Los relojes inteligentes comenzaron contando pasos y poco más. Ahora, en muchos casos, se han convertido en ese aviso a tiempo que puede cambiar un diagnóstico. Los Galaxy Watch de Samsung son un buen ejemplo: más allá de notificaciones y estadísticas de deporte, ya hay historias muy concretas en las que sus sensores han ayudado a detectar problemas graves de salud justo antes de que fuera demasiado tarde.
El primer caso que cuenta Samsung tiene algo de paradoja: un médico que se siente perfectamente bien… hasta que su reloj empieza a insistir en que algo no va como debería.
Durante varios días, el Galaxy Watch le mostró alertas repetidas de ritmo cardíaco irregular. Nada de mareos, nada de dolor en el pecho, nada que le hiciera sospechar. Aun así, decidió hacerse pruebas.
El resultado fue claro: una aterosclerosis avanzada que no daba la cara, pero que estaba ahí, preparada para complicarle la vida en cualquier momento.
El reloj no hizo magia, pero sí estuvo donde tenía que estar: midiendo de forma constante y avisando cuando la señal se salía de la normalidad. Sin ese empujón, probablemente habría seguido con su día a día sin saber que llevaba un problema serio encima.
El segundo testimonio llega desde Brasil y arranca con una escena bastante cotidiana: sesión de deporte, algo de fatiga, un pequeño dolor que parece “normal” por el esfuerzo… hasta que el Galaxy Watch entra en juego.
El usuario decide revisar el electrocardiograma desde el propio reloj. En la pantalla aparece un resultado poco tranquilizador y, a partir de ahí, la historia se tuerce lo justo para que termine bien: visita al hospital, pruebas más completas y diagnóstico claro. Tenía una arteria completamente bloqueada y otras dos estrechadas a un nivel que ya no admitía muchas esperas.
Lo interesante aquí es que el reloj no sustituyó al médico, pero sí actuó como disparador. Ese primer dato, ese “algo no está bien”, fue suficiente para acelerar una consulta que de otra forma quizá habría llegado demasiado tarde.
El tercer caso es distinto, pero igual de potente. En un vuelo a gran altura, un pasajero pierde el conocimiento. No hay equipamiento médico avanzado a mano y cada minuto pesa.
Una azafata decide usar su Galaxy Watch para medir el nivel de oxígeno en sangre del pasajero. Con esa lectura, el equipo a bordo y un médico que viajaba en el avión pudieron hacerse una idea más precisa de cómo estaba su cerebro de oxigenado y de qué margen real tenían para actuar.
El reloj no curó a nadie, pero aportó una lectura de oxígeno en sangre clave en un contexto donde la información suele ser escasa: un avión, altura de crucero, poca infraestructura y urgencia máxima.
La serie Galaxy Watch lleva ya varias generaciones sumando sensores y afinando algoritmos. Ritmo cardíaco, electrocardiograma, nivel de oxígeno en sangre, detección de ritmo irregular… todo se apoya en una mezcla de hardware más preciso y software capaz de interpretar patrones.
La clave está en que muchas de estas mediciones se realizan de forma continua o semiautomática. No hace falta que el usuario esté pendiente todo el día: el reloj va registrando datos y, cuando detecta algo que no encaja, lanza una notificación. Luego entra en juego el criterio de cada uno y, por supuesto, de los profesionales médicos.
Al final, lo importante no es solo cuántos pasos marca o cuántas calorías calcula, sino que, cuando menos te lo esperas, pueda darte ese toque a tiempo. En los casos que te hemos contado, ese toque ha sido justo lo que marcó la diferencia.
Imágenes | Nano Banana con edición
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La noticia
Tres historias y un mismo protagonista: la salud. Cuando el Galaxy Watch es un aliado y se adelanta a la urgencia médica
fue publicada originalmente en
Xataka Móvil
por
Manuel Naranjo
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