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Stone Temple Pilots en Chile, los clásicos no se manchan

Stone Temple Pilots en Chile, los clásicos no se manchan

El libreto funciona porque es el conocido. Ofrecer un repertorio de canciones probadas, sostenido en una banda contundente. El rock crudo de Stone Temple Pilots sonó compacto y sin fisuras en la noche del 20 de mayo en Movistar Arena.

En su regreso al país, a poco más de dos años de su último show (esa vez en el Teatro Caupolicán), el grupo presentó un espectáculo sólido, concentrado en su propuesta musical. La puesta en escena se levanta en torno al sonido directo de power trio, más un cantante carismático; la fórmula que patentó Led Zeppelin y en los 90′ se empaquetó con algún toque de novedad.

Stone Temple Pilots
Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Ya lo decía Simon Reynolds, cada generación, a medida que envejece, querrá ver mitificada y recordada su juventud musical. De allí que para el fan rockero cincuentón, que llegó hasta el recinto del Parque O’Higgins, era una noche cargada de nostalgia.

Como el lenguaje del rock siempre fue sobre estar contra algo, en días de autotune y música urbana, el género ha ganado una suerte de relectura. De allí, que el respetable, que llenó el recinto, bramó desde el arranque con Unglued, uno de los cortes de Purple (1994), uno de esos discos que bien puede clasificar en la categoría de neoclásico.

El grupo liderado por los hermanos Dean y Robert DeLeo, no se pierde; le dan a la gente lo que quiere. En este caso, revivir los viejos temas, escuchar en directo como sonaba el grupo y pasar un rato rememorando un repertorio bien asentado.

Stone Temple Pilots

Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Los DeLeo son la clave del sonido de Stone Temple Pilots. El talentoso Dean descerraja riffs saturados, aprovecha el timbre de sus guitarras y deja en claro su sobrada capacidad como músico.

Por ejemplo, muestra su habilidad con el slide. Antes de tocar Big Empty, despacha una pequeña sección instrumental, que es acompañada por Robert. Un guiño tomado del manual de Zeppelin, pero a diferencia de Jimmy Page, DeLeo es menos exhuberante y hace del timbre su sello.

Mientras, el bajista Robert DeLeo complementa a su hermano con su estilo en que evita repetir siempre las tónicas de los acordes, y toma vuelo propio (por ejemplo, precisamente en Big Empty). Aplica acordes, efectos, y por supuesto genera un acompañamiento armónico.

Junto a los DeLeo, los poderosos golpes y la marcha del baterista Eric Kretz (claramente escuchó a John Bonham, pero ha citado a Steve Gadd como referente), suman su aporte en una masa de sonido que se sostiene por sí mismo. La tradición de los setenta se hace carne en la noche del Movistar, y el público se deja envolver. No hay muchas visuales en escena, solo juego de luces. Nada más.

Stone Temple Pilots

Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

El formato de banda que tomó Stone Temple Pilots, impone un cantante con carácter. Lo tuvo durante años con el malogrado Scott Weiland. Hoy, con Jeff Gutt, el grupo tiene alguien que primero, le hace justicia al material. Y segundo, maneja el manual del rockstar.

“Santiagoo!”, grita Gutt antes de pasar a Wicked Garden, uno de los cortes clásicos de Core (1992). Su interpretación está bien colocada, con menos voz raspada que Weiland, pero con algo más de brillo. Además, se le escucha en plena forma; cuando canta Dead & Bloated, que arranca con la voz muy comprimida, no desentona.

Gutt, no es exactamente un imitador de Scott Weiland. Más bien, recrea una sensación. No realiza los pasos de baile, ni se mueve con la plasticidad y carga sexual que caracterizaba al fallecido cantante, pero tiene un respetable manejo escénico. Domina el ancho del escenario, contacta con la gente, se acerca, concentra la atención en los momentos precisos.

De todas formas, en temas como Down, se extrañó la exhuberancia sexual de Weiland en la interpretación. Es básicamente irrepetible. Como sea, Gutt hace algunos guiños, como el pañuelo al cuello; algunas elevaciones de la voz, que le suenan sorprendentemente similares; y hasta en algún momento se puso un gorro militar, como el que llevaba Weiland en sus días de Velvet Revolver. Y por si quedaban dudas, cuando pasó Kitchenware & Candybars, en el encore, dejó en claro que sí sabe cantar.

Así, el grupo despachó un repertorio cargado a los temas del recuerdo; sonaron hitos como Vasoline, Plush, Interstate Love Song, Trippin’ on a Hole in a Paper Heart, entre otros. La nostalgia por el rock noventero dejó al público satisfecho y al melómano militante, orgulloso por apreciar en vivo la alquimia que generan los DeLeo. Y permite comprender por qué insisten en salir de gira; conocen todos los trucos, su sonido depende solo de su capacidad técnica, sin mayores aspavientos, y tienen a un cantante competente.

Fuente

LaTercera.com

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