St. Vincent en Santiago, una noche de pasión, carisma y zapatos perdidos
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St. Vincent en Santiago, una noche de pasión, carisma y zapatos perdidos

¿Qué tienen en común St. Vincent y Kim Gordon? en la mirada más acotada, ambas comparten el mismo representante, han tocado con los músicos sobrevivientes de Nirvana en eventos clave y de alguna forma, cada una a su manera ha ofrecido una lectura del rock sin prejuicios.
Pero lo más importante, es que ambas comparten el arrojo. El ánimo por ir más allá de las convenciones sin temor y mostrar una propuesta despojada de poses. En ese ánimo llegaron juntas al Teatro Caupolicán, en uno de los conciertos que ya se apunta como de los mejores de la temporada.
Tras el número de apertura que tuvo a la chilena Chini.png, uno de los nombres más destacados del indie local, Gordon salió al escenario a presentar un espectáculo alejado de las convenciones. No solo por su peculiar forma de cantar, apelando más al ritmo, como ya se vio en sus días de Sonic Youth. También porque evita ponerse en el centro.

La iluminación, por ejemplo, evita centrarse en la artista. Más bien, toma el residuo de las luces y prefiere que todo el montaje se concentre en la experiencia. El show se dedicó a presentar el material de The Collective, su desafiante álbum de 2024, que mezcla pistas de ritmo machacantes y capas de ruido.
La marcha de canciones como BYE BYE y Candy House, más cercana al hip hop que a Sonic Youth, en vivo suena mucho más dura que en el disco. La fuerte pegada del baterista y la energía que le imprime la banda de directo, hace crecer los temas en vivo.
Mientras pasaba el intenso repertorio, la pantalla presentaba un popurrí de imágenes, a diferencia de las visuales más clásicas; mezcla de registros de ensayos, tramas de colores, flores, inquietantes artefactos e imágenes trabajadas. Más cerca de los registros que acompañan una exposición, que a los de un concierto.
Gordon, que habló poco y en algunos momentos solo acompañó con la guitarra, no vive del recuerdo de la banda que alguna vez integró. De hecho, mostró un camino distinto, a partir del mismo espíritu radical. Las percusiones sonaron maquinales, duras, inquietantes, acompañadas por bajos saturados.
La intensidad y cercanía de St. Vincent
Luego llegó el momento de St. Vincent. Ante el aplauso del público, la artista mostró su habitual sentido teatral. Al arrancar con Reckless, uno de los temas de su celebrado All born screaming, el juego de las luces pasó desde los detalles, a la explosión de las luces blancas, marcando la entrada de la batería.
El show despliega una batería de recursos. Como el uso de implementos como los guantes al cantar Fear the future, el juego de las luces que potencia su performance, lo que mantiene al observador atento. Más sumado a su carisma y personalidad.

“Qué guapas y guapos”, saludó Anne Clark, chapurreteando español. Y no se quedó en palabras. Cantó muy cerca de las primeras filas, saludó, le dio la mano a los fans, y luego se lanzó a la audiencia (el crowd surfing, como se le llama, y que suele hacer) en una jugada siempre riesgosa. Ahí, entre la maraña de manos, perdió los zapatos. Pidió que se los devolvieran. Le llegaron de vuelta.
Pero su entrega es tal, que podía pasar, de un canto más controlado, a los gritos. No solo demuestra el dominio de la técnica, la hace parte de sí misma.

Aunque el set se concentra en los temas de All born screaming y Masseduction (2017) también hubo momentos para desplegar otras canciones, como la sensual Pay Your Way In Pain o la machacante Birth in reverse, que por su riff urgente, combina bien con el material más reciente.
En atención a su reciente lanzamiento, la nueva versión de Violent Times (uno de los mejores temas de All born screaming), que incluye colaboración de Mon Laferte, la incluyó en el show con algunas frases en español. Un idioma que claramente no domina, le sale aún muy duro y con mucho acento, pero es claro que se esfuerza por conectar. Y el público lo nota.
No escatimó saludos a los fans, cantó tumbada desde el suelo, y a ratos se volvía impredecible. El de St. Vincent fue un concierto, que mezcló la estructura de un montaje bien diseñado, con el caos que sazonó la noche. Un equilibrio difícil de lograr, pero que ella maneja con una sorprendente naturalidad. Hacia el final, con temas como Candy Darling, Clark dejó en claro que despachó uno de los mejores shows de la temporada.
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