, sumado a las violaciones a los DD.HH., les permitieron expiar sus responsabilidades en el quiebre de la democracia. Ahora, es el pueblo en las urnas el que los ha rechazado, siendo el triunfo de Kast el último hito; desenlace de un proceso que se inicia con el movimiento estudiantil en 2011, continúa con los cambios refundacionales del segundo gobierno de Bachelet, se agudiza con el estallido social y tiene su clímax en la propuesta constitucional de la Convención.

Hoy esa travesía concluye con un gobierno en coma y el rotundo fracaso de Jeannette Jara en la elección presidencial. La generación en el poder se va con muy poco que mostrar: no lograron zafar de “la constitución de los cuatro generales”; querían terminar con las AFP y aumentaron su participación en el sistema casi al doble; soñaban con un plan único de salud, pero entregaron un balón de oxígeno de trece años a las Isapres. Amenazaron durante años a Soquimich y concluyeron firmando con ellos una alianza estratégica hasta el 2060.

Viendo este desenlace, hay preguntas obvias: ¿cómo explica el actual oficialismo su histórico fracaso? ¿hay algún diagnóstico, reflexión y autocrítica respecto de todo esto? ¿Qué tienen que decir los entusiastas del estallido social y los partidarios del Apruebo? ¿Tienen claro que Kast no habría tenido ninguna posibilidad de llegar a la presidencia si ellos no hubieran avalado e impulsado todo este proceso?

Hasta ahora, no hay respuesta, ni diagnóstico, ni autocrítica. La izquierda y la centroizquierda simplemente no quieren mirar de frente ni estar a la altura de su drama. O no les importa o quizá piensen que bastará con sentarse a esperar que la “lógica del péndulo” les devuelva el poder, y mientras tanto lo único funcional será impedir que el nuevo gobierno pueda abordar con alguna posibilidad de éxito los enormes problemas que hereda. En rigor, sin diagnóstico y sin autocrítica respecto de lo vivido en estos años no habrá más alternativa: culpar a los adversarios, incluido el 58% de los chilenos que se volvieron súbitamente “fascistas” e intentar, por todos los medios, que la próxima administración fracase.

Es el camino fácil, pero hay que tenerlo claro: es un camino que solo seguirá dañando al país y, principalmente, a los más pobres. Impedir que los gravísimos problemas que vivimos puedan enfrentarse, boicotear los esfuerzos que se realicen en los próximos cuatro años, puede ser políticamente rentable para la futura oposición, pero muy malo para todos los demás. En síntesis, salvo que ese rol opositor se ejerza a partir de una reflexión genuina y un diagnóstico incisivo respecto de las consecuencias del ciclo que termina, el actual oficialismo solo seguirá contribuyendo a que Chile siga en la senda de su largo deterioro.

Diciembre 27, 2025 • 2 horas atrás por: LaTercera.com 21 visitas

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